Hay cajones que guardan manuscritos, archivos en computadora que se abren y se vuelven a cerrar con algún que otro cambio, servilletas borroneadas, papeles con letras sueltas. Las canciones a veces salen de un tirón y otras tardan años en encontrar su momento. Con las de Suenan las alarmas, noveno disco de estudio de No Te Va Gustar, pasó algo curioso: son canciones urgentes, su tiempo es hoy y ya no podían esperar reescrituras. No fue pensado ni calculado pero el concepto del álbum fue redondo y de ahí el título. No Te Va Gustar, con más de 20 años pisando los escenarios, presentará Suenan las alarmas este sábado en el Hipódromo de Palermo. El reencuentro con el público argentino es más que esperado. Una comunión necesaria para que las voces se conviertan en plegarias y la euforia se contagie. 

«El mundo es algo bien loco y bien abominable…», escribió Voltaire en su libro Cándido, de 1759. Esa frase la hace propia la banda comandada por Emiliano Brancciari (voz y guitarra), quien junto con Gonzalo «Japo» Castex (percusión) participaron de esta entrevista. «Lo loco y abominable es que más de 200 años después estas palabras sigan estando vigentes y no haya cambiado nada. La humanidad evoluciona pero el mundo continúa siendo un lugar, en muchos aspectos, injusto, inhóspito y cínico. Suenan las alarmas fue producido en este contexto de incertidumbre internacional, social, política y personal. Estas canciones no pretenden ser una cura para ninguno de estos males, sino un refugio, algo que intente proteger el espíritu y el corazón», escribió NTVG cuando salió el disco, a modo de carta de presentación, y a eso se refieren.

–¿Qué canciones de este disco tenían que salir en este momento y no en otro?

Emiliano Brancciari: –Yo creo que todas. Obviamente, las que fueron compuestas en este período tan turbulento que vivimos, hasta «Autodestructivo», que es una canción de 2009 que tenía que salir ahora. Le encontramos la vuelta. En otro disco no hubiera quedado como queríamos.  

Gonzalo «Japo» Castex: –Creo que el disco tiene una vigencia y una urgencia importante también de acuerdo al presente en que vivimos. 

–Después de El tiempo otra vez avanza, disco con el que celebraron 20 años de trayectoria, ¿dónde pusieron el foco para Suenan las alarmas?

E.B.: –El foco estuvo puesto en cambiar el sonido, en que el audio fuera diferente al disco anterior, por eso llamamos a Héctor Castillo (NdR: reconocido productor discográfico, quien trabajó con David Bowie, Lou Reed, Pete Townshend y Gustavo Cerati, entre otros), pensamos que él nos podía aportar algo sumamente diferente y así fue. Después, con las canciones logramos otras cosas que no las teníamos pensadas, no sabíamos que juntas iban a formar cierto concepto de urgencia, que todas las canciones iban a ser tan intensas. 

–¿Qué del sonido que habían logrado no querían resignar y cuáles eran los terrenos que tenían ganas de explorar?

G.J.C.: –Venimos del disco anterior en el que habíamos cambiado el método de grabación. En ese momento grabamos la base todos juntos tocando los instrumentos a la vez, lo que te acota la sobregrabación y te da una frescura distinta. Eso no queríamos perderlo pero queríamos que el sonido fuese un poco más internacional, con más rock y más parecido a lo que se vive en el escenario. Eso se logró porque Héctor trabajó mucho las canciones en cada toma, trabajó con distintos micrófonos y con eso hizo como una composición sonora que le dio una cualidad plástica muy particular a cada toma y en el ensamble final de la canción se recontranota. 

–¿Cuánto se involucran en el trazo fino del proceso?

E.B.: –Cien por ciento. Estábamos todos full time.

G.J.C.: –Pero también asumimos los riesgos porque son los que te llevan a lugares donde, si no, no podríamos estar. En eso Héctor también hizo especial hincapié en exigirnos a los músicos que no estuviéramos cómodos, que no hagamos lo que nos quedaba más fácil.

–¿Sintieron que en algún momento de la historia de la banda estaban más cómodos?

