Cuando mañana el presidente Donald Trump reciba en la Casa Blanca a Benjamín Netanyahu, va a tener que esforzarse para eludir el chantaje que seguramente le hará el primer ministro israelí: o lo apoya en una guerra contra Irán o el yerno del mandatario, Jared Kushner, será salpicado por las causas por corrupción que amenazan al premier. La confusión entre negocios y política está poniendo hoy al mundo al borde de la hecatombe.

Desde el 24 está vigente en Siria una tregua decretada por el Consejo de Seguridad de la ONU. Sin embargo, las hostilidades nunca se detuvieron. La región de Ghouta Oriental –una comarca semi rural que va desde los barrios orientales de Damasco hasta las colinas a 50 km al este y en la que viven unas 400 mil personas– está ocupada desde 2012 por milicianos islamistas y mercenarios adiestrados por EE UU. Que diariamente disparan cohetes hacia la capital, como si desde Ciudadela se bombardeara Buenos Aires.

Los gobiernos de Rusia y Siria acusan a los islamistas de interrumpir el corredor humanitario pactado en la tregua e impedir la salida de los civiles. Por su parte, los rebeldes y la prensa occidental culpan a la aviación siria por las violaciones. Más de 500 civiles han muerto en las últimas dos semanas en la zona de combate que el ejército sirio va reconquistando palmo a palmo.

Aunque hace mucho que la información periodística está cooptada por los militares, en esta última fase de la guerra en Siria la atomización de las fuentes y la guerra psicológica impiden tener una visión objetiva, por lo que hay que acudir al sentido común. Ninguno de los actores en la guerra de Siria se distingue por su humanismo. El gobierno de Bashar al-Assad puede tener interés en acelerar la ofensiva sobre el enclave de Ghouta para librarse de los continuos bombardeos sobre la capital, pero no al precio de arriesgar una guerra internacional que tampoco quieren Rusia e Irán. Los únicos a quienes puede servir una guerra que abarque todo Oriente Medio están en el Pentágono y el gobierno israelí.

Desde que fue derrotado el Estado Islámico, la campaña de propaganda occidental busca la guerra con Irán. Para evitarla, 15 exmiembros de distintos servicios de inteligencia de EE UU dirigieron una carta abierta a Trump, en la que demuestran con argumentos y hechos que Irán no representa ninguna amenaza para su país ni está en condiciones de llevar una guerra ofensiva contra sus vecinos. Si, en cambio, puede defenderse eficazmente en caso de ataque, causar graves y perdurables pérdidas al agresor e involucrar a Rusia en su defensa, desatando una guerra mundial.

No obstante las pruebas, las provocaciones belicistas continúan. El pasado 27 la cadena Fox irradió la filmación por un satélite israelí de lo que sería una nueva base militar iraní al oeste de Damasco. Como se sabe, la difusión del film prenuncia un ataque aéreo israelí que puede desatar la guerra.

El 6 de mayo debería celebrarse en Líbano la elección parlamentaria pospuesta desde 2014. De acuerdo a las previsiones, volvería a conformarse un gobierno de unidad nacional como el actual que mantuvo al país fuera de la guerra de Siria y le permitió  conceder a un consorcio ítalo-francés la explotación de dos campos gasíferos en el Mediterráneo, con tan mala suerte que uno de ellos es reclamado por Israel, cuyo ministro de Defensa, Avigdor Lieberman, amenazó con la ocupación naval del campo. 

El pasado viernes 2 la brigada antifraude de la policía israelí interrogó a Netanyahu y (por separado) a su esposa Sarah por las supuestas filtraciones de información privilegiada a Bezeq, el principal operador telefónico del país, a cambio de una cobertura favorable en un diario de la empresa. Después de 12 años de gobierno, Netanyahu está al borde del abismo y no le importa desatar una guerra de proporciones, para salvar el pellejo y los negocios.

Si el primer ministro cae, va a arrastrar a Jared Kushner, esposo de Ivanka Trump, quien por la empresa inmobiliaria de su familia tiene estrechos vínculos con el premier israelí. Ya el pasado 27 el jefe del Gabinete presidencial, el general John Kelly, le rebajó la certificación de seguridad por no completar la información solicitada desde hace meses por el FBI. Esta decisión implicó un duro golpe para el joven asesor presidencial quien, para su misión de buscar oficiosamente un acuerdo entre árabes e israelíes, precisa acceder a información sensible de inteligencia.

Acciones recientes de Jared e Ivanka en relación a Corea y Oriente Medio permiten dudar sobre si son más leales al presidente o a Netanyahu. Por ello, la degradación de Kushner pudo haber sido una advertencia del presidente al primer ministro israelí antes de su visita. De todos modos, este no tiene más salida que presionar a Trump para que lo apoye en una guerra contra Irán, su único escape de la cárcel. En su misión suicida lo secundan el Pentágono y los medios occidentales hegemónicos, pero difícilmente el presidente, por lo que la reunión del lunes amerita alquilar balcones. «