El origen de Mushuc Runa Sporting Club, de Ecuador, vino a llenar una representación vacante en el fútbol, la de la comunidad indígena en la región. En 2014, once años después de su nacimiento, se convirtió en el primer y único club aborigen en jugar en Primera División. Mushuc Runa –en quechua significa «hombre nuevo»– fue un apéndice de la cooperativa de crédito y ahorro fundada en 1997, con el mismo nombre, por indígenas para responder a una necesidad del sector: la falta de acceso a los créditos porque los bancos los calificaban como sujetos de alto riesgo y poco confiables. El club demuestra todo lo contrario a la evaluación financiera. «Un motivo por el que vine acá es la seriedad con la que trabaja la dirigencia: es una institución con el plantel al día y que te da todas las comodidades posibles», explica Esteban Rivas, uno de los tres argentinos en el equipo de la ciudad de Ambato a la que llegó a principios de enero.

La población indígena en Ecuador supera el millón de personas y representa el 7% del total mientras que en Latinoamérica hay 826 pueblos indígenas con más de 45 millones de personas. Según un informe de la Cepal, se trata del 8,3% de los habitantes de la región. Esos números no guardan relación con lo que sucede en el fútbol, donde estas comunidades, en su mayoría, acumulan algunas experiencias marginales o amateurs. Bajo la idea de «promover y fomentar el fútbol indígena», Felipe Quispe Huanca, líder aimara crítico de Evo Morales, creó el Deportivo Pachakuti, nombre que también representaba al movimiento con el que participó en la vida política de Bolivia. Pero nunca logró dar el zarpazo a Primera. En Chile, Temuco está ligado al pueblo mapuche y aportó jugadores con raíces de esa comunidad –Marcelo Salas, el actual presidente, es el más representativo–, aunque no se identifica como un club estrictamente aborigen. Hoy está constituido como sociedad anónima.

El caso de Mushuc Runa es el extraordinario: es el único equipo indígena profesional que jugó en Primera. Sucedió entre 2014 y 2016, cuando descendió al Campeonato Nacional de la B. Esta temporada se reforzó con la idea de repetir la hazaña. «La apuesta es lograr el ascenso y estoy muy ilusionado con que se pueda lograr», dice Rivas, que se incorporó al equipo en enero. El año pasado había marcado 16 goles en 28 partidos en Liga de Loja. Pero la pasó mal. Cobró apenas un mes y el 20% de otro en todo el año, una situación poco probable en el nuevo club al que también llegaron los argentinos Ezequiel Luján y Emiliano Olivero. El crecimiento de la cooperativa de créditos y ahorros –170 mil socios, un manejo millonario de dólares, ocho oficinas y más de 182 empleados– es sinónimo de garantía para los futbolistas: saben que cobrarán lo acordado, en tiempo y forma.

Para codearse con los grandes, Mushuc Runa modificó parte de la esencia fundacional y ya no sólo cuenta con jugadores aborígenes sino que decidió empezar a incorporar profesionales. «Perdíamos 15-0, 25-0», explica Luis Alfonso Chango, fundador y presidente del club, sobre el cambio de rumbo. Hoy no hay ningún indígena dentro el plantel. Aunque todos los empleados y dirigentes lo son y, en noviembre, Héctor Gustavo Chacha se convirtió en el primer técnico indígena en dirigir en Ecuador cuando asumió como interino hasta el final de 2017.

Para preservar algunos símbolos vinculados a las raíces, cada nuevo jugador firma su contrato con el poncho rojo (representa la sangre que llevan), verde (la esperanza de la tierra productiva) y blanco (la pureza). «Es un orgullo hacerlo y ya estamos avisados de que, si en algún momento lo piden, incluso podemos salir a la cancha con el poncho característico», cuenta Rivas que, pese a recién haber llegado, quiere interiorizarse sobre la historia del club. «Es una oportunidad muy linda para conocer su cultura y la población de la zona», dice el delantero que, en sus comienzos, jugó con Sergio Agüero y fue dirigido por César Luis Menotti en Independiente.

Las expectativas del Mushuc Runa también están puestas en poder abrir las puertas del estadio propio, un objetivo que persigue desde 2011. Si bien aún falta la habilitación municipal, se descuenta que el equipo comenzá a jugar de local en la cancha construida sobre los 3350 metros de altura de la comunidad de Echaleche, cercana a Ambato. «Es una zona con muchos aborígenes y todos están entusiasmados con que vayan muchos más hinchas. Me gustaría ver los alrededores, pero ahora estamos en otra zona en la pretemporada», imagina Rivas que, a los 33 años, comenzó una nueva aventura después de haber jugado en Argentina, México y Paraguay, entre otros lugares. «No es fácil ser un jugador que se las rebusca. Cuando tenés un nombre es diferente», resume Rivas sobre su carrera.

Acaso sus goles sean un aporte para que Mushuc Runa se convierta en el nombre de la expansión del fútbol indígena.