Pensado para indagar en el complejo cruce entre dos artes tan populares como el cine y la literatura, el Encuentro Internacional «Del libro a la pantalla», organizado por la Cátedra Coetzee de la Universidad Nacional de San Martín, que dirige el sudafricano J.M. Coetzee, ganador del premio Nobel de Literatura 2003, reúne a un valioso y oportuno puñado de voces. Desde cineastas locales como Tristán Bauer, Fernando Spiner y Marcelo Pyñeiro y el escritor Marcelo Figueras, a destacadas figuras extranjeras como el director mexicano Arturo Ripstein y su esposa, la guionista Paz Alicia Garciadiego, la productora y guionista Anna María Monticelli o el británico Nick Drake, todos aceptaron el desafío de explorar en ese territorio.

Artista multifacético, el currículum de Drake abarca gran cantidad de géneros y disciplinas. Es dueño de una obra poética que incluye los libros The Man in the White Suit (1999), From The Word Go (2008) y The Farewell Glacier (2012), escrito a partir de una larga travesía por el Ártico. Como autor teatral tiene escritas una media docena de obras y otras tantas en su faceta de guionista cinematográfico, terreno en el que se destaca su trabajo en la película Rómulo, mi padre, protagonizada por Eric Bana y Franka Potente, y ganadora de múltiples premios en Australia. Razones de sobra para convertirlo en una fuente valiosa a la hora de hablar del nexo entre ámbos géneros.

«Si bien el cine es un formato en sí mismo, tanto este como el teatro son artes más basadas en elementos visuales que además, como la narración, están conducidos por una trama. Desde este punto de vista, y si bien el cine también puede contener poesía, diría que el teatro o las formas narrativas son las más similares a las películas», sostiene Drake al ser consultado sobre los puentes que ligan las diferentes disciplinas. Claro que pensado en términos de adaptación, el esfuerzo de traspasar una obra de un formato determinado al otro no necesariamente demanda en cada caso el uso de herramientas similares. «Solo puedo hablar desde mi propia experiencia y Rómulo, mi padre está basada en las memorias del filósofo australiano Raymod Gaita sobre su padre y su vida como exiliado, un relato de experiencias vitales. Nunca he adaptado una obra literaria, sino que he trabajado sobe un material, digamos, más ambiguo, más difuso respecto de la acción y la trama». Sin embargo aclara que se trata antes de una cuestión de oportunidad que de una decisión personal. «Para hacerlo tendría que encontrar una novela que me conmueva al punto de sentir la necesidad de adaptarla», agrega y confiesa que le gustaría trabajar sobre la novela Middlemarch de George Eliot (seudónimo de la escritora inglesa Mary Anne Evans), aunque se trata de «una obra demasiado larga para el cine, así que tal vez el formato indicado en este caso sea el de una serie de televisión».

Su guión más reciente está basado en la vida de Chelsea Manning, el soldado que desató una crisis política de escala mundial al filtrar documentos clasificados vinculados con la ocupación estadounidense en Irak y que ya en prisión se realizó una operación transgénero. Un trabajo que si bien comparte con Rómulo, mi padre el hecho de tomar como punto de partida una historia real, parece representar perspectivas estéticas diferentes. «Trabajar sobre la vida de otros siempre es complicado, porque uno siente una responsabilidad para con las personas cuyas vidas está llevando a un guión y hay ciertas cosas que tenés que respetar», reflexiona Drake. «Pero además tenés una responsabilidad para con la película que querés hacer y el público que luego irá a verla», agrega. Aunque reconoce que los casos de Gaita y Manning son muy distintos, cree que en ambos «lo que uno debe hacer es tratar de contar la historia lo mejor posible con los elementos que tiene a mano».

En cuanto a las dificultades que conlleva la decisión de adaptar una obra literaria, Drake admite que «probablemente haya libros infilmables» y menciona como ejemplo la obra de Marcel Proust. «La pregunta que uno debe hacerse es por qué, para qué quiero yo pasar esta historia de la literatura al cine. Con qué propósito. Es muy difícil trasladar al cine la totalidad del valor de una obra literaria y más con aquellas en las cuales buena parte de su belleza radica en el modo en que el lenguaje es utilizado, algo que es imposible recrear fielmente», completa. Sin embargo considera que no siempre la fidelidad debería ser el norte del adaptador. «Cuando se trabaja sobre una obra estrictamente literaria, uno tiene que estar dispuesto a destruir el original, para poder reconstruir en el formato del cine. Se debe ser más infiel», asevera el británico, aunque aclara que como «la mayoría de las novelas adaptadas al cine son más bien malas, entonces es más fácil ser irrespetuoso con el autor y dedicarte a construir tu propia obra». «