Las denominadas narcoseries ganan cada día más espacio en la TV y plataformas de servicios audiovisuales: un recorrido por los sitios de streaming permite contabilizar más de 30 títulos dedicados a narcotraficantes míticos, de mayor o menor volumen de negocios, sicarios y hasta especialistas en lavado de dinero. Pueden ser basadas en hechos reales o totalmente de ficción, pero la temática de las mafias dedicadas al negocio de la droga multiplican la fascinación de espectadores en todo el mundo. 

La creciente oferta se puede dividir en dos grandes grupos: las relacionadas con el «ascenso social» de los protagonistas, en general basadas en historias biográficas surgidas de libros de investigación periodística, y las dedicadas al costado sofisticado del negocio, en las que intervienen personajes de sectores medios y medios altos de la sociedad, ya sea para el lavado de dinero (como la reciente Ozark) o de las drogas de diseño (y también lavado, como la ya mítica Breaking Bad). 

La tendencia surgió en Colombia hace más de diez años luego de que el narcotráfico dejó de ser un problema central para ese país, pero no tardó es extenderse a buena parte del mundo y en la actualidad parece vivir un pico en la oferta de series nuevas, temporadas que se extienden y clásicos que vuelven a verse una y otra vez. Como siempre cuando surge algo que llama la atención, aparece la pregunta que quiere desentrañar el mundo: ¿por qué? «Es como una moda que está durando mucho. Un fenómeno que antes se trataba tangencialmente, que se metía en las tramas de las historias, pero que no predominaba, estaba como oculto –opina Claudio Villarruel, coconductor de Detrás de lo que vemos por AM 750 y exdirector de programación de Telefe durante diez años–. Ahora el narco está en el centro de la escena y los personajes se hacen cada vez más atractivos. Obviamente que hay distintos matices. No podés comparar Breaking Bad con El patrón del mal. Evidentemente la temática despierta la curiosidad de la gente, aunque nunca se habla de las consecuencias de estas mafias. Esto es como el backstage del narco. Y tiene que ver con el poder, la muerte, incluso con el amor, con la familia. Recientemente se estrenó Ozark, que es una especie de lado C de Breaking Bad. Es un mundo nuevo que la gente antes veía sólo desde lo superestructural.» 

En el mismo sentido pero haciendo un rastreo histórico, Leonardo Murolo –director de la Licenciatura en Comunicación Social de  la Universidad de Quilmes–, agrega: «Cuando sólo existía la televisión abierta había que conformar a todos. Por eso no se decía nada políticamente incorrecto. HBO con Los Soprano, AMC con Breaking Bad y Showtime con Dexter empezaron a mostrar cosas muy incorrectas. El umbral se corrió y llegó al narcotráfico, pero mostrándolo de otra manera, con seres humanos que se dedican a algo prohibido: todo eso hace muy atractivos a los personajes y a las nuevas series.»

Las explicaciones del fenómeno de las series sobre narcos encuentran múltiples aristas. «Tiene que ver con temáticas que nos están rodeando socialmente, que al mismo tiempo manejan tramas que abren a muchas direcciones policiales –dice Marta Betoldi, guionista, entre otras, de Ciega a citas, Socias y Esperanza mía–. El narco abarca a gente que tiene desde un estilo de vida de mucha adrenalina, que puede vivir un día en un country y al otro día no está más porque puede ser descubierto, hasta un chico de la villa adicto al paco o al que lo reclutan como soldado narco. Te da un mundo que se puede mover con mucha comodidad en múltiples direcciones, especialmente con todo lo que tiene que ver con Latinoamérica: trata de personas, prostitución, adicciones y violencia. Todos tópicos que le dan muchos condimentos a cualquier historia.”

En sintonía, Villarruel no cree que sean «improvisadas ni tampoco que trabajen sobre el imaginario popular». Más bien se inclina por producciones respaldadas por «mucha investigación. Los guionistas conocen en profundidad el tema. Un grupo importante de series están basadas en libros de investigación y algunos narcos deben dar información porque sirve para generar cierto mito sobre ellos.» 

Más allá de las explicaciones, evidentemente la temática funciona. La extensa lista de series dedicadas al rubro más biográfico incluye, entre otras, a Narcos, El señor de los cielos, La reina del sur, El capo, Escobar: El patrón del mal, Sin tetas no hay paraíso, El cartel de los sapos, La viuda negra, Señora acero, Gomorra, Rosario Tijeras, Las muñecas de la mafia y Dueños del paraíso. Entre las que están más relacionadas con los negocios aledaños al tráfico se destacan Breaking Bad, 1 Contra todos (anunciada), Power, Ozark, Riviera, The Bridge, The Wire, Better Call Saul, Sr. Ávila y Prófugos. 

Una pregunta que se hace inevitable es por qué las series nunca muestran grandes narcotraficantes estadounidenses (Walter White, protagonista de Breaking Bad, no deja de ser un profesor venido a narco, antes que un capo tradicional). Los narcos siempre son latinoamericanos o, en casos más excepcionales, de Italia o la Costa Azul mediterránea.

Murolo vuelve a aportar desde lo histórico: «En la segunda mitad del siglo XX, cuando se consolida la televisión, empezamos a conocer casi todo de Estados Unidos. Aprendimos cómo es su escuela, qué desayunan, cómo y porqué celebran el 4 de julio y Acción de gracias, sus modos de ser niños, hombres, mujeres. Y en eso que nos enseñan el lugar de moralidad es para ellos Bruce Willis, que ya nos salvó la vida 15 veces a cada uno de los habitantes del planeta. Del otro lado, James Bond se peleó toda la vida con los rusos y luego con los árabes. Para Latinoamérica dejaron el rol de narco, que difunde el miedo de que los mexicanos los pueden invadir y los colombianos envenenan a sus hijos.»

