Construyó una carrera larga y exitosa en un medio tan competitivo y concentrado como la televisión. Rehúye de la frivolidad y no duda en poner en pausa el trabajo si sus tiempos personales y familiares lo requieren. Expresa sus convicciones políticas sin especular, más allá de los costos y condicionamientos que le deparan. Desde hace más de 30 años Nancy Dupláa se las sigue arreglando para ser parte de la cotidianeidad de millones de argentinos, pero manteniéndose fiel a sus ideas y necesidades. Desde Montaña rusa a 100 días para enamorarse, pasando por La leona, Graduados, Viuda e hijos del rock and roll y Socias, entre muchas otras, Dupláa supo convocar y desarrollar una sensibilidad popular que supera modas, tendencias y macrisis.

Como ella misma expresa, el cine nunca fue su ámbito de mayor confort. Por eso su coprotagónico en El retiro, acompañando nada más ni nada menos que a Luis Brandoni, convocó la curiosidad de propios y ajenos. La película de Ricardo Díaz Iacoponi retrata el particular momento de Rodolfo (Brandoni), un obstetra viudo que después de 50 años de trabajo decide jubilarse. Un hecho fortuito relacionado con el hijo de la señora que trabaja limpiando en su casa le planteará exigencias inesperadas y lo acercará a un reencuentro emocional con su hija Laura (Dupláa). Se trata de una comedia que mediante el humor pretende invitar a la reflexión sobre la comunicación entre padres e hijos, los silencios, los mandatos, los lazos casi rotos, pero también la posibilidad de enmendarlos.

–No solés hacer tanto cine. ¿Qué te atrajo para sumarte a El retiro?

–La historia. Me acuerdo que me mandaron el guión por celular. Me senté en una silla y lo leí todo de un tirón, sin levantarme ni una vez. Me encantó la historia. Los dos grandes motivos para participar en la película fueron el tono en que cuenta una problemática que es muy propia de las relaciones padre-hijo y poder trabajar con un actor como Beto Brandoni. Podría agregar una tercera: me gustó hacer de la hija de un padre encerrado en sí mismo, me atrajo eso de darle una mano para que pueda tener una suerte de transformación en un momento muy particular de su vida.

–Los recursos actorales de Brandoni son reconocidos al igual que su militancia política, que es diametralmente opuesta a la tuya. ¿Eso te hizo dudar o significó una desafío extra para participar del proyecto?

–No me la quería perder la oportunidad de trabajar con Beto Brandoni. Es un emblema del cine argentino y un actor que para mí tiene una cuerda barrial que maneja como nadie. Después estaba el otro tema, pero yo tenía mucha confianza de que lo iba a poder llevar bien y así fue. Sabía que tengo las herramientas para transitar una experiencia laboral así y por suerte salió todo bárbaro. Él también puso lo mejor. Jamás hizo un comentario negativo. Charlamos mucho, nos llevamos lo más bien, pero nunca hablamos de política.

–Más allá de que tu familia es muy diferente, ¿encarnar un papel como este te hizo reflexionar sobre los vínculos padre-hijo?

–Sí, obvio. Es casi inevitable. El personaje de Beto es interesante porque tarda mucho, pero le llegan las ganas o la necesidad de conectarse. A mucha gente no le pasa nunca eso de abrirse, escuchar y obrar en consecuencia. Siempre es importante conectar con otras cosas, mirar más a tu alrededor. Ser más empático. No envenenarte con los estímulos negativos que vienen desde afuera. Todo eso hace que uno viva mejor. La vida se trata de aprender constantemente. Es mi caso en particular, la película no me hizo repensar tanto mis vínculos familiares porque siento que son muy ricos. Pero sí te hace reflexionar en los desencuentros de tanta gente y en cómo uno debe comprometerse para que no sucedan.

–¿Cómo te llevás con el cine?

–Tengo una relación esquiva. Siempre sentí por el cine mucho respeto y también cierta lejanía. Una sensación de «en algún momento le voy a dar más tiempo”. Hice varias cosas, pero no termina de ser mi lugar. Me incomoda mucho verme en el cine. Me da vergüenza, la paso mal, me veo horrible.

–¿Por? ¿En la tele te pasa lo mismo?

–No sé, no lo tengo del todo claro. En la tele me pasa todo lo contrario. Nací y crecí ahí, eso influye. Quizás me gusta que la tele es mucho menos ceremonial: está más metida en lo cotidiano. También influye la forma de laburo. En la tele todo es muy intenso, casi no hay tiempos muertos: eso me genera adrenalina y me ordena. Tengo muchas herramientas y carácter para responder a esas demandas. El cine es todo lo contrario: tenés que esperar mucho y tratar de capitalizarlo a tu favor. No es tanto mi estilo. Por eso también me gustó que me convocaran para El retiro. Me lo tomé como otro desafío.

–Muchos comediantes o actores populares buscan un papel consagratorio. Un drama o algo llamativo que les dé un prestigio que supuestamente no tienen. Vos nunca te enganchaste en eso,  ¿pero alguna vez te propusieron ir por ese lado?

