Ana Zabaloy es por estas horas una triste noticia, pero lo que va a perdurar es su legado. “Nos enseñó a denunciar las graves consecuencias que acarrea el modelo de muerte del agronegocio, y mostrar la agroecología. A inundar las aulas de compromiso”, destacó la Red Federal de Docentes por la Vida que la propia Ana ayudó a fundar.

En la Argentina, aproximadamente 700 mil niños y adolescentes estudian en escuelas rurales y están en riesgo por las fumigaciones con agroquímicos los campos vecinos. Los maestros y ordenanzas de esos establecimientos también. Como Ana en San Antonio de Areco o Estela Lemes en Entre Ríos (también enferma, culpa de los altos índices de glifosato y clorpirifós en sangre que le provocaron una polineuropatía degenerativa) los docentes han asumido la lucha por proteger la vida.

“Hoy su cuerpo se fue –dice el comunicado de la Red–. Pero nos quedan sus palabras; nos enseñó que desde los proyectos educativos los niños y las niñas eran los maestros, quienes mejor difunden el mundo en el que queremos vivir. A que observando la naturaleza, las mariposas y las abejas nos enseñan que es Vida y que no lo es. A que las madres, cuando se les da un espacio, son las mejores compañeras que se asombran en una cocina escolar y que entienden perfectamente qué es la Soberanía Alimentaria. A que las escuelas no tienen que ser fumigadas con agrotóxicos y que el campo es un espacio hermoso, que tenemos derecho a habitarlo sin exponer nuestra salud”.

De Ana también se recuerda su valor para enfrentar a los poderosos. Sobre la decisión de la gobernadora María Eugenia Vidal que, según la resolución 246/18 habilitaba a fumigaciones terrestres y aéreas con agrotóxicos sobre escuelas hasta los minutos previos a la apertura de sus puertas, luego derogada por el fuerte repudio de las Organizaciones socioambientales, campesinas y maestros, la ex directora de la escuela N° 11 de San Antonio de Areco declaró a la Agencia DIB: “Conocemos en primera persona el costo humano de este modelo basado en transgénicos y venenos, y no puedo dejar de vincular esta medida con el cierre de escuelas rurales que se está realizando en toda la provincia de Buenos Aires. Es tristísimo y terrible, pero no es casual: es un plan para dejarle el territorio libre al agronegocio”.

Ana murió el domingo, a la hora de la siesta, en su pueblo. Ella lo había denunciado más claro que nadie: “Somos testigos obligados del costo humano del actual sistema productivo”.