Una escena detrás de otra, repasos de guión, cambios de vestuario, idas y vueltas, imprevistos, debates, resoluciones y el tiempo que siempre corre. La mecánica de trabajo de una tira diaria impone jornadas extensas y agotadoras. Pero Nancy Dupláa las vive con naturalidad y entusiasmo. Disfruta de ese vértigo y se le nota. La comodidad en los estudios de grabación también se extiende a los pasillos del canal. Saluda a toda persona con la que se cruza y con la mayoría se enreda en diálogos de diversa índole. «¿Entonces ya se van? Bien por ustedes. Nos vemos mañana», pregunta y felicita a dos chicas que atienden el bar. No se trata de una impostación de protocolo. La naturaleza de Dupláa despierta empatías de amplio espectro. La actriz protagoniza 100 días para enamorarse, la comedia romántica de Telefe y Underground que en sólo una semana se adueñó del primetime y alcanzó el rating más alto de la televisión abierta en lo que va del año.  

La flamante serie reúne en los papeles principales a Dupláa con Carla Peterson, Luciano Castro y Juan Minujín. La historia está contada desde los ojos de Laura (Peterson) y Antonia (Dupláa), dos amigas de tiempo completo que no son felices en sus relaciones de pareja, entran en crisis y deciden darse la oportunidad de revisar lo que sienten y obrar en consecuencia. Laura y su esposo Gustavo (Minujín), ambos abogados, se autoimponen un contrato que reglamenta cómo vivirán separados por 100 días para luego reevaluar si la ruptura será o no definitiva. Antonia resuelve cortar la relación con su esposo Coco (Pablo Rago) y rápidamente deberá lidiar con el que fuera el amor de su vida: Diego Castelnuovo (Luciano Castro).

–Hoy 100 días para enamorarse es un programa de mucho éxito. ¿Qué te atrajo de la propuesta cuando todavía era un proyecto?

–Fueron dos cosas. En primer lugar necesitaba laburar por un tema económico. No tenía trabajo desde La Leona, hace dos años, los gastos fijos se estaban acumulando y había que hacerles frente. Eso me empujó a escuchar propuestas de otra manera. Y después, que el proyecto me atrajo desde que me lo contaron a la pasada, cuando todavía no se llamaba 100 días para enamorarse. Con Carla (Peterson) estuvimos a punto de hacer otro programa que finalmente quedó en la nada. Ahí reapareció 100 días para enamorarse y confirmé que era la oportunidad justa.

–¿Es parte del trabajo desarrollar cierta sensibilidad para detectar cuándo un proyecto puede transformarse en algo importante?

–Sí. Juegan un poco la sensibilidad, el instinto, la experiencia y también tener buena estrella. En 100 días para enamorarse se acomodó todo como a mí me gusta. En Telefe me siento como en mi casa: conozco a la gente desde hace años y eso me hace sentir muy cómoda y protegida. Las tiras me gustan porque les conozco el ritmo. Me activan la adrenalina y me hacen bien. Sé que a muchos actores les pasa lo contrario, pero yo padecería –por ejemplo– con los tiempos muertos del cine. También me gusta mi personaje y me siento muy cómoda con el elenco. Con todo eso para mí ya es un éxito. Pero lógicamente la muy buena recepción de la gente le da más fuerza al proyecto y nos pone a todos muy contentos. Me siento muy afortunada.

–En la serie las dos protagonistas no se sienten felices con sus parejas y buscan al menos un cambio.

–Me parece que el programa se hace eco, en un tono lúdico, de una situación cada vez más extendida. La gente quiere ser feliz y está muy bien siempre que sea sin cagar a nadie. No hay que resignarse. Lo más difícil siempre es construir. Cuestionar lo que pasa en una pareja e intentar modificarlo exige una gran valentía. Y no nos educaron para eso. Muchas parejas encuentran un vacío o una gran distancia después de resolver las cosas de los chicos, las vacaciones y todo lo de la vida cotidiana. La falta de comunicación hace que algunos intenten resolver algunas cuestiones por afuera de la pareja y así van generando una base de mentiras que complica todo mucho más.

–En estos tiempos en los que se lucha por la igualdad de derechos y la diversidad, ¿también deberíamos cuestionarnos los mandatos sociales del amor?

–Creo que de apoco está pasando. Hay que animarse. Aunque no sea nada fácil. Quizás se necesiten contratos a la medida de cada pareja en lugar de mandatos. Y permitirse hablar, preguntar. ¿Te gusta tal cosa? ¿Nos animamos? ¿Qué te hace falta en tal o cual momento? También hay que saber entender al otro y no cargarlo de demandas. Pero creo que la clave pasa por animarse a decir y escuchar. A nosotros nos cuesta por una cuestión generacional. Mi mamá y mi papá son amorosos, pero los dos son machistas. Nosotros venimos de ahí, pero buscamos abrir las cabezas. Soy muy optimista con las nuevas generaciones. Lo veo con mis hijos. Ellos hablan de que les gusta una persona y no aclaran si es un chico o una chica. Tienen una enorme capacidad de investigar y amar. ¡Eso es evolución y me la perdí! (risas).

–Hay poca ficción en la TV argentina. ¿Te preocupa?

