“Mi hijo estaba muy mal. Le ponía cositas sobre el pecho para ver si fijaba la mirada, pero se le perdía, no daba respuestas, no podía ni con él mismo. Como mamá lo veía muy flaquito, como si estuviera desnutrido. Le tenían que hacer masajes porque se ponía muy tenso, la cabeza se le caía. Estaba como un niño pequeño, había que hacerle todo”.

Mariela Garzón no lo soporta, se larga a llorar. Desde el 2 de enero, vivió en visita permanente en el Hospital Alejandro Korn de Melchor Romero, cuidando de Christian, un médico veterinario de 27 años que había llegado al país desde Colombia para realizar un posgrado y que terminó en coma inducido por la paliza recibida en la Unidad Penal Psiquiátrica 34, donde había recaído después de ser detenido durante un brote psicótico. La agonía de los dos terminó el martes, a las 17.30, cuando los médicos le confirmaron a la madre la muerte de su hijo.

“Tenía una camita al lado de él –recuerda Mariela cuando se recupera–. Todos fueron muy buenos. Yo no creía que fuera así, pensé que aquí iban a estar molestos porque mi hijo supuestamente había cometido un error, pero él era un gran muchacho que vino a aprender de ustedes. Él quería a la Argentina, tanto que ya tenía trabajo allá en Antioquía, pero él prefirió quedarse aquí”.

Cerca de la medianoche del 13 de diciembre, en la pensión en la que vivía Christian, una discusión entre una pareja desencadenó su cuadro psicótico. “Pese al evidente estado de descompensación que sufría, los agentes policiales lo trasladaron de inmediato a la comisaría 2º de La Plata, en lugar de requerir la intervención de los dispositivos de emergencia en salud”, explicó en un comunicado la Comisión por la Memoria (CPM), que intervino en el caso denunciando que “pone en evidencia las graves violaciones de Derechos Humanos cometidas por la justicia provincial y la policía bonaerense que incumplen la ley nacional de salud mental”.

A Christian se le inició una causa judicial por “violación de domicilio” (entró a la pieza donde la pareja estaba discutiendo) y “amenazas graves” (contra los policías que lo detuvieron). Recién el jueves pasado le retiraron los cargos.

“Yo le quiero decir a toda la Argentina que por favor entiendan y perdonen las palabras soeces que pudo haber dicho mi hijo a las autoridades. Nosotros venimos de una región que hablamos con palabras que allá no son agravantes como, por ejemplo, coger”, aclara la madre.

Dolor en el alma

Después de la detención, Christian fue llevado ante la fiscal de La Plata María Cecilia Corfield, quien le tomó declaración indagatoria sin la presencia de un abogado defensor y consignando en el acta que el joven se había negado a prestar testimonio. Recién a las 48 horas, el estudiante colombiano fue derivado al Hospital de Melchor Romero, donde lo evaluó un equipo interdisciplinario.

Los profesionales concluyeron que el joven se encontraba cursando un “episodio psicótico” y constataron un “discurso y conducta desorganizada”. Según la CPM, “se indicó un tratamiento farmacológico, sumado a un control conductual estricto y la permanencia en aislamiento del resto de los detenidos hasta garantizar un adecuado seguimiento del equipo de salud”. Sin embargo, el joven fue alojado nuevamente en la comisaría 2ª de La Plata hasta el 18 de diciembre, que se lo trasladó a la Unidad Penitenciaria Psiquiátrica 34 luego de sufrir un cuadro de descompensación.

El 20 diciembre, según confirmó luego el Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB), “Christian Mauricio Moreno Garzón fue agredido por otro detenido en el Área de Sanidad”. El posterior examen del joven constató “un traumatismo encéfalo craneano (TEC), con heridas contuso cortantes en rostro, trastornos del nivel de conciencia y un edema bipalpebral”. También sufrió un paro cardíaco que lo depositó en la terapia intensiva del Melchor Romero. Tres días después, los médicos decidieron que lo mejor era provocarle un coma inducido.

“Nunca en la vida me había subido a un avión –dice Mariela– y llegué con un dolor en el alma. Al principio viví en una pieza y en el último tiempo, gracias a la Iglesia Adventista del Séptimo Día, una familia me dejaba ir a descansar a su casa, lavar la ropa. También me daban plata para cargar la SUBE. Mi idea era quedarme en la Argentina hasta que mi hijo se mejorara y pudiera llevármelo otra vez a Colombia”.

La familia de Christian es de El Espinal, una zona de clima “caliente” a dos horas y media de Bogotá. Allí se quedaron sus dos hermanos –la de 21 también estudia veterinaria– y el padre, un pensionado de la policía que enfermó al enterarse lo de su hijo mayor. La madre, que vive de preparar cremas naturales y vender “canelazos” en la feria, era la encargada de girarle, puntualmente, dinero a Christian para mantenerse en la Argentina.

“A mi hijo le violaron todos los derechos, lo trataron como un perro –se lamenta Mariela–. Gracias a dios, no mató a nadie, no hirió a nadie, no dejó una persona sufriendo, no cometió ningún delito”.

Convocatoria para exigir justicia

Desde la Coordinadora Migrante/Consejería para Migrantes y Colombia Humana La Plata convocan a una reunión el próximo viernes 21 de febrero a las 18 horas en el Gabinete 2 de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad de La Plata, ubicado en calle 9 esquina 63, “para exigir verdad y justicia” por la muerte de Christian Moreno Garzón.