Adriana Gonzales no había hablado. Desde la mañana del 29 de diciembre, cuando la noticia sobre la detención en Chile del supuesto asesino de Brian Aguinaco se empezó a replicar hasta la saturación, se dedicó a escuchar. “Mi hijo –dice al fin a Tiempo– fue señalado por toda la Argentina. Los canales y los diarios lo presentaron como un delincuente terrible. Dieron su nombre, mostraron su cara, hasta el día de hoy, en Perú, lo siguen persiguiendo. La policía merodea la casa y los periodistas le golpean la puerta para que salga. El daño psicológico que le hicieron es muy grande. Lo destruyeron a él y a toda la familia”.

El hijo de Adriana tiene 16 años. Es argentino aunque, convenientemente, se insistió desde varios medios de comunicación en que era peruano. Una comitiva de efectivos de Interpol lo detuvo en Santiago de Chile, acusado de matar de un disparo en la cara a otro adolescente de 14 años durante la huida de un robo frustrado.

“Yo sé cómo es mi hijo, pero quiero que lo sepa el resto. Si todo un país acusó a mi hijo de asesino, qué van a decir cuando salgan a la luz las pruebas de que él no fue”, asegura Adriana, de 40 años, madre de cinco hijos, dos de ellos nacidos en la Argentina, la menor de sólo dos años y medio.

El sábado 24 de diciembre, cerca de las tres de la tarde, sobre la avenida Asamblea, entre Robertson y Rivera Indarte, en el Bajo Flores, dos mujeres, madre e hija, fueron sorprendidas por dos delincuentes a bordo de una moto. El que iba atrás se bajó maniobrando una pistola y las amenazó para que entregaran sus carteras. De acuerdo a la versión oficial, un Renault 19 conducido por Enrique Aguinaco, abuelo de Brian, encerró a los delincuentes, al menos dos veces, para evitar la fuga. Los ladrones, sin embargo, lograron doblar en Rivera Indarte y en su afán por escapar comenzaron a disparar contra el auto que había iniciado la persecución. Uno de los plomos le dio a Brian, que viajaba en el asiento del acompañante. El abuelo lo llevó al Hospital Piñero, pero por la gravedad de la herida el menor debió ser trasladado de urgencia al Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. En una cama de terapia intensiva agonizó dos días y murió.

El crimen de Brian generó marchas y protestas de los vecinos de Flores frente a la comisaría 38ª, que terminaron en incidentes y destrozos. Por el caso, el ministro de Justicia y Seguridad porteño, Martín Ocampo, dispuso la remoción del jefe de la seccional y se comprometió a reforzar la seguridad en el barrio. Pero la onda expansiva no se detuvo y sirvió para instalar otra vez el debate sobre la baja en la edad de imputabilidad. El propio ministro de Justicia, Germán Garavano, confirmó en aquellos días que el gobierno vería con buenos ojos modificar el régimen penal juvenil y bajar la edad de punibilidad de 16 a 14 años. El hecho también sirvió de excusa para que un sector de la sociedad aliente consignas xenófobas y discriminatorias con la excusa de la indignación.

“Tuve que cerrar mi Facebook por todas las cosas horribles que la gente escribía. Me decían que debía morir yo y todos mis hijos. Tengo una nena de once años a la que las amiguitas del colegio viven insultando desde que pasó esto, y por eso la tuve que llevar a un psicólogo. No puedo entender tanta discriminación ni tanto odio”, se queja Adriana.

“Al momento del crimen, el hijo de Adriana estaba con la novia –explica Jonatan Vicente, abogado de la familia del chico acusado–. Nosotros ya pedimos todas las filmaciones de las cámaras que pudieron haberlo captado. Por ejemplo, la de una casa de repuestos donde compró un filtro, y la de una casa de deportes adonde fue con la novia a cambiar un par de zapatillas”. Vicente destaca que el menor sospechado fue sometido a cuatro ruedas de reconocimiento –una con el testigo que llamó al SAME, otra con el abuelo de Brian Aguinaco y las dos restantes con las víctimas del robo– y que en ninguna fue apuntado. Hoy está en Perú con su abuela. Aquí recibió amenazas en el instituto donde se encontraba alojado.

“Lo único que existe hasta ahora en el expediente –continua el abogado– es la declaración de un policía que dice haber hecho tareas de inteligencia en el barrio. Ese agente contó que un joven, del que no figura el nombre, ni siquiera un apodo, se le acercó y le contó que el asesino del chico era el hijo de Adriana y otro al que le dicen Yum (se trata de Luis Armando Gómez, de 26 años, quien todavía está detenido por el hecho). Sólo por eso viajaron hasta Chile para buscarlo”. El viaje a Santiago de Chile, asegura Vicente, estaba programado desde mucho antes del crimen de Aguinaco. El chico iba a encontrarse con su padre, que reside en Chile, con la idea de radicarse allí.

“No tenían ninguna prueba para detenerlo, solamente se basaron en un chusmerío. Ahí empezó toda la discriminación”, se lamenta Adriana Gonzales Cuadrado.

–¿Qué espera que pase ahora?

– Primero quiero que encuentren al que mató al nenito. Y después que la gente entienda que no tiene que acusar así. Yo me hago cargo del problema que tuve (la mujer está cumpliendo prisión domiciliaria luego de un juicio abreviado por una causa de drogas), pero mi hijo no tiene nada que ver. Si tanto quieren deportarme, que me deporten. Pero primero que se aclare lo de mi hijo, porque el asesino se está riendo, gozando de la vida, mientras dos familias están destruidas. «