Las primeras palabras que Milagro Sala lanzó al otro lado del muro apenas llegó a la casa de El Carmen fue el pedido de aparición con vida de Santiago Maldonado, su preocupación por los allanamientos a organizaciones sociales y políticas en Córdoba y la exigencia de libertad para sus compañeros presos políticos de Jujuy y Mendoza. La diputada del Parlasur transcurre los primeros momentos en su nueva prisión con sus hijos, nietos y su marido Raúl Noro. «Pareciera que recién estuviera relajando pero también me siento muy invadida», explica. Es que la provincia construyó una especie de Guantánamo en esa vivienda –16 cámaras y alambre perimetral, tobillera electrónica, un puesto de Gendarmería, dos gendarmes en la puerta y en cada esquina y un perímetro policial– como respuesta a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que hace un mes ordenó liberarla o, como mínimo, otorgarle prisión domiciliaria para resguardar su integridad. En entrevista telefónica exclusiva con Tiempo, la referente de la Tupac Amaru recordó su alegría al enterarse de la candidatura de Cristina Fernández de Kirchner, y opinó que cree que desde este lugar estará más en contacto con su organización. Esa es la principal preocupación del gobernador Gerardo Morales. «El temor de él es que la Tupac vuelva a renacer. El temor es que volvamos a trabajar como antes, y tenernos como oposición en la calle», dice. 

«Me gustaría que pongas en la nota, antes de todo, que aparezca con vida Santiago Maldonado. Y que aparezca ya. Y también quiero solidarizarme con los compañeros de Córdoba que han sufridos allanamientos», arranca Milagro. La persecución la preocupa: «Estamos viviendo en democracia y pareciera que estos tipos quieren imponer su política nefasta de empobrecer más al que menos tiene, y si alguno quiere pegar un grito más alto que ellos hay garrote, hay detención, hay allanamiento, le inventan causas».

–¿La detención en El Carmen le va a permitir volver con la Tupac Amaru?

–Sí porque los compañeros están trabajando, no han bajado los brazos, a pesar de que la persecución ha sido muy grande. Son 20 mil cooperativistas en Jujuy que se han quedado sin trabajo. No son sólo de la Tupac Amaru. Además, hay trabajadores despedidos en el Ingenio La Esperanza y en el Ingenio Ledesma, hay comercios cerrados

–¿La reorganización de la Tupac es el principal temor de Morales? 

–Sí, el temor de él es que la Tupac vuelva a renacer. El temor es que volvamos a trabajar como antes y tenernos como oposición en la calle. Ellos no tienen oposición hoy en Jujuy. El peronismo le vota todas las leyes hoy a Morales. No hay oposición verdadera. La única oposición verdadera en Jujuy somos nosotros, las organizaciones sociales, los compañeros que trabajaron. 

–¿Sabe cómo están los barrios y las obras de la Tupac Amaru?

–Está todo destrozado. Cuando los compañeros quieren hacer algo para mantener, la Policía los saca corriendo. 

–¿Cómo ve el panorama político en Jujuy y Argentina?

–Está demostrado el fraude que estos tipos quisieron hacer. Se les ha descubierto. En Jujuy también hicieron fraude pero acá nadie puede denunciar nada porque va preso, o te van a apretar o te van a tirotear la casa. En la mayoría de las provincias están utilizando el garrote y armando causas. 

A las dos de la tarde del jueves pasado llegó la orden de juntar sus cosas. El juez de Instrucción Pablo Pullen Llermanos –que junto a su par Gastón Mercau la mantienen con preventiva en tres causas– estaba en la cárcel para trasladarla a la casa del barrio parque Villa Dique La Ciénaga. Juntó la ropa, las zapatillas y dejó el resto. El trámite fue exprés. «Me sacaron de rompe y raja», dice Sala. Antes de dejar la cárcel se hundió en un abrazo con las otras presas políticas. Gladys Díaz, Mirta Guerrero, Mirta Aizama y Graciela López le pidieron que no baje los brazos, le dijeron que confiaban en ella y que la preferían afuera de la cárcel para que pueda pelear. «Pido la libertad de mis compañeras y las de Mendoza. La despedida fue algo muy conmovedor», dice. 

La llegada a El Carmen también fue conmovedora. Cuando la comitiva llegó a la casa, el portón estaba cerrado y desde adentro preguntaban quiénes eran y qué querían. «Abran que acá está Milagro», dijeron. «Mi hija y mi hijo me recibieron a los gritos. Mi nieto más chiquito también estaba y decía: ‘Por fin voy a ser feliz, por fin voy a volver a jugar'», cuenta Milagro. 

«Es una sensación de tranquilidad estar con mi familia, pero está la otra sensación de demostrar que nunca robé nada, que no soy una persona peligrosa», dice Milagro. En esa ambivalencia transcurren los primeros días junto a sus hijos, su nieto y su marido Raúl Noro, los únicos que pueden permanecer en la casa sin limitaciones. Su familia es un paréntesis en el hostigamiento. «Me han hecho mucho daño, me destrozaron mucho. Pero se han creído que yo iba a bajar los brazos. Y yo voy a seguir peleando. Porque hay muchos compañeros que han peleado para que yo esté donde estoy, para que me den la domiciliaria, y que siguen luchando para que mis compañeras puedan también salir», puntualiza. «