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Richard Lowenstein dijo que su Mystify: Michael Hutchence, era como una disculpa por no estar junto al músico cuando más lo necesitó: el 22 de noviembre de 1997; ese día fue encontrado muerto en su habitación de un hotel de Sydney.

La declaración de 2019 (ante el estreno internacional del film) es una gran guía para ver su veloz documental -una intención de vértigo que no llega a concretar- en el que superpone en un estilo videoclip pero sin su ritmo imágenes personales del líder de INXS -se filmaba a sí mismo y sus relaciones desde los ’70- y de amigos y parejas, a lo que agrega testimonios varios de los que acompañaron al músico durante esos años más otros de realización reciente. De hecho el documental le llevó diez años. Parece que le pasa lo mismo que lo que afirman muchos acerca de las conductas de Hutchence: lo hacía porque le daba culpa.

En ese cúmulo que más bien es acumulación de razones y explicaciones inconclusas, el documental sólo encuentra sentido por accidente. O sea, le sale de casualidad o por exceso de voluntad por ocultar eso que no quería que se supiera: Hutchence fue un hombre muy mimado -en principio por su madre, al punto de hacerle ganar el odio de su hermano por esa preferencia segregacionista de la madre-, un fiel exponente de toda una generación que también lo fue: la baby boomer. Nacida en los primeros 20 años de la segunda posguerra, sus integrantes (los primeros) aparecieron al mundo al ritmo del rock n roll y llegaron (los intermedios) a formar parte del hippismo y de otras manifestaciones políticas y sociales de envergadura que pusieron en jaque al mundo. Hutchence representa a los baby boomer tardíos: es, junto a, por ejemplo, Bono de U2 (también nacido en 1960, amigo del líder de INXS y con varias participaciones en el documental), el rockero bueno, el nuevo hombre dulce y bondadoso que derretirá a la mujer independiente que aparece en escena en los ’80 y que con veleidades intelectuales dará su mensaje armónico con el mundo y el entorno, que básicamente consiste en decirle a ese mundo y ese entorno lo que más le gusta escuchar.

Lo llamativo es que quienes hicieron esa música -el rock n roll y el rock- que los cautivó al límite del embeleso fue hecha principalmente por jóvenes que habían nacido durante la guerra, incluso bajo las bombas. Pero esto es un comentario sobre un documental.

“Fueron los años de excesos más maravillosos que pasé en mi vida”, dice Helena Christensen, pareja del músico en los tempranos ’90. Pero el documental sigue de largo. Acá no hay lugar para el sexo, drogas y rocanrol (ni sus posteriores derrapes); el mundo post caída del Muro de Berlín es un mundo feliz. Y el australiano Michael Hutchence fue uno de sus mejores y más brillantes alumnos (tanto que se puede decir, en perspectiva, que lo anuncia hacia fines de los ’80). El documental adjudica los cambios de humor del artista para la época al golpe que le propinó un taxista mientras andaba en bicicleta con su novia Helena en Dinamarca, que le provocó daños cerebrales que le afectaron el sentido del gusto y del olfato. Pero luego de ciertas minuciosidades (neurológicas), Lowenstein decide continuar rápido con la vida amorosa de Hutchence: Paula Yates es la siguiente estación (incluso cuando el director había hecho toda una escena con Hutchence y Kylie Minogue -una de sus parejas- en un lugar en el que se ambienta El Perfume, la novela de Patrick Süskind que tanto lo había fascinado, y que está tan relacionada con el olfato).

Con la diplomacia que siempre lo caracterizó, al recibir de Hutchence el premio al mejor video en The Brit Awards 1996 por Wonderwall, el líder de Oasis Noel Gallagher lo puso en su lugar: “Los que pasaron de moda no deberían entregarle premios a los que somos el futuro”. Y entonces por primera vez el derrotero del australiano cobra sentido. Su amiga Martha dice: “Ese momento en la vida de Michael fue devastador”. Hutchence no estaba preparado para la crueldad del mundo que vendría, del que la segunda mitad de los 90 sólo fue el botón de muestra, y que tal vez sólo alguien tan sabiamente vulgar como Noel podía advertir.

Como no lo estaba preparado ninguno de los stars del pop y el rock que surfearon el final de la gigante ola que había empezado a fines de los ’50. Que Bono haya sobrevivido no dice nada al respecto, por el contrario: se corrió de la música para aparecer en las fotos de las grandes causas acompañado de poderosos personajes que lo único bueno que pueden esgrimir son sus intenciones (durante la foto).

Había llegado el tiempo de la áspera rudeza punk. No es un tema de jerarquías, sólo de mejor adaptación/ representación de los tiempos. Y el mimado Hutchence, pese a tener una hija chiquita, se ahorcó, entendiendo que nada lo haría más memorable que una muerte a destiempo.