En la última semana Milagro Sala y la organización Tupac Amaru pasaron por absolutamente todos los estados anímicos: del escepticismo a la firme convicción de que el traslado a su casa será inminente. Y de esa convicción, al regreso masivo de la protesta –con la mística de la Tupac Amaru–, de la mano de decenas de organizaciones de mujeres a las calles de la ciudad. Desde su entorno ya no se animan a asegurar nada, pero todo indicaría que el retorno de Milagro a su casa será entre el martes y miércoles, aunque la mayor duda reside en si será a su habitual residencia de Cuyaya, o la del Dique El Carmen, la vivienda a la que los jueces Gastón Mercau y Pablo Pullen Llermanos dispusieron enviarla en agosto. Los abogados de la diputada del Parlasur coinciden en que la Justicia jujeña no tiene mucho margen para demorar la medida. 

«Milagro tiene que pasar las fiestas en su casa», aseguró de manera categórica uno de sus abogados, Luis Paz, a Tiempo. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (IDH) y la Corte Suprema de Justicia de la Nación se expidieron de manera contundente al respecto. «Milagro está detenida por dos jueces en tres expedientes. Presentamos un escrito con ambas resoluciones e informamos a los jueces que la residencia habitual, tal como lo ordenó la Corte Suprema, es en el barrio Cuyaya», agregó. 

El miércoles 6 de diciembre, en el penal del Alto Comedero Milagro recibió el llamado de su abogada, Elizabeth Gómez Alcorta. Le dijo que había buenas noticias: que la Corte había dispuesto que de manera urgente y cabal se dé cumplimiento a la medida provisional dispuesta por la C IDH, que el último 23 de noviembre había ordenado al Estado Nacional el traslado a su residencia habitual. «En criollo, Flaca, ya no tienen excusas para no dejarte ir a tu casa», le explicó del otro lado del teléfono. Milagro salió corriendo al patio. Como hacía mucho, saltaba, bailaba y cantaba. Pero la tensión volvió porque al día siguiente estaba prevista la lectura de la sentencia por la causa denominada «de las bombachas» en la que estaba acusada de haber amenazado a dos policías.Entre los abogados se especulaba cuánto tiempo le iban a dar de prisión. Algunos sostenían que seis meses, otros dos años.  Pero para sorpresa de todos —y aunque ni la causa, ni las pruebas  tenían pies ni cabeza, como lo demostró en su alegato Gómez Alcorta— el Poder Judicial jujeño no tuvo elementos para «sostener la farsa», y dispuso la absolución. 

Paz explicó que «los jueces no quisieron pagar el costo político de una condena con la ausencia total de pruebas contra Milagro Sala. De manera inusual en la Justicia jujeña dejaron ingresar a toda la prensa y permitieron que se transmitieran en vivo los alegatos y la sentencia para que quede en evidencia la orfandad probatoria y el pésimo trabajo de la acusación y de la querella». Cuando Milagro volvió al penal, feliz por la absolución, la esperaban sus compañeras reclusas, pero también las guardiacárceles entre gritos y aplausos. 

Mientras tanto, en Buenos Aires, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina y obispo de San Isidro, Oscar Ojea, recibió a referentes del Comité por la Libertad de Milagro Sala. Tras un relato minucioso de la situación de Jujuy y del hostigamiento que viven los presos políticos, el obispo mostró su interés por visitar la provincia de Jujuy.

El poder de las mujeres

El viernes desembarcaron en Jujuy cientos de mujeres de todo el país para participar de «Jallala Mujeres», un encuentro que se gestó en el último Encuentro Nacional de Mujeres en Chaco con el objetivo de pedir por la libertad de Milagro Sala y de otros seis presos políticos. Pero nunca se imaginaron que la fecha elegida ni la dimensión de su acción —una multitudinaria marcha por el centro de la ciudad y una asamblea frente al Penal del Alto Comedero— repercutiría tanto en una provincia que funciona como tubo de ensayo del gobierno de Cambiemos. 

La sede de la Tupac Amaru volvió por un ratito a ser lo que era cuando Milagro comandaba la organización, porque además de su detención, el gobierno encabezado por Gerardo Morales se encargó de desarticular la organización social. Así fue como un nutrido grupo de referentes del Comité por la Libertad de Milagro Sala, de agrupaciones políticas y sociales y de colectivos feministas brindaron una conferencia de prensa para dar inicio a lo que todas consideraban que sería una «jornada histórica». A la noche, la sede fue el epicentro de una velada cultural que incluyó baile, canto, stand up y sobre todo, mucha alegría. 

La más emocionada, y quien llevaba las riendas del evento, era Patricia Cabana, más conocida como Pachila, quien estuvo detenida junto a Milagro en el Penal del Alto Comedero durante once meses. «Los ovarios en la Tupac siempre los teníamos las mujeres», gritaba por el micrófono llevándose la ovación del resto. «Así que estoy más que agradecida con todas ustedes, porque mientras mis compañeras sigan presas, yo también estoy presa.»

Ayer a las 10 de la mañana comenzó la marcha. Miles de mujeres organizadas caminaron y cantaron por las principales calles del centro jujeño, bajo un calor agobiante. La marcha estuvo encabezada por las diputadas Mónica Macha y Juliana Di Tullio; la senadora nacional de Chaco María Inés Pilati; la diputada mandato cumplido Mara Brawer y la secretaria de Género de la CTA Estela Díaz ambas del Comité por la Libertad, la diputada provincial del FIT Natalia Morales, las integrantes del colectivo Ni Una Menos Marta Dillon y Florencia Minici, y María Elena Nadeo, miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, entre otras. 

«Estas son todas las lesbianas que vienen a ponerse en tetas», comentó una mujer en la puerta de una zapatería. Otros, por el contrario, sacaban fotos y filmaban en señal de apoyo a la marcha. La ciudad no pudo mirar para otro lado: estaba completamente revolucionada por las mujeres. La jornada terminó con una asamblea en la puerta del penal del Alto Comedero. Y pese al fuerte operativo de seguridad y un terrible chaparrón repentino, nadie las pudo frenar. “Está Lluvia de mierda no quiere parar, es Morales que no para de llorar”, vitoreaban. Del otro lado de las rejas Milagro y sus otras compañeras presas lloraban de emoción. “Les pido a todas las mujeres que no bajen los brazos, que el país las necesita”, les imploró y las despidió con el grito de fuerza que durante estos dos días se convirtió en un mantra para todas: «Jallalla Mujeres».«