Hace dos años que Alexandra está detenida en la Unidad Nº 3 del Complejo Federal Ezeiza. Dice que fue víctima de una red de trata que somete a mujeres a la prostitución y las convierte en “mulas” del narcotráfico. La obligaron a transportar cocaína en “huevos”. Ella puede contar su historia. Otras no: murieron por sobredosis masiva cuando los envoltorios se les rompieron adentro. Tiene 36 años y tres hijos que ahora viven con su tía en Las Cruces, un barrio obrero de Bogotá. “No tenía para darles de comer. Salí a la calle y me convertí en trabajadora sexual. Conocí a Marcos, que me propuso trabajar en un departamento privado. Acepté, no tenía otra posibilidad, me dio buen dinero, pero luego comenzó a pegarme, y me dijo que secuestraría a mis hijos si me negaba a transportar cocaína. Lo hice porque sentí mucho miedo; él tiene mucho poder. Cuando llegué al aeropuerto de Ezeiza, me detuvieron y encarcelaron”, confía a Tiempo.

Su caso se suma a una larga lista en la Argentina y, en general, en América Latina y el Caribe, región donde la tasa de encarcelamiento de mujeres, en relación directa con las sentencias por delitos de drogas, ha crecido exponencialmente, superpoblando los centros penitenciarios femeninos.

Ocupan el nivel más bajo de la cadena del crimen organizado y el narcotráfico, el de víctimas, fáciles de remplazar. “Se trata, en general, de mujeres en situaciones de alta vulnerabilidad social. Jefas únicas de hogares con niños y ancianos a cargo. La mayoría ha incurrido en delitos asociados al narcotráfico, como menudeo, es decir, sólo venden algunos envoltorios. Y no tienen antecedentes criminales previos. El encierro de estas mujeres trae serios daños sociales para ellas y para su entorno que son difíciles de revertir”, explica Luciana Pol, del Centro de Estudios Legales y Sociales (Cels).
En efecto, sus detenciones no tienen ningún impacto en la disminución del tráfico de drogas.

La mayoría de las “mulas” son detenidas con cantidades de droga inferiores a dos kilos, ocultos en su equipaje o con frecuencia en sus propios cuerpos, por la ingesta de cápsulas o la introducción de “huevos” rellenos de droga por la vagina.

Según el Institute for Criminal Policy Research, la población carcelaria femenina total en América Latina creció un 516% entre 2000 y 2015, en comparación con un 20% de los hombres. En la Argentina, el incremento fue del 271% entre 1989 y 2008: más del 50% de las presas están privadas de su libertad por delitos relacionados con drogas. Detrás de estas tasas de encarcelamiento están las leyes de drogas punitivas y la imposición de penas desproporcionadas a mujeres que, en muchos casos, actúan, pese a los riesgos, por una cuestión de supervivencia, como le ocurrió a Alexandra, aliciente que el sistema penal sistemáticamente ignora.

“Nuestro equipo entrevistó a mujeres en cárceles de la Argentina, Colombia y Costa Rica, y seleccionamos algunos casos paradigmáticos para realizar una producción foto-histórica, con el apoyo de la Comisión de Mujeres de la OEA. La idea es dar a conocer este problema y proponer soluciones concretas para reducir el encarcelamiento de estas chicas”, cuenta Pol.

Desde el Observatorio de Violencia de Género de la Defensoría del Pueblo bonaerense, Laurana Malacalza, su coordinadora, explica que “el sometimiento de las mujeres es una tipología que se repite. No hay jefas del narcotráfico. Y en los allanamientos en los barrios por el narcomenudeo, ellas quedan detenidas, no los hombres. En 2006 se le otorgó poder a la Policía Bonaerense y se desfederalizó el asunto. Esto produjo un gran aumento de estos delitos, con una criminalización de la mujer y la pobreza en general. Es la máxima expresión de la violencia de género en la sociedad”.

Alexandra pasa sus oscuras noches en el penal de Ezeiza. “Viví muchas cosas feas, es por eso que me animo a contar todo, para que no siga pasando. Hay muchas mujeres que hoy son víctimas del narcotráfico y las redes de trata. Te dicen que van a matar a tu familia si no haces lo que te piden. Cada vez que apoyo la cabeza en la almohada le pido a Dios que proteja a mis hijos.” «