Desde el viernes 28 de julio, cuando se conoció la medida cautelar que dictó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que obliga al Estado Nacional a liberar a Milagro Sala, la provincia de Jujuy vive días y horas acuciantes, sobre todo por los rumores, los gestos políticos, los tuits, las notificaciones, las declaraciones cruzadas, los decretos, los llamados, las firmas.

A una semana de haberse conocido el decreto que pone en evidencia la crítica situación de salud de Sala y el peligro que implica que siga en ese complejo penitenciario, hay solo dos certezas. La primera es que los dos jueces que tienen que resolver la situación, Germán Mercau y Pablo Pullen Llermanos, tienen la cautelar en sus manos. Fueron notificados tanto por el Tribunal Superior de Justicia como por un decreto que firmó el gobernador Gerardo Morales a regañadientes, pero que admite que la resolución se tiene que cumplir. La segunda certeza es que van a hacer lo posible para que Milagro Sala siga presa el mayor tiempo posible reinterpretando los plazos que fijó la CIDH (15 días) y convirtiendo las idas y vueltas en un perfecto relato kafkiano.

El resto fueron y son puras especulaciones. Desde el 26 de enero de 2016, cuando a la dirigente social se la llevaron presa por un acampe, en esta provincia no hay ni lógicas ni seguridades. Ninguna de las reglas básicas de cualquier república o Estado de Derecho tienen asidero por estos lares de la Puna. Cuando se intenta poner cierta racionalidad al asunto o cuando se pretende entender lógicamente cómo podrían desenvolverse los periplos judiciales y los avatares leguleyos, la respuesta es siempre la misma: «Es Jujuy, acá puede pasar cualquier cosa».

Por ejemplo, puede pasar que el gobernador, Gerardo Morales, diga en un acto proselitista minutos antes de que aparezca el presidente de la Nación que la «Corte Interamericana de Derechos Humanos es un organismo que está desprestigiando el sistema interamericano de Derechos Humanos (sic) (…) que se han convertido en una facción de burócratas que viven en Washington». No fue casual la visita. Macri llegó a Jujuy en esta semana y fue recibido por el propio gobernador, con quien mantuvo una reunión privada en el vip del aeropuerto. ¿Habrá venido a darle instrucciones a Morales? ¿O fue Morales el que le marcó la cancha al propio presidente en su territorio?

Para entender cómo funciona la idiosincrasia jujeña uno podría pararse en la plaza del centro de San Salvador de Jujuy y observar. Todos se conocen y no es una metáfora. En una misma cuadra pueden estar caminando el abogado de Sala, que le estrecha su mano a una fiscal que tiene que investigar a su propia acusada, que saluda a una militante de una organización social de izquierda, que reconoce a un señor que está vestido de civil pero que es policía, que le hace un ademán a un primo del gobernador. La casa de Gobierno está a la vuelta del Tribunal Superior de Justicia, que está a cinco cuadras de los despachos de los jueces Mercau y Pullen Llermanos, los dos magistrados que en estas horas tienen la papa caliente en sus manos y que deben decidir de qué manera acatarían (o no) la cautelar.

Gastón Mercau es el exyerno de Clara Langhe de Falcone, la presidenta del Superior Tribunal de Justicia, a quien la Legislatura jujeña pidió su juicio político porque coordinó con el gobernador y el fiscal general la preparación de testigos para la visita de la CIDH, según demostró el periodista Horacio Verbitsky en unos correos que lo evidenciaban. Sin embargo, según cuentan quienes lo conocen, Mercau está más cerca de respetar la decisión de la CIDH. No quiere escándalos ni escraches y se queda hasta tarde trabajando en el asunto. «Es respetuoso de las instituciones», sostienen.

Pero la incógnita se posa en el juez Pablo Pullen Llermanos, un hombre que vino de la mano del exgobernador peronista Eduardo Fellner, que muchos describen como el «Bonadio de Milagro Sala» y que, algunos se animan a afirmar, hasta le trae dolores de cabeza al propio Morales. Durante esta semana se lo vio poco por su despacho y en horarios determinados. El hombre trabaja hasta el mediodía, después resultó inubicable.

Hasta el momento no existe ningún indicio fehaciente de que Pullen Llermanos vaya a acatar la resolución. Es más, en declaraciones a la prensa local, el juez sostuvo que la «cautelar de la comisión no es de cumplimiento obligatorio».

Tampoco hay ninguna certeza de cómo será el procedimiento si eventualmente le otorgan la prisión domiciliaria a Milagro, ni cómo será notificada. Si la medida se resolvería en 24 horas o llevaría más tiempo. Algunos abonan una teoría, otros la opuesta.

Mientras tanto, Milagro Sala espera ansiosa del otro lado de las rejas. El miércoles 2 de agosto los familiares y amigos tuvieron que aguardar más tiempo del debido para que les abrieran la reja del pabellón de la Unidad 3 del Penal del Alto Comedero. Pasaron por los controles de la puerta, dejaron sus pertenencias y los requisaron. Pero tuvieron que esperar.

