Veinte años, se sabe, no son nada. Mucho menos en la era donde los límites suelen subordinarse a 140 caracteres. Acho Estol y Dolores Solá llegaron a las dos décadas de vida artística y lo festejan por fuera de los protocolos más extendidos: sin editar un disco de grandes éxitos y eludiendo amontonamientos de invitados notables que los sacralicen. Sus festejos incluyeron un ciclo celebratorio de bajo perfil a principio de año y sobre todo pasan por hacer más y nueva música. En este último rubro se inscribe “La Pampa Grande”, un trabajo que articula el vocabulario tanguero y folklórico que La Chicana supo construir con influencias e invitados gaúchos que establecen un puente natural entre Buenos Aires y Rio Grande do Sul. No se trata de un gesto de excentricidad: es una expresión más de la naturaleza de Estol y Solá.

En algún sentido “La Pampa Grande” es la contracara de «Antihéroes y tumbas. Historias del gótico surero» (2015). Si el disco del año pasado se escondía de cielos y esperanzas, el nuevo trabajo suma colores, ritmos y conecta con músicos y tradiciones diferentes. Da lugar a composiciones de Arthur de Faria, Mauro Moraes, Siba, Tom Zé-Rita Lee, Vítor Ramil, Renato Teixeira y Vinicius de Moraes- Toquinho –casi siempre en castellano, a veces en portugués–. Otras tantas corresponden a Estol. Pero acá no hay nada de bossa nova ni de fiesta eterna. Se trata de una búsqueda más sutil que se sostiene en la musicalidad del guitarrista y compositor y la profundidad del fraseo de Solá y logra que a pesar de la diversidad el disco nunca pierda consistencia ni el tono zumbón que circula en el ADN del grupo. “Sou caipira, Pirapora Nossa Senhora de Aparecida, ilumina el pozo oscuro y hondo en el que está mi vida” (Renato Teixeira), canta Solá en “Romería” como para certificar que la no alegría también es brasileña y que La Chicana conecta muy bien por ese lado oscuro.

–Algunos seguidores temieron lo peor cuando se enteraron que iban a grabar un disco con música brasileña.
A. E.: Nosotros también (risas). A mí nunca me gustó la bossa nova ni ese supuesto tono de fiesta permanente. Pero tuvimos la suerte de poder viajar a Brasil y meternos de cabeza en un bagaje cultural enorme. En la zona sur de Brasil se juntan las tradiciones guaraníticas, lo africano, lo europeo y bastante más. Yo era fanático de Tom Zé y Os Mutantes, pero en los viajes se abrió un panorama amplísimo.
D. S.: A mí me gustaba Caetano Veloso, Chico Buarque, María Bethania, Neil Mato Grosso…
A. E.: A mí no tanto. Pero las giras nos permitieron acercarnos de primera mano a ritmos como el forró, la canción folklórica pre bossa nova, la cultura brega, que es como lo grasa, pero lo exhiben con orgullo y puede mutar hasta en punk brega… La música gaúcha en general, que incluye milonga, chamamé, polca y más, nos conmovió mucho. Todo es muy intenso y a su manera, pero también conecta con nuestra Mesopotamia y finalmente con nuestra Pampa.

–Lo curioso es que en el disco aparecen muchos de esos ritmos brasileños, folklore argentino, tango y todo suena a La Chicana. Nada parece forzado.
A. E.: Lo buscamos. No fue azaroso. El disco lo grabamos casi al mismo tiempo que “Antihéroes y tumbas”. Teníamos 40 temas y evaluamos hacer un disco doble, como “Revolución o picnic”. Pero después nos pareció que era mejor que fueran dos álbums diferentes. Ahí empezamos a separar el ganado. Pero al mismo tiempo este proyector de apropiarnos de ciertos ritmos brasileños no es más que profundizar cosas que ya teníamos en un estado más embrionario o latente. Por eso incluimos temas como “Comodín”, que ya había grabado en formato solista, que tenían que ver con este tono y le buscamos una vuelta.

LA DOBLE FRONTERA. “La Pampa Grande” fue grabado en Buenos Aires y Rio Grande do Sul. El proyecto contó con el apoyo de la Secretaría de Cultura de Canoas (Porto Alegre, Brasil). Entre las 16 composiciones se alternan apariciones de músicos como Bebeto Alves (voz), Vítor Ramil (voz), Arthur de Faria (piano, acordeón), Giovanni Berti (percusión), Luiz Carlos Borges (acordeón), Hique Gomez (violín) y Antonio Villeroy (voz).

–¿Qué los sorprendió más de trabajar con estos músicos?
D.S.: Nos llevamos la grata sorpresa de percibir que con algunos de ellos compartimos una búsqueda común. Eso no implica que sonemos igual. Pero hablando con Vítor Ramil e Hique Gomez notamos que nos empuja una necesidad de mestizaje común. De trabajar con los folklores, pero a la vez atravesarlos y torcerlos. Bebeto nos mostró una milonga pasada por distorsión que la rompía. No pasaba sólo por el sonido. Lo más audaz era la mirada. En Brasil también hay sectores muy muy conservadores. Pero la búsqueda de la libertad, al menos en algunos casos, circula con menos conflictos.
A.E:: También disfrutamos mucho del compromiso y entusiasmo de los músicos. Que se manifestó en formas diversas. Por ejemplo, en la percusión de Giovanni Berti en “Efemeróptero”. Que en primera instancia es poco brasileña. No es explosiva ni tan llamativa como podría imaginarse. Pero interpreta la letra con gran lucidez. La canción habla de un insecto muy efímero y la percusión te lleva a esa situación.

–Por los 20 años lanzaron un disco de demos y rarezas que sólo se consigue en los shows.
A. E.: Sí. No le hicimos prensa ni nada. Lo conoce la gente que nos va a ver en vivo. Hay versiones previas a las que se grabaron en distintos discos y algunos temas que quedaron afuera por diferentes motivos. Sobre todo porque no encajaban con la línea general de tal o cual álbum. El disco funciona como un detrás de escena.
D. S.: Lo lindo es que recorre 20 años de música y no hay nada que nos avergüence. Eso habla muy bien de La Chicana. Sobre todo de nuestra capacidad para esconder lo que nos avergüenza (risas).

La Chicana presenta “La Pampa Grande” todos los viernes y sábados de septiembre a las 21.30 hs. en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575).

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