Durante los veranos, suponiendo que ningún DNU será capaz de sobresaltarnos o entendiendo que la realidad merece tirarse panza arriba, la profundidad de cierto periodismo imita las dimensiones de una microbikini. Esta columna se inspiró en las crónicas de enviados especiales de distintos semanarios. Aclarando que no es la única, la revista Gente Nª 2736 promete en tapa revelar «Las ondas del verano». Antes de la primera línea de información, se agrupan 17 páginas de publicidad (después tiene muchas más). A continuación se despliega una agenda que mezcla exhibicionismo mediático y negocios a cielo abierto.

Pasamos del inefable «¡¡¡Estalló el verano!!!», marca de Crónica TV al «Estalló el chiverío», signo de los tiempos que corren, con playas auspiciadas por bancos, empresas de telefonía celular, tarjetas de crédito, autos de alta gama y agencias de viajes que, en playas argentinas, promueven destinos extranjeros.Las jornadas de Mar del Plata y Carlos Paz (en donde se concentran las figuras del espectáculo) y especialmente las de Punta del Este, Solanas, Pinamar y Cariló (en donde cursan su agitada pausa anual hombres y mujeres del poder) asumen la representación de la vida VIP. Las coberturas periodísticas prometen Diosas, Tendencias, Propuestas Top y Exclusivas, acaso resumidas en una sentencia que bien podría ser de la autoría de Durán Barba: «Que todo fluya y que nada influya».

Si intentáramos caracterizar la temporada desde algunos lenguajes posibles, descubriríamos, escrito sobre la arena, algunos mensajes básicos.

1) Esta zambullida a la vacuidad no habla español. Está llena de palabras, que en Mar de Ajó o San Bernardo no se consiguen como trendy, look, fashion, must, beach,happy hours, afterbeach, pubdance, cyber bartender, deck,selfie y party, eso sí, party a full.

2) Los grandes protagonistas (gente top, todo terreno, cuatroporcuatro de la vida) son especialmente mujeres y hombres de cuerpos entre perfectos y casi perfectos, cuyo objetivo esencial es exhibirse, dejarse ver, como si dijeran «Acá estoy yo para ser mirada/o por millones». Ellas, y ellos, son los intérpretes estelares de una fiesta permanente, porque les tocó habitar el paraíso de la vida, un capítulo de la existencia que es para pocos. Por suerte este año no vi en algunos matutinos esas insufribles charlas playeras con políticos en donde brillaban preguntas como «¿Vino blanco frío o Capirinha?» o «¿Zunga o Pantalón pescador?».

Sin embargo, y probablemente indignado por la competencia de tanto intruso tabicado, Jorge Rial advirtió hace unos días en un tuit: «Hasta los noticieros abren con noticias de espectáculos. La nueva manera de hacerse los boludos».

3) Resulta que en esos sitios de la naturaleza, ideales para hacer nada, la interesada ingeniería del ocio los llenó de exigencias.Desde hace un tiempo, en las playas se hace de todo, además de la clásica remojada o las memorables siestas doble pechuga en la sombrilla.Aunque tengan mirada friendly, ¿quién puede dormir debajo de un gazebo?. Veamos una lista (incompleta) de actividades debidamente sponsoreadas: yoga, aerobismo, tatuajes, chateos, aromaterapia, masajes orientales, meditación, interpretación del I Ching y gym dance en la pileta, moderada alternativa a las olas y al agua siempre fría del Atlántico.

4) El beach vóley o el polo beach le sacaron tarjeta roja al picadito de media tarde y la clásica picadita fue ultimada por la cocina de autor o por 15 piezas de sushi, acompañada por cerveza artesanal y de postre, el furor gastronómico 2018, las paletas heladas. Ahora las playas se llaman clubes de mar o paradores; el protector solar se convirtió en aceite de verano; la movida playera dejó lugar a los eventos (¡que tormento esta palabra!); el musical voceo de los barquilleros fue tapado por los disc jockeys y ciertos cálidos pasatiempos fueron devorados por el wifi gratis. Son muchos los que conciden que antes de los teléfonos inteligentes se jugaba mucho más al truco o al tejo.

Los nuevos modos veraniegos son más conservadores que neoliberales. Hace unos años –claro que con 25 o 30 años de retraso respecto de Europa– se insinuó la moda de «Abajo los corpiños», y ni hablar de las zonas para nudistas o gays, tan ampliamente deseadas como igualmente repudiadas. En otras temporadas se afianzaron el uso de transparencias, jeans agujereados y colores flúo, en esta el color que se impone es el blanco.

El gran riesgo es que este consignismo de lo que hay que hacer, tener y decir se transmita piramidalmente a otros medios y en especial se le pegue a la gente. 

Por suerte, me llega un correo de un atorrante amigo, podrido de las apariencias y con mucho sentido del humor. Desde una playa cercana cuenta, para mi tranquilidad, informa: «La tendencia acá en The Tonins o en St. Little Therese es el mondongo de autor bajado con un buen vaso de Amargo Obrero y el campeonato de reculada en ojotas». <