–Montones de veces (risas). Pero ni loca. No me interesa hacer nada forzado. No necesito ningún prestigio, quiero disfrutar de mi profesión en cada momento sin falsas dilemas. Siempre supe que jamás me iban a valorar como actriz. ¡Soy una actriz de géneros menores! (más risas). Pero más allá de los prejuicios, tuve la suerte de hacer personajes de colores y profundidades muy distintas en muchas series y novelas.

–Durante los últimos tres años y medio vos y Pablo (Echarri) siguieron expresando sus ideas políticas y eso les trajo problemas laborales. Decían que dividían la pantalla.

–Son nuestras convicciones. No tiene que ver con un capricho. Tampoco con que estemos mejor nosotros. Es el modelo de país que queremos porque tenemos la seguridad que es el más inclusivo y mejor para los argentinos. No es imaginación. Durante doce años vimos que la gente comía mejor, que podía comprarse algo, hacer algún viajecito, estudiar. Que sumaba derechos. Todo eso es innegable. Y ahí nace la grieta. La grieta nace cuando los más acomodados no soportan que crezcan los sectores históricamente postergados. Les da mucha bronca y lo expresan de diferentes maneras. A veces solapadas y otras no tanto. Siempre voy a seguir diciendo lo que pienso. Sé que soy una privilegiada. He perdido algún trabajo, pero tampoco tantos. O por lo menos me enteré sólo de algunos. Antes de lanzar programas hacen focus groups y seguramente a mucha gente no le caeré bien. Sí, en determinado momento dividimos la pantalla (risas). Pero me fue bien, valoro mucho todo lo que viví en la profesión y en al vida.

–¿Cómo viviste el resultado de las PASO?

–Sabía que Alberto (Fernández) iba a ganar. Pero no me imaginé que con tanta contundencia. Así que primero festejó mi deseo y después mi ego: «¡¡¡Te dije que íbamos a ganar!!!» (risas). Me da felicidad que no somos cualquier país. Estos periodos de neoliberalismo hambreante cada vez duran menos. La gente se informa mejor. Los derechos adquiridos en los años previos al macrismo nos fortalecieron. Más allá de que los grandes medios de información ocultan y tergiversan. Pero cada vez duran menos este tipo de gobiernos. Las urnas lo dejaron claro.

–¿Cómo sobrellevás estos días de reperfilamiento?

–Es un tembladeral. Me preocupa mucho. La gran herencia del macrismo es el miedo y el odio. Los sueldos cada día valen menos y millones de argentinos ni siquiera tienen trabajo. Es una degradación total. Creo que con un Gobierno de Alberto vamos a poder salir. Pero se va a necesitar tiempo, esfuerzo y que acompañen muchos sectores. Alberto es un gran político y un comunicador. Habla con todos y ese es el camino para bajar los decibeles y trabajar por el bien de todos los argentinos. «




EL RETIRO

Director: Ricardo Díaz Iacoponi. Guión: Ricardo Díaz Iacoponi, Daniel Cúparo, Fernando Castets. Elenco: Luis Brandoni, Nancy Dupláa, Gabriel Goity, Soledad Silveyra, Marcos Da Cruz. Estreno: 5 de septiembre.



Prioridades claras

El oficio de actor suele exigir múltiples compromisos y la capacidad de eludir diversas tentaciones. La necesidad de trabajar y a veces también la obsesión por no perder pantalla, empuja a muchos actores a aceptar propuestas de las que no están del todo convencidos por su valor artístico. Dupláa construyó una carrera de éxitos notorios, pero también diciendo que no en muchas ocasiones.

–Muchos actores no se permiten estar fuera de pantalla por mucho tiempo. Da la sensación que vos manejás otras prioridades.
–Siempre supe que podía vivir sin la actuación, pero no sin mis seres queridos. Mi plenitud pasa por ahí. Lo demás, entonces, se vuelve secundario. Afortunadamente recibo unas cuantas propuestas y tengo el privilegio de poder decidir. Hago muchas menos cosas de las que podría. Pero creo que es una decisión sabia, que respeta lo que quiero de mi vida.
–Otros colegas da la sensación que nunca pueden parar.
–Es verdad. Se nota y no tiene nada de malo. Cada quien se maneja de la forma que más le gusta. Yo apuesto a la intuición, a darme mis gustos y conversar mucho con Pablo porque compartimos criterios sobre la vida y la profesión.

Dos décadas de compromiso

En pocos días la pareja de Pablo Echarri y Nancy Dupláa cumplirá 20 años. Nada mal en tiempos de amor líquido, poliamor y otras yerbas. La actriz reflexiona: «¿Que aguante, no? (risas). Es cierto, ahora no se usa mucho tener una pareja que dure tanto. No hay recetas. A nosotros nos pasa que seguimos enamorados y lo disfrutamos. Quizás la clave tiene que ver con que siempre hablamos de nuestros quilombos. Nunca nos hicimos los desentendidos. Eso te renueva y solidifica. Si no hablas de lo que te pasa, no te das cuenta y de la noche a la mañana te convertís en un extraño. No se trata sólo de seguir juntos. El tema es que seguimos juntos y lo pasamos bárbaro. Hay parejas que conviven hace 40 años, pero no tienen ni idea de para qué o qué le pasa al otro, aunque no se peleen nunca y de afuera parezca que todo funciona perfecto. Estoy donde me gusta y lo valoro todos los días.”