Con una trayectoria de cuatro años y poco más de veinte libros publicados, la editorial Limonero, dedicada al libro infantil, en el mes de abril fue galardonda como la mejor editorial de América del Sur y América Central en la 56° Feria del Libro Infantil de Bologna, la más importante en el género infanto-juvenil.

Limonero es un emprendimiento de Lulú Kirschenbaum y Manuel Rud quienes en 2014 fundaron esta editorial independiente con un criterio muy claro de lo que es la literatura infantil para ellos. Dicho criterio va a contrapelo de todos los lugares comunes referidos a la escritura para chicos. Ambos consideran que no se trata de una literatura que deba cumplir una función pedagógica, ni que que tenga una marcada especificidad respecto de la literatura considerada para adultos. Su destino, como el de cualquier otra literatura, es provocar el goce del lector.

Su especialidad es el libro-álbum en el que texto e ilustración se reparten equitativamente el protagonismo. De este modo estimulan el carácter sensorial que tiene el rito de la lectura en papel en la que el recorrido de la historia es acompañado de la textura de las páginas, el impacto de los colores, la solidez de la tapa, la importancia de la forma y el diseño y hasta de los aromas que los libros suelen guardar entre sus páginas.

En diálogo con Tiempo Argentino, ambos se refirieron al proyecto editorial que tienen en común.

-¿Cómo se fundó la editorial?

Manuel Rud: Nos conocemos hace muchos años, los dos estudiamos Letras en la Universidad de Buenos Aires y trabajamos mucho tiempo juntos en el mundo editorial, pero no con un sello propio. Durante veinte años nos dedicamos a hacer contenidos editoriales para libros de texto, pero desde hacía mucho tiempo teníamos la inquietud de fundar una editorial propia, quizá por haber visto mucho material para niños que no nos gustaba o con el que no compartíamos principios estéticos. Es decir que el origen de la editorial es muy anterior en nuestros deseos a su nacimiento concreto.

-Desde hace un tiempo las cosas comenzaron a cambiar, pero literatura infantil durante mucho tiempo fue bastardeada como un territorio menor o que solo tiene un valor didáctico ¿Cuáles son los criterios estéticos con los que ustedes la encararon?

M.R: -En principio, tratando de desencajonar la idea de literatura infantil que también nosotros palpamos que muchos autores y editores consideran un género menor. Nos interesa la literatura infantil pero no desde lo infantil, sino desde la experiencia de lectura. De hecho, no creemos mucho en la división entre literatura para adultos y literatura para chicos. Un libro es bueno para quien lo lea, ya sea un adulto o un chico. Nos interesa hacer libros que les interesen a chicos y grandes. Uno se pregunta qué es lo infantil y la verdad es que no sabría cómo definirlo. Sí hay una literatura infantil estereotipada, asociada a ciertos temas, a cierto tipo de ilustración, a la transmisión de un mensaje, de un contenido. Nosotros le escapamos a eso. Trabajamos mucho con literatura funcional haciendo videotextos para Estados Unidos que transmiten un determinado contenido, una pauta. Con eso nos curamos en salud. Es una cuestión de principios. Creemos que la literatura infantil no viene a enseñar nada, ni a dar un menaje, sino a dar gozo. De ese modo tomamos nuestras decisiones de catálogo, pensando en el disfrute del lector.

Lulú Kirschbaum.: -Y también en nuestro propio disfrute en la lectura.  Y aquí te diría que hay hasta una cosa arbitraria, no tan fundada ideológicamente. Muchos de nuestros libros son traducciones, que aparecieron publicadas en otras lenguas y que nos parecieron fantásticas a nosotros, creímos que debíamos publicarlos en español y avanzamos en esa dirección. Sentimos que es un lujo poder darnos el gusto de hacer ese tipo de libros en español.

-¿El catálogo contempla también la inclusión de autores argentinos?