Betoldi cree que el narco es un subgénero «que está dentro del género policial; es género policial con temática de narco». Y que «el tema está ocupando primeras planas de todos los diarios mucho más que otros, y tiene relación con casinos, hoteles, prostitución; así que creo que tiene caminos como para seguir explotando». Lo mismo opina Villarruel: «Es una problemática que no va a parar, así que creo que sí. Incluso se puede convertir en un género en sí mismo. Por eso creo que Ozark es una nueva bisagra. Puede abrir nuevos caminos, aspectos de la vida social aún no tocados.»

  Todo parece indicar que así será. Especialmente mientras «la guerra contra el narcotráfico», una de las fábulas históricas más perniciosas que ha conocido la humanidad recientemente, continúe en pie. Una verdadera gallina de huevos de oro que las industrias culturales difícilmente dejen escapar. «

Sin tetas no hay paraíso, la pionera

El origen de todo. Basada en la novela homónima de Gustavo Bolívar, recrea la historia de una chica que provee señoritas a diversos narcotraficantes. Por primera vez la TV colombiana se le animó a un tema de su historia reciente. El éxito fue inmediato y espectacular, como si el público estuviera esperando que alguien de la misma sociedad colombiana diera su mirada sobre el tema.

El patrón del mal, el mejor Escobar

Basada en el libro La parábola de Pablo y el testimonio de sus víctimas, cuenta la brutal historia de Pablo Escobar Gaviria. La apuesta más ambiciosa de Caracol Televisión resultó bien pagada: además del éxito local, se vendió a muchos países del mundo. Participaron más de 1300 actores y fue grabada cien por ciento en exteriores. 

Narcos, la versión made in EE UU

Pese a girar sobre el apogeo y caída de Pablo Escobar Gaviria, le encontraron la vuelta para que ahora la trama siga con sus sucesores, el Cártel de Cali (que incluso con Escobar ya era más poderoso). La DEA gana participación en la trama y aparecen cuatro nuevos personajes: el cuarteto que dirige el Cártel de Cali, que opera con un estilo muy distinto al de Pablo Escobar.

Snowfall, el menudeo del Crack

Sobre el origen del negocio del crack en Los Ángeles de principios de los ’80. Creada y escrita por Eric Amadio, Dave Andron y John Singleton (el director de la reconocida Boyz N the Hood, que aquí también dirige algunos capítulos). Por lo visto en los primeros capítulos, es bastante áspera y tiene que ver más con el negocio del «chiquitaje» que con el de los grandes jugadores del narco. 

Sobreviviendo a Escobar

Su formato es más tradicional y relacionado con la narconovela mexicana. Son 60 capítulos que cuentan la historia de Jhon Jairo Velásquez (más conocido como Popeye), el sicario más reconocido de Pablo Escobar Gaviria. La serie se desarrolla a partir del momento en que Popeye ingresa en la cárcel y debe sobrevivir a situaciones de extrema hostilidad que se desencadenan cuando el narcotráfico colombiano reacomoda sus jerarquías.

Orzak, la lavandería

Una buena parte de los especialistas y fans la consagró como la sucesora de Breaking Bad. Netflix acaba de lanzar toda la primera temporada y ya está garantizada la segunda. Un asesor financiero de clase media alta estafa junto con su socio a un cártel para el que lavaba dinero. Al ser descubierto –a cambio de su vida– ofrece lavar una cantidad sideral de millones de dólares en cinco años.

Entre lo económico y lo simbólico, por Ornela Carboni

En la última década las series y novelas relacionadas con el mundo narco atraen la atención de las audiencias. Su origen puede situarse en Colombia, aunque rápidamente se extiende a otros países que compran los enlatados y/o formatos. 

Las narcoficciones nos permiten reflexionar sobre al menos cuatro aspectos. En primer lugar, estas producciones forman parte de las industrias culturales, por eso tienen un doble valor económico, reproducen el capital simbólico, transmiten valores, ideas y formas de comportamiento. Se caracterizan por ser contenidos con un gran despliegue de producción y calidad técnica, abultados presupuestos por capítulo y el uso de escenarios naturales para situar los relatos. En segundo término, un conjunto de ficciones locales se glocalizan, es decir, se entrelaza lo local y lo extranjero, por eso aunque muchas de las narcoficciones se centren en hechos verídicos, las grabaciones se ubican en distintos países: EE UU, España, Colombia y México. El tercer aspecto apunta a que unas pocas productoras concentran la producción, distribución y comercialización (Caracol, RCN, Telemundo, Univisión, Argos, entre otras). Por último, cabe destacar que las narcoficciones exceden el mundo hispanohablante y televisivo, las plataformas como Netflix posan sus ojos sobre estas temáticas redituables. 

Las narcoficciones exceden el ámbito latinoamericano, prueba de esto es la exitosa serie norteamericana Breaking Bad. Queda claro que cuando las industrias culturales identifican un éxito lo explotan, aunque las narcoficciones parecen ser más que una moda. «

-Ornela Carboni es doctora en Ciencias Sociales, UBA (UNQ/Conicet).