En Argentina hay ciudadanos convencidos de que las mujeres se embarazan para tener hijos, los trabajadores del Estado son ñoquis y los investigadores del CONICET y los docentes, vagos; la violencia machista es un invento de las «feminazis», la droga está en las villas, los manifestantes solo van por el chori y la coca, los nietos recuperados por Abuelas de Plaza de Mayo no existen, hay trabajadores que se mutilan o incapacitan nomás para ganarles juicios a sus patrones (la «mafia laboral») y el Estado no tiene responsabilidad alguna con los menores delincuentes o adictos: los «culpables» son única y exclusivamente sus padres.

Debe ser muy triste vivir en ese mundo paralelo con nula empatía hacia los otros. Casi les tendría pena, pero no amerita porque esas personas suelen vivir muy felices dispersando su ignorancia en los medios que les dan voz sin cuestionarlas. El caso de la semana fue Lucía Galán. Ningún periodista que tuvo enfrente a la cantante le explicó que no hay dato alguno para sustentar su prejuicio contra las mujeres que reciben la Asignación Universal por Hijo. Es una lástima que aquello de respetar al que piensa diferente se haya convertido en un lugar común para amparar dislates. No, estimados ciudadanos, una cosa es pensar diferente y otra repetir las barbaridades que, con tan buena prensa, se escuchan a cada rato en Argentina.

Lo bueno es que hoy otros mundos paralelos más divertidos, como el de la expresidenta que anda en campaña sin recordar su pasado ni mencionar a sus exfuncionarios tanto o más investigados que ella. El jueves, el día que la corrupción se convirtió en un show electorero a pedido de Cambiemos, fue un buen ejemplo. Mientras el exministro de Planificación Julio de Vido se defendía en la Cámara de Diputados, Cristina Fernández de Kirchner posteaba en las redes fotos en las que aparecía, cual estrella de rock, sonriente, sentada en el techo de un auto, con las manos en alto y rodeada de sus enfervorizados fans en un acto en Moreno. Ella está en otra y no hizo ninguna mínima referencia a su exministro, el protagonista de la jornada, ni siquiera para defenderlo.

¿Y qué me dicen del gobierno? El dólar sube y sube, pero los funcionarios insisten en que no hay nada de qué preocuparse, que no pasa nada. Lástima que las inmobiliarias no piensan lo mismo y enseguida ajustan precios de propiedades mientras esperamos a ver cuánto impacta en la inflación.

Se entiende, por supuesto, que el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, no esté preocupado. Pasa que, según su declaración jurada, tiene un patrimonio de 97 millones de pesos, pero 74 millones están invertidos en el exterior. Así cualquiera se quedaría tranquilo. Nada como confiar en el presente y futuro país que gobiernas, ¿no? Por las dudas, mejor dejar la plata afuera.

El que parece que ya dejó atrás la dimensión desconocida de las promesas incumplibles es el presidente. «Pobreza cero» ya estaba descartada y fue más bien todo lo contrario. «Terminar con el narcotráfico», no, tampoco se puede. Y ahora, como la pelea del discurso electoral es corrupción kirchnerista vs. empobrecimiento y crisis económica macrista, Mauricio Macri borró «Unir a los argentinos» de su lista de pendientes y el jueves advirtió: «Hoy se define quién está de un lado y del otro», poco antes de que Diputados discutiera la expulsión de De Vido. Macristas y massistas ya sabían que iban a perder la votación, pero ganaron horas gratuitas de campaña electoral, más el invaluable (y caro) apoyo de medios y periodistas afines que le echan tantas ganas a su militancia macrista que ya casi superan a los periodistas militantes kirchneristas que tanto criticaban. Capaz nomás les tenían envidia y querían ser ellos los voceros y defensores, pero de otro gobierno.

Después de la sesión-show, con la coherencia y el nivel de estadista que lo caracteriza, el diputado Sergio Massa dijo que «Cambiemos y el kirchnerismo son la misma porquería». Raro, se ve que disfruta mucho votar con «la porquería» oficialista pero bueno, ahí sí hay que respetar al que tiene gustos diferentes. Sin duda.

Y la izquierda, pobrecita, le echan la culpa de todos los males de Argentina. Hay kirchneristas rencorosos por el llamado al voto en blanco que todavía la responsabilizan de la derrota de Daniel Scioli en 2015; hace nada, el gobierno la acusaba del cierre de fábricas y los despidos, y esta semana, de la permanencia de DeVido en Diputados. Al final, pueblo argentino, se les vino el zurdaje y no se dieron cuenta.

Pero la noticia más importante de la semana nada tuvo que ver con las campañas electorales y ocurrió en Mendoza, en donde cuatro exjueces federales fueron condenados a cadena perpetua por delitos de lesa humanidad, al igual que otros ocho acusados. A 13 más se les impusieron penas de tres a 20 años de prisión. Eso es Justicia. Gracias por el ejemplo.

Seguimos. «