El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro aparecen los monstruos. (Antonio Gramsci)


Apenas apagados los fuegos de artificio del G20 se abren, entre el 1 de diciembre de 2018 y el 1 de enero de 2019, los verdaderos dilemas del mundo real. ¿AMLO o Bolsonaro? ¿Tendrá futuro la promesa transformadora en el México de Andrés Manuel López Obrador? ¿O nació a contrapelo de la historia y el futuro es Jair Bolsonaro?

Se presenta aquí una alternativa dramática que estruja el corazón de millones de latinoamericanos: más allá de expresar los mejores augurios para el nuevo presidente mexicano, poco es lo que se puede decir sobre sus posibilidades y mucho lo que se habrá de observar, con atenta y esperanzadora mirada, del proceso político de ese país. En cambio sobre Bolsonaro…

Pocos acontecimientos internacionales de los últimos años dieron lugar a tanta letra escrita y tan diversos puntos de vista como el triunfo de Bolsonaro en Brasil para explicar semejante legitimación del discurso del machismo, la xenofobia, la homofobia, la tortura y la represión.

Sin embargo hubo una palabra que generó discordias, apoyos y rechazos: fascista. La izquierda rápidamente se la apropió, haciendo síntesis en ella de una caracterización que la rebasa. En el otro extremo, el neoliberalismo y las derechas en general, miran con simpatía interesada el arribo del diputado militar a la presidencia del país hermano y niegan con énfasis esa definición o el potencial riesgo de dicha deriva. Hay también analistas temerosos de un encasillamiento en categorías elaboradas en otras épocas, circunstancias y contextos, que trasladadas hoy a la particularidad de Brasil y su fenómeno Bolsonaro, nos impiden hacer el análisis concreto de la realidad concreta.

Los cambios experimentados en esta antesala del post neoliberalismo globalizado exigen un pensamiento actualizado y audacia innovadora,  pero este giro derechista impone reexaminar el paso del fascismo en la historia, con sus distintas variantes, expresiones y épocas, porque es una cantera de enseñanzas.

El experimento que recién comenzará a llevarse adelante en ese gigantesco laboratorio geoestratégico y social llamado Brasil desde el 1 de enero, entraña el peligro de ser un modelo filofascista para un Nuevo Orden internacional y una  alternativa ante el fracaso y la crisis de la etapa neoliberal del capitalismo financiero globalizado.

Las reuniones formales de las 20 principales naciones del globo no pudieron ni despejar ni encausar esta crisis: la que se desatará allá por el 2008 en EE UU, y que precisamente dio origen al G20, ha desembocado en un reguero aparentemente interminable de conflictos económicos, políticos, sociales e incluso bélicos.

La aparición de Donald Trump y su empecinado proteccionismo en la cabeza de la «superpotencia», le permitió a EE UU ir recomponiendo su economía interna pero a costa de un creciente aislamiento internacional –ruptura de pactos y acuerdos mediante–, la creación de una fuerte tensión con sus «ex» socios europeos y desembocando en la formalmente declarada guerra «comercial» con China.

La reciente Cumbre de Buenos Aires, limitada a una serie de reuniones bilaterales con centro en la de Xi Jing Ping y Donald Trump, fue demostrativa de la profundidad del conflicto en el que, a lo sumo, se ha obtenido una tregua precaria bordeada por las recientes y amenazantes declaraciones prebélicas del vicepresidente norteamericano Mike Pence y contestadas con inusual lenguaje militar por su par chino.

Si bien la reunión estuvo rodeada por el enigma y el secreto, es probable que los chinos hayan cedido concesiones a cambio de lo que consideran política y filosóficamente más valioso: tiempo, para aprovechar el escenario que consideran más favorable, su desarrollo económico y tecnológico en el marco del crecimiento de sus influencias mundiales y la decadencia neoliberal de cuño norteamericano.  

En EE UU, a pesar de lo enconado de la disputa interna entre globalizadores y neoproteccionistas, entre demócratas pseudoliberales y republicanos conservadores, sus clases dominantes se alían en el intento de reconstrucción del llamado «patio trasero del imperialismo norteamericano», una decisión estratégica y por tanto prioritaria y unificadora.

Esta contradicción, entre los que anclaron sus sueños en el viejo «hegemón unipolar» y quieren continuar avanzando (los «Clinton» y su entorno financiero) y el «realismo» de los que en su retroceso quieren cavar trincheras en las fronteras continentales americanas, no los divide al momento de querer borrar hasta los vestigios lo que fuera el ciclo de gobiernos progresistas en la región, a lo que llaman despectivamente la «ideología populista». Ese ciclo que encabezaron Chávez, Lula, Néstor, Evo y Correa no sólo se extendió en la región sino que además fue adquiriendo una alta densidad y significación geopolítica: la reaparición de un nuevo progresismo internacional, que estaba en retirada luego de la caída del muro de Berlín y la implosión del llamado «socialismo real», la instalación de la unipolaridad y la extensión del neoliberalismo a escala global.

Hoy, con Chávez muerto y una Venezuela acosada políticamente y asfixiada económicamente; Argentina reconvertida al neoliberalismo puro y duro, luego de elecciones en que legalmente fue elegido uno de sus mejores alumnos, Mauricio Macri; y con un Brasil en proceso de diluir sus bases económicas industriales por una financiarización golondrina, acelerando la reprimarización de su economía y con su institucionalidad democrática degradada por el golpe de Estado que destituyó a Dilma y encarceló a Lula, desembocamos en un punto de inflexión de consecuencias dramáticas: la culminación en un filofascismo bolsonariano como experimento disciplinador de las sociedades y conciencias latinoamericanas. No es poco por tanto la esperanza de que el advenimiento de AMLO sea la punta de un reanimamiento de las fuerzas transformadoras latinoamericanas y el inicio (o reinicio, según las miradas) de la «ola» revolucionaria al decir de García Linera. «

* Comisión de Asuntos Internacionales de Carta Abierta y Participación Popular