La composición de los hogares argentinos muestra una tendencia creciente y sostenida sobre el nuevo rol de la mujer. En los últimos 13 años, los grupos familiares con jefatura femenina aumentaron sin pausa y, en el 93% de los casos, se constituyeron como una monojefatura en todos los niveles sociales. El fenómeno resultó especialmente sensible en los sectores más vulnerables. 

En 2003 el estrato crítico de la pirámide social (hogares donde los ingresos no involucran empleo sino programas sociales y de protección social) sumaba un 57,4% a cargo de un varón, contra el 42,6% de jefatura femenina. Trece años después, las cifras se invirtieron y, en 2016, las familias conducidas por una mujer treparon al 56,9% y relegaron a la jefatura masculina al 43,1 por ciento. Aunque no llegó a invertir los términos, la tendencia a un crecimiento de la posición de la mujer como cabeza de familia también se registró en el estrato categorizado como vulnerable: la franja de hogares con trabajo no registrado con baja calificación o directamente sin calificación.      

Esa fotografía de la reorganización y cambios en las familias argentinas forma parte de una investigación del Centro de Estudios de Ciudad (CEC) de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. El estudio abordó esas modificaciones en aglomerados urbanos de todo el país en el período 2003-2015, y también incluyó variables de 2016 que permiten vislumbrar los nuevos escenarios planteados por la llegada de Cambiemos al poder. 

«Hay dos tendencias que son concomitantes. La monojefatura femenina creció en todos los estratos, ya no es un fenómeno exclusivo de los más vulnerables. Pero en los estratos medio y medio alto se configura de manera escalonada», explicó a Tiempo el investigador y docente Pablo Molina Derteano, autor del informe junto con Patricia Dávolos. 

La investigación confirma que el estrato crítico concentra un número relevante de hogares cuyos ingresos más importantes no provienen del mercado laboral. Y advierte que, en todos los estratos, las mujeres en edad reproductiva incrementan su carga de trabajo no remunerado vinculado a cuidados y contención del grupo familiar. Entre las mujeres de sectores crítico y vulnerable esa variable suma una «barrera», junto con la baja calificación educativa y escasa calificación laboral, que inhibe o disminuye la inserción en el mundo del trabajo. «Para ellas se reservan los puestos más precarizados y de peor retribución del mercado laboral», señala el estudio. 

Para los investigadores, el comparativo de cifras confirma que en los sectores vulnerable y crítico «creció una monojefatura femenina en peores condiciones». «Se registra un aumento de la monojefatura con responsabilidad familiar (hijos a cargo) que en esos dos estratos queda asociada a una mayor vulnerabilidad. Son hogares ubicados en geografías desfavorables, con peores condiciones habitacionales. Son más y en peores condiciones», explicó Derteano. 

El número de hijos promedio por hogar transitó un camino opuesto. En términos generales se registró un descenso: 2,2 en 2003 a 1,7 en 2015-2016 en el nivel crítico que, sin embargo, es el que registra la mayor presencia de hijas/hijos en relación con el resto de los estratos.

El cambio

Aunque el estudio toma como territorio de análisis central el período largo 2003-2015, el cruce con variables de 2016 también permite visualizar modificaciones en la organización de los hogares de la Argentina urbana tras el cambio de gobierno. «Las tendencias son embrionarias, pero la caída del ingreso hace que el índice –el puntaje que introduce el estudio para dividir a los hogares en 4 estratos: medio-alto, medio, vulnerable y crítico– empiece a mostrar contradicciones», subrayó Derteano. Y agregó: «No hay más hogares en el sector crítico, pero están peor que antes. Una suerte de revival de los nuevos pobres de los ’90». «