L:K.: -Sí, también. Nuestra propuesta es ir balanceando el catálogo y tener traducciones y libros propios. En diciembre publicamos tres libros propios con los que nos sentimos muy felices. Una de las autoras es María Teresa Andruetto y el libro tiene ilustraciones de Martina Trach que es una ilustradora jovencita para la que es su primer libro. También publicamos uno de Nicolás Schuff con ilustraciones de Maguma, un ilustrador español muy interesante, y Dentro de una cebra, de Micaela Chirif que es una autora peruana, con ilustraciones de Renato Moriconi, un ilustrador brasileño fantástico. Cada vez tenemos más producción propia. Para nosotros, que venimos de las letras, el diálogo con el ilustrador es algo más nuevo y muy importante.

-La ilustración es clave en los libros para chicos.

M.R.: Sí, nosotros hacemos exclusivamente libros ilustrados, lo cual no necesariamente quiere decir infantil, aunque suelen relacionarse los dos conceptos.

-Uno a veces tiene que recurrir a un libro infantil para disfrutar de un libro ilustrado (risas).

M.R.: Pero eso por suerte está cambiando y es una de las pocas buenas cosas que están pasando en el mercado. El libro ilustrado mantiene su carácter de libro-objeto y, en este sentido, por su materialidad, es más difícil que las plataformas electrónicas lo desplacen.

L.K: Nosotros hacemos libros de tapa dura con el formato que nos parece que va para ese libro, cuidamos mucho la elección del papel, somos muy obsesivos en todo eso.

M.R.: -Pero tampoco somos apocalípticos con el libro digital. Nos parece algo ecológico, importante desde el punto de vista económico, pero el tipo de libro que nosotros hacemos tiene una resistencia, un aura en la que confiamos. Creo, además, que este tipo de libro es uno de los pocos que tiene crecimiento en el mundo editorial.  Por eso el libro ilustrado resiste mejor los tiempos de crisis, sobre todo en Argentina donde la crisis es muy marcada. No digo que estemos bien, pero quizá sí un poquito mejor que otros sectores de la industria editorial. Como pasó hace algunos años con el cómic, creo que los adultos están volviendo al libro ilustrado sin miedo, sin vergüenza.

L.K.: Sí, ya no necesitan la coartada de un niño (risas). Nosotros publicamos Mi pequeño y creemos que es un libro ilustrado para adultos. Tiene muy poco texto, como los libros para chicos, pero nos parece que también es adecuado para los grandes.

M.R.: Sí, creo que es lo menos infantil que hemos publicado y que tiene un balance perfecto entre lenguaje gráfico y lenguaje verbal. Tiene distintas capas, distintos estratos de lectura, por lo que es adecuado tanto para niños como para mayores.

-¿Qué prejuicios hay todavía respecto de los libros de literatura infantil?

M.R.: Que el chico debe comprender totalmente lo que lee, debe comprender el léxico. Eso es contrario a la idea misma de lectura porque cuando uno lee aprende palabras, no conoce de antemano todas las palabras que lee.

– Cuando sos chico te encontrás con palabras que no entendés literamente, pero que te fascinan. La fascinación es parte fundamental de la lectura, es el juego con la palabra.

M.R: -Sí, eso es lo que creemos. Sí es cierto que hay temas que no son ideales para los chicos, pero la mayoría sí lo son porque un chico los puede tomar desde un nivel cognitivo, desde la interacción con su contenido o con su forma, puede comprender en diferentes niveles. Creo que hay pocas cosas que solo pueden leer los adultos. El chico puede encontrar, creo, disfrute en todo. Eso pasa mucho con la poesía en la que los chicos descubren muchas más cosas que los adultos.

-Claro, la lectura de poesía no se puede reducir a la comprensión del texto, porque lo emocional no tiene un sentido único.

