¿Es Angela Merkel la última esperanza del Occidente liberal?, se pregunta la BBC inglesa. ¿Es la última garante del statu quo europeo?, interroga la Deutsche Welle, la televisión pública alemana. Preguntas en la misma línea se hacen el New York Times y El País de España. El clima es claro: con el triunfo de Donald Trump festejan los enemigos del orden que Barack Obama construyó y sufren sus aliados, entre ellos su partenaire principal, Alemania.

Por eso, la reciente visita de Obama a Berlín estuvo sobrecargada de simbolismos. Como dos borrachos nostálgicos recordaron viejas glorias y se juraron optimismo. Los medios alemanes se deshicieron en elogios hacia el presidente que se va y volvieron sobre el eje: “Merkel tiene la gran responsabilidad de ser la única que defiende los valores occidentales. (Obama) seguramente la alentó a candidatearse por cuarta vez. El mensaje es claro, los alemanes ahora estamos solos”, publicó el diario Neue Osnabrücker. El domingo siguiente la canciller confirmó que buscará un nuevo período en las elecciones de fines de 2017.
Hoy Alemania está gobernada por lo que se conoce como la gran coalición. Se trata de una alianza entre la CDU de Merkel y la vieja socialdemocracia. Merkel gobierna el país desde 2005 y con su “economía social de mercado” es hoy la tercera potencia mundial. Con un modelo sólido basado en las exportaciones, fundamentalmente intra Unión Europea, construyó un poder que la llevó a ser el árbitro decisivo en cualquier contienda regional.

Así fue la gran responsable del ajuste en Grecia y también la que negoció con el presidente turco Recep Erdogan una política de “brazos abiertos” que significó la llegada de más de un millón de refugiados en 2015.

Hoy el tema de los refugiados es sin lugar a dudas el gran tema nacional. Merkel insiste en su política mientras la oposición cuestiona el shock social que significó la medida. Algunos lo hacen elegantemente, otros con brutalidad germana.

Mientras Merkel con acento kirchnerista enrostra que “los alemanes no estuvieron nunca mejor que ahora”, asciende el partido euroescéptico Alternativa para Alemania. Merkel encabeza las intenciones de voto con un 55%, pero las encuestas ubican a este nuevo movimiento en tercer lugar. En Alemania hablan de la amenaza del “populismo de derecha” cuando se refieren a esa fuerza en crecimiento.

Lo cierto es que el fenómeno es continental. Austria vota en diciembre y la ultraderecha xenófoba tiene muchas chances. En marzo vota Holanda y podría ganar Geert Wilders, que plantea la salida de la Unión Europea sin ambigüedades. En Hungría y en Polonia ya gobierna el euroescepticismo. En abril hay elecciones en Francia y nadie duda de que Marine Le Pen pase al menos a segunda vuelta. Con un Mariano Rajoy frágil, se viralizó recientemente un video de una marcha franquista en las calles de Madrid bajo la consigna Make Spain great again (Haz a España grande nuevamente), así, en inglés. En el Reino Unido ganó el Brexit y los conservadores viraron a la derecha, mientras el Ukip de Nigel Farage, principal impuslor de la salida de la UE, vive una orgía de amor con Trump.

Las preguntas inducen a la respuesta. Alemania fue una clara ganadora del orden mundial que imperó hasta ahora. La llegada de Trump trae incertidumbre y un reordenamiento de las fuerzas. El próximo 2017 será un año decisivo para Europa y a Alemania como potencia le tocará reubicarse en el tablero. «