–Mucho. Necesitamos más compromiso de los privados y del Estado. Un Estado que se desentiende de la cultura es un Estado que empobrece. La ficción enriquece la mente y el espíritu de las personas, además es una industria que da mucho trabajo. Hay gente talentosísima y con mucha experiencia que no tiene trabajo. Tener tanto capital humano desaprovechado es muy triste. Yo vivo cerca de Canal 9. Canal 9 tiene estudios de grabación espectaculares. Casi como los de Telefe. Pero no le dan lugar a la ficción. Es una gran pena. Y también noto que otros que le dan lugar a la ficción apuestan a historias de jóvenes bellos, exitosos, con linda ropa y sin conflictos importantes. Se subestima al público. Una buena ficción debe entretener y ayudar a que nos hagamos preguntas. La gente recibe muy bien cuando se arriesga más de lo usual y cuando los productos son de calidad. Por eso valoro más la apuesta de Telefe y Underground. 100 días para enamorarse cuenta varias historias al mismo tiempo y, sin perder el humor, intenta mostrar insatisfacciones y gente normal tratando de resolverlas.

–Siendo consumidora y protagonista, ¿cómo vivís esta era del auge de las series y el streaming?

–Veo varias series y lo disfruto. Me gusta mucho una dinamarquesa que se llama Rita. Es la historia de una docente a la que no le sale nada en la vida, pero que enseña muy bien y es muy querida por sus alumnos. El streaming impone nuevas formas de consumo que son muy cómodas y una gran variedad de productos. Con mi mamá veíamos siempre La extraña dama y nos teníamos que sentar frente al televisor todos los días a la misma hora. ¡Nadie se la quería perder y si lo hacías no había forma de retomarlo! Ahora las formas de consumo son diferentes y quizás sigan cambiando. Pero en la práctica se puede constatar la llegada que siguen teniendo propuestas como 100 días para enamorarse. Creo que hoy en día la oferta de contenidos es muy grande, llega por diferentes caminos y la gente elige.

–¿Cómo estás viviendo este momento de la Argentina?

–No lo puedo creer. Veo un blindaje periodístico infernal, como nunca había sucedido, en la mayoría de los medios periodísticos. Veo que muchos de los que se la juegan se quedan sin trabajo. Veo mapuches asesinados, veo represión policial, veo que se acallan voces, veo que la gente que estaba afuera del sistema, y con el gobierno anterior pudo acceder a muchas cosas, hoy otra vez está afuera de todo. Veo que lo que hace crecer a un país es boicoteado. Me refiero a las universidades, a la ciencia, a los docentes. Es una pesadilla. Me levanto todos los días angustiada por esta Argentina que se está desbarrancando. Están haciendo doler a los que menos tienen. Todo esto me da más ganas de comprometerme y decir lo que pienso. Más allá de que con Pablo hemos sufrido muchos ataques brutales, muchas mentiras denigrantes. El nivel de cinismo es gigante. Pero mis padres y los de Pablo nos enseñaron a decir siempre la verdad, no importa los costos que genere. Así que seguiremos resistiendo… con aguante (risas).

El Sandro que no fue y la paz en el hogar

Nancy Dupláa y Pablo Echarri nunca dudaron en expresar sus ideas políticas y sus coincidencias con el kirchnerismo. Aunque tuvieran que pagar múltiples costos. Uno de los más notorios fue el naufragio de la participación de Echarri en Sandro de América.

–Estuviste dos años sin trabajo y Pablo no pudo ser Sandro porque supuestamente «dividía la pantalla». ¿Te preocupó que esa situación se extendiera?

–Después de que en cierta ceremonia de premios dije ciertas cosas estrepitosas, me bajaron de algún proyecto. En ese sentido estoy curtida. Pero en su momento lo de Sandro fue raro. El proyecto estaba avanzado, Pablo se había hecho hasta pruebas de vestuario, nos fuimos de vacaciones contentos y a la vuelta nos enteramos de la mala nueva de golpe. Pero hicimos el ejercicio de no engancharnos. ¡Pablo iba a tener que adelgazar, aprender a bailar y ponerse una faja! Era un laburazo. ¡Y después en casa lo iba a tener que aguantar yo! (risas).

Legal, seguro y gratuito

El compromiso de Nancy Dupláa a favor del aborto legal, seguro y gratuito es reconocido y de larga data. Por eso vive con mucha expectativa el tratamiento en el Congreso de la ley que despenaliza la interrupción voluntaria del embarazo. «Es emocionante ver a tantas mujeres comprometidas y luchando por un derecho que tiene que ver con la salud pública. Algunos hombres también se están sumando. En el encuentro de actrices hasta hace unos años éramos 20 y esta vez fuimos más de 400. Conocí a chicas del teatro independiente con mucha fuerza para poner el cuerpo y pelear por los derechos de todas. Eso me genera mucho más optimismo a futuro. Se está dando un debate inteligente y de gran llegada. Necesitamos que el Congreso convierta en ley el proyecto por el que estamos luchando. Los diputados y senadores tienen una responsabilidad histórica. Los sectores vulnerables, una vez más, son las principales víctimas. No pueden seguir muriendo chicas en abortos clandestinos».