L.K.: Claro, además están los sentidos que van descubriendo les niñes a medida que crecen. Por ejemplo, nosotros publicamos 13 palabras que es una especie de cadáver exquisito, son 13 palabras que constituyen una historia surrealista y creo que un chico muy chiquito, de dos años, puede sentirse interpelado por él porque tiene imágenes muy brillantes y también es un libro que interesa a adultos. Permite ir descubriendo una cantidad de cosas en lecturas sucesivas.

M.R.: -Por eso apostamos a que el libro tenga tapa dura, a que sea durable. Cuando a los chicos les gusta un libro determinado, por lo general quieren leer o que les lean todas las noches el mismo libro durante un cierto período. Pero a lo mejor vuelve a ese libro varios años después, por eso la tapa dura no es solo una cuestión de cuidado del objeto en sí, sino de durabilidad porque tiene que mantenerse en el tiempo.

-¿Cómo llegan a un libro para publicarlo?

L.K.: -Creo que cada uno llegó a nosotros de una manera distinta. Sí tenemos algunos canales prefijados, pero cada libro tiene su historia. Las traducciones las fuimos encontrando en ferias, por lo que inicialmente fuimos a la Feria de Bologna que es maravillosa y a la que es un lujo poder ir porque en ella está la literatura infantil de todo el mundo. A medida que fuimos afinando el ojo, fuimos eligiendo editoriales del resto del mundo que nos interesan más. También dimos con libros que nos interesaron entrando a librerías. Además, recibimos textos, ilustraciones, proyectos.

M.R.: Tratamos de leer todo lo que nos mandan, que, por supuesto, no siempre se adecua a la editorial, y de hacer una devolución. El libro álbum es más rápido de leer, cosa que no sucede, por ejemplo, con una novela.

L.K.: No tenemos algo prefijado en cuanto al estilo o la temática. Lo que valoramos de lo que nos mandan es lo que nos gusta a nosotros. Tenemos una intuición que no es de tipo comercial, sino que está referida a cómo creemos que va a funcionar un libro. Por ejemplo, Mi pequeño funcionó muy bien, pero más allá de que un libro se venda o no, lo que buscamos es que nos guste que forme parte del catálogo de Limonero.

M.R.: Nosotros somos una editorial independiente. ¿Qué quiere decir eso? Que somos independientes de las determinaciones comerciales. Nunca decidimos publicar un libro en función de cuánto va a vender porque por ese camino vamos directo a hacer Mickey Mouse que es algo que seguro va a vender mucho. Queremos ser competitivos en el sentido de no dejar nadie afuera de nuestros libros.

En la Feria del Libro de Buenos Aires presentaron Una rosa en la trompa de un elefante. Es un libro muy lindo, con una estética que no se ve con frecuencia.

M.R.: -Sí, es un libro de un poeta portugués surrealista de la década del 70. Es el único libro para chicos que publicó el autor y que está dedicado a su hija Griselda. Las ilustraciones son de una artista visual increíble, moderna, Mariana Malhao. La combinación es increíble. Esos poemas que son un poco aniñados, un poco ingenuos, un poco locos, tienen ilustraciones que son muy voladas, que tiene algo que ver con Europa Oriental.

-¿Cuál es el plan editorial para el futuro?

L.K.: -Tenemos varios proyectos en diferentes momentos de producción. Lo que queremos es publicar entre 6 y 8 libros por año. Tenemos un equipo fantástico, chiquito pero muy comprometido.

-La editorial es muy joven, pero ya tuvion un premio muy importante en la Feria de Bologna. ¿Cómo lo recibieron?

M.R.: Fue un gran espaldarazo que nos tomó por sorpresa porque no esperábamos un reconocimiento así.

L.K.: -La Feria de Bologna, que es la más importante en su rubro. Premia, por un lado, libros de distintas categorías: ficción, ópera prima…Luego premia a la mejor labor editorial del año. Nominan 5 editoriales de África, 5 de América Latina, 5 de Europa y luego los asistentes votan. Nosotros ganamos como la mejor editorial de Latinoamérica. Es un reconocimiento enorme que nos tiene todavía emocionados.