E.B.: –Tal vez estábamos un poco distraídos cuando empezamos a trabajar en El calor del pleno invierno (2012) y enseguida nos pasó lo de Marcel (NdR: Curuchet, tecladista, quien murió en un accidente de moto durante una gira de NTVG por los Estados Unidos) que nos pegó un cachetazo, una piña en el mentón y nos puso de nuevo en eje y juntos. Creo que ahí estábamos un poco distraídos y, por ahí, rozando por cosas que no eran importantes.

–Esa vuelta al eje los habrá hecho replantearse cómo seguir adelante. ¿Cuál fue la respuesta? 

E.B.: –El cariño y el amor que nos tenemos y la motivación musical no los hemos perdido y están más fuertes que nunca. Estamos, sinceramente, muy motivados con el nuevo material, con superarnos, con tocar cada vez mejor, con dar cada vez mejores espectáculos. La verdad es que eso en sí mismo nos mantiene vigentes y juntos.

Emiliano tiene un puñado de discos que reconoce como gran influencia en su carrera: el Álbum Blanco, de Los Beatles; Led Zeppelin II; y «alguno de Creedence y de los Rolling Stones». Estaban en su casa, en vinilos que ponía una y otra vez. Para él, la cara más visible de una banda que creció a las luces de la era digital, «el acto de escuchar música, dar vuelta el disco, respetar el orden de las canciones, es un ritual». Por eso NTVG fue pionero en editar sus discos en vinilo, antes de que la novedad se volviera una constante. Suenan las alarmas es el tercer álbum que sacan en ese formato que, más que un fetiche, tiene que ver con la historia personal de Brancciari.

Quien recorría –y recorre– varias veces los libros internos de sus discos es ahora el responsable de que miles de seguidores repitan en remeras, carpetas de escuela y sus propios papeles sueltos las frases qué el mismo apuntó alguna vez. Este pasaje tan extraño de una intimidad a otra, con millones de aristas en el medio, no deja de sorprenderlo. A sus compañeros, tampoco. Dice Japo: «Es impresionante ver cómo la gente tiene tanta empatía, cómo incorpora y vive cada canción de una manera tan profunda y la hace tan propia. A nosotros nos gusta tener nuestra percepción, nuestra interpretación de las canciones, pero a veces viene alguien y te dice que le pasó tal cosa con la letra y te abre una nueva manera de ver la canción». Emiliano escucha atento, piensa, y acota de corrido: «Uno no está pensando en nadie, está simplemente expresando algo». De repente se interrumpe y pregunta: «¿Y cuándo lo ves tatuado?» Nadie responde. La idea sigue flotando en el aire, como las decenas de palabras que cada fan hace suyas cada día en su propio mundo interno.

La malaria que golpea a los fans

“Fiesta de ambidiestros es la sensación, / todos se pelean por una porción / y cuando vuelve la paz, / una sorpresita más. / Muchos invitados y nosotros no, / mientras nos enfrentan como distracción, / ya sin poder reaccionar, / luego nos tiran al mar”. Así comienza “Guante Blanco”, la cuarta canción de las 12 que conforman Suenan las alarmas. Mucho de ese estado de perturbación acompaña el resto del disco y también cierto estado reflexivo sobre la finitud de la vida, por ejemplo, en el primer corte “Para cuando me muera”.

–¿Cuál es la mirada que tienen sobre Latinoamérica hoy?

E. B.: –De caos, de estar al borde del colapso continuamente. Está todo al rojo vivo, no nos sorprende nada en todo sentido, ni en el social, ni en el político, la violencia… Todo está al borde del colapso.

G. J. C.: –En última instancia lo que queda claro es que el ser humano es el ser humano tenga el color que tenga, viva donde viva. Creo que hay muchas cosas que son inherentes a la naturaleza humana y que en determinadas circunstancias  aflora.

–¿Y cómo banda en qué sentido les repercute?

E. B.: –Vemos la malaria y la gente viene y te lo dice. Nunca nos había pasado en la Argentina que viniera gente llorando al hotel y nos dijera que no nos iba a poder ver porque no tenía para pagar la entrada, sobre todo por la incertidumbre. Es la incertidumbre de no saber si esa platita que tenés la podés gastar en una entrada porque no sabés qué va a pasar mañana. Eso se siente. «