El alto grado de endeudamiento en que incurrió el gobierno argentino ya encendió varias luces amarillas en el tablero del Fondo Monetario Internacional. El organismo, que a partir del otorgamiento del préstamo stand by sigue muy de cerca lo que pasa en el país, realiza regularmente un análisis de sustentabilidad de deuda (DSA, por sus siglas en inglés). En el caso argentino, varios de los parámetros evaluados superan el máximo aconsejado.

Uno de ellos es el riesgo país, indicador que evalúa la sobretasa que pagan los bonos de una nación por encima de otros tomados como referencia, en este caso los del Tesoro de Estados Unidos. El FMI tiene dos niveles de alerta, uno leve cuando ese valor supera los 200 puntos básicos y otro más fuerte cuando pasa los 600. En el caso de Argentina, el indicador superó a fines de diciembre los 800 puntos, aunque en la última semana bajó levemente hasta 730.

Otra luz amarilla la encendió la alta proporción de títulos nominados en moneda extranjera, que dejan al país indefenso en caso de una alteración en el tipo de cambio. Hasta comienzos de 2018, el 68% de la deuda había sido emitida en dólares y euros. Esa proporción subió al 79% luego de que la devaluación licuara los títulos en pesos. Para el Fondo, el límite aconsejable es el 60 por ciento.

También preocupa que el 38% de la deuda esté en manos de residentes extranjeros y que la necesidad de financiación externa orille el 15% del PBI. Por esos motivos, en sus inspecciones trimestrales los técnicos del FMI advirtieron al directorio que «la deuda argentina es sustentable, pero no con una alta probabilidad».

Quizás para tranquilizar a los jerarcas de la entidad, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, anticipó que adoptará una estrategia financiera que sigue casi al pie de la letra las recomendaciones hechas en Washington durante la renegociación del acuerdo. Se trata, en resumidas cuentas, de reducir la cantidad de instrumentos con los cuales tomará deuda durante 2019, priorizando los que sean en pesos y a plazos cada vez más largos.

«La estrategia contempla las necesidades financieras y el análisis de la estrategia hacia el futuro. Los pilares fundamentales para 2019 son: mejorar la previsibilidad del financiamiento, reducir su costo y riesgo y avanzar en el desarrollo de un mercado secundario líquido y transparente», reza el documento del Ministerio de Hacienda.

En un principio, el acento seguirá puesto en Letes (en dólares) y Lecap (en pesos), a devolver en plazos variables de entre tres y ocho meses. A mediano plazo, con la esperanza de una baja paulatina de la inflación, Hacienda priorizará instrumentos en pesos a cancelar en 18 meses.

Las emisiones se realizarán siguiendo un calendario que se dará a conocer con bastante anticipación. «Se espera que la regularidad de esta rutina aumente la previsibilidad, incentive la participación y reduzca el costo del financiamiento para el gobierno», dice el plan oficial. «