La visita

Catriel, nieto de Sala, mira para el otro lado a ver si llega a vislumbrar a su abuela. Dice que se puso perfume para venir a visitarla. Después de largos y tediosos minutos la oficial abre la puerta y los hace entrar. «Sala, Sala, Sala», dice como enumerándolos mientras van entrando, una manera de ratificar que veían a verla a ella. Catriel entra primero, desesperado, y en un intento picarezco e inocente, imita el lenguaje carcelario de la policía. «Salaaaaa, Saaalaaaaa», grita el chico de 9 años causando la risa del resto. La reclusa Sala aparece, corre a su encuentro y lo abraza hasta alzarlo. Milagro tan está flaca, flaquísima, que hasta por momentos impresiona. Pero según sus compañeras, su estado anímico mejoró cualitativamente desde que su abogada Elizabeth Gómez Alcorta la llamó para contarle la resolución de la CIDH. Cada uno que llega la abraza y le dice al oído «ya falta poco». Los que la ven con frecuencia dan cuenta del cambio anímico. «Yo vine hace 20 días y era un velorio», dicen por lo bajo integrantes del Comité por la Libertad que viajan constantemente a verla.

Milagro invita a pasar a la mesa al aire libre. Es un día soleado y despejado. Alguno de los visitantes le trajeron su comida preferida, pollo al champignon con papas. Lo come, pero aclara que solo porque están las visitas y le vuelve el hambre, pero que cuando está sola, se le va y solo ingiere leche y yogurt. «Fueron meses muy duros, no solo para los que estamos en la cárcel sino para muchas organizaciones sociales a las que Morales destruye y persigue. El barrio de la Tupac Amaru está destruido, la droga corre como agua», relata, con esa capacidad de análisis que aún conserva intacta. «Si nos hubiéramos dedicado a los negocios estaríamos libres».

Milagro quiere salir. Pregunta qué se sabe, cuáles son las últimas novedades y cómo se implementaría la resolución. Todas preguntas cuyas respuestas ni siquiera sus abogados tienen, pero que intentan contenerla, tranquilizarla. Milagro sabe que juegan con ella, con su estado anímico, con su ansiedad. Pero también sabe que si efectivamente le dan la prisión domiciliaria adentro quedarán Graciela, Shakira y Mirta, sus amigas, sus compañeras. «No me voy contenta porque quedan mis compañeras. Voy a seguir peleando por su libertad», dice delante de ellas. La expectativa por salir es tal que su marido, Raúl Noro, cuenta que los Amautas –los sabios– de Bolivia que vinieron para la Celebración de la Pacha Mama ya purificaron su casa. «Ellos ya hicieron la limpieza y las oraciones para cuando llegues», cuenta. Ese día Milagro hizo en el penal su propia celebración de la Pacha Mama, armó un círculo y ofrendó comida y bebida a la Madre Tierra. «Pedí trabajo para todos». Charo, otra de sus compañeras, se acerca con una bolsa. Milagro la abre y es un jean con etiqueta. «Te compré un vaquero para cuando salgas, ¿está bien este, Flaquita?» Es elastizado, porque ahora su talle se redujo casi a la mitad. Ella lo mira, lo estira y se esboza una sonrisa. «Cuando salga, lo primero que quiero hacer es rezar en el altar que tengo en mi casa. Necesito encontrarme conmigo misma». «

Declaran nulo el juicio contra Huala

La Corte Suprema rechazó la apelación de la fiscal y confirmó la nulidad del juicio de extradición a Chile que se realizó contra el líder mapuche Facundo Jones Huala en los tribunales de Esquel, Chubut. El lonko del Lof Cushamen, sin embargo, permanece privado de su libertad desde el 28 de junio por decisión del juez de la provincia de Río Negro, Ricardo Villanueva, quien ordenó su detención por la misma causa sobre la que ya resolvió el máximo tribunal.

La abogada de Huala, Elizabeth Gómez Alcorta, advirtió que la medida debería implicar la «inmediata liberación» del líder indígena, al tiempo que alertó sobre el «estado de excepción» impuesto por el Ministerio de Seguridad contra la comunidad mapuche en el sur del país.

Por su parte, continúa desaparecido Santiago Maldonado, el artesano que fue visto por última vez mientras era golpeado y cargado a una camioneta de Gendarmería durante la represión en Cushamen. «A mi hermano lo llevó Gendarmería y ahora dicen que no lo tienen detenido en ningún lado», afirmó Germán Maldonado, durante una conferencia de prensa convocada por la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). «Creemos que la situación es muy clara: a Santiago lo torturaron y lo descartaron o lo tienen encerrado y están esperando que las marcas de la violencia se pierdan para largarlo».

En el marco de la creciente tensión entre el gobierno provincial y la comunidad mapuche que rechaza la apropiación de tierras de la familia Benetton, en la noche del viernes unas 20 personas ingresaron y provocaron destrozos en la Casa de la Provincia de Chubut en Buenos Aires.