Los ocho acusados ríen por turnos. Uno hasta tiene el desenfado de vestir la camiseta de River. Otro se muestra más atento a los gestos de la novia, sentada en el fondo de la sala, que a los argumentos del fiscal que tiene enfrente. Confían en su suerte (tal vez sea culpa de la costumbre: durante muchos años sus actos no tuvieron consecuencias), o les fascina verse como mártires de una causa o, lo que sería peor, aún no se han dado cuenta. 

El Tribunal Oral Federal de Mar del Plata juzga por estos días a un grupo de jóvenes –ninguno supera los 30 años– acusados de haber cometido una larga serie de hechos violentos motivados por un componente ideológico fascista. Una saña que recaía siempre sobre los mismos: gays, trans, inmigrantes, anarquistas, militantes de los Derechos Humanos, punks o judíos.

«Al principio los hechos eran de propaganda y fuertemente simbólicos, como los ataques al monumento Memoria, Verdad y Justicia (emplazado en la entrada del balneario Luna Roja, al sur de la ciudad, y que recuerda la desaparición y el asesinato de cinco militantes durante la última dictadura cívico-militar) y al Centro de Residentes Bolivianos. Lo habitual eran las pintadas xenófobas, discriminatorias y negacionistas. Era fuerte porque tenían una carga simbólica muy pesada, sobre todo para las víctimas. Después empezaron con intimidaciones y amenazas directas a las personas, hasta llegar a las golpizas con la intención de matar. En ese momento planteamos públicamente que si no se tomaban cartas en el asunto, en cualquier momento Mar del Plata iba a tener un muerto», recuerda Silvina Elías, referente de La Alameda, una de las organizaciones que impulsaron las denuncias.

El 27 de enero de 2016, en ocasión de conmemorarse el Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto Nazi, La Alameda presentó un informe para poner en conocimiento del intendente Carlos Arroyo, de Cambiemos, «los graves delitos perpetrados por organizaciones fascistas en Mar del Plata y Batán en los últimos cinco años». El documento precisó el accionar de estos grupos e identificó a sus integrantes. «No se pueden circunscribir estos actos violentos a peleas entre tribus urbanas o considerarlos hechos aislados; son crímenes cometidos en asociación ilícita por motivaciones fundadas en la discriminación étnica, religiosa, de género y/o ideológica». 

«Armamos una línea de tiempo –explica Elías– para ver la evolución de los ataques y encontramos que eran las mismas personas que actuaban en grupos con distintas nominaciones. Cuando quisieron participar electoralmente armaron el FONAPA, con Carlos Pampillón a la cabeza; después, un grupo más joven se organizó en el Frente Skinhead, que ya existía en Buenos Aires; la continuación fue Bandera Negra. También vimos que los hechos habían aumentado en frecuencia y en intensidad de violencia».

El hecho que obligó a las autoridades a dejar de mirar para otro lado ocurrió el sábado 24 de octubre de 2015, alrededor de las 6 de la tarde, en Plaza España.

«Íbamos a ir a un evento contra Monsanto y estábamos sentados en un banco de la plaza cuando hubo un altercado con Mailén, la hija de Pampillón e integrante de Rosas Rojas, el ala femenina de estas organizaciones fascistas; ella y otra chica nos insultaron, pero nosotros nos reímos, no le dimos mucha importancia, hasta que en cuestión de minutos aparecieron 15 personas con palos. Salimos corriendo, pero alcanzaron a un compañero y yo volví para defenderlo. Me agarraron y me tomaron de punto. Hicieron un cerco perimetral para que el resto de mis compañeros no me pudiera rescatar. Me pegaron en la cabeza con los palos, que estaban rellenos con cemento, y perdí el conocimiento. Después me contaron que un ‘trapito’ se tiró arriba mío para que me dejaran de golpear, porque me iban a matar», cuenta Lucas Baima, uno de los querellantes en el juicio y fundador de Acción Anti Fascista Mar del Plata, una organización que logró «visibilizar y hacer frente» a las frecuentes agresiones de estos grupos. 

Por lo de Lucas y otros ataques violentos basados en el odio y la discriminación, que incluyeron pintadas, daños materiales y amenazas de muerte, fueron imputados Alan Emmanuel Olea, de 19 años; Gonzalo Salomón Paniagua, de 26; Nicolás Caputo, de 30; Giordano Spagnolo, de 23; Giuliano Spagnolo, de 21; Oleksander Lechenko, de 23; Franco Martín Pozas, de 28; y un joven que era menor de edad al momento de los hechos.

El caso llegó a debate oral luego de que el tribunal rechazara, en agosto del año pasado, un acuerdo de juicio abreviado promovido por el fiscal federal Juan Manuel Pettigiani. Para el representante del Ministerio Público, durante la instrucción no había quedado acreditado que los jóvenes hubieran integrado una organización de ideología neonazi.

«Decimos que hay una predeterminación y una organización porque si los palos se rellenan con cemento, es para usarlos para golpear. Los móviles siempre son discriminatorios, pero además las víctimas eran militantes o representaban a esos colectivos. Los ataques fueron planificados y hasta hicieron inteligencia, intentando infiltrarse en organizaciones sociales. Para nosotros, el problema no es sólo de la Justicia; es también político, porque se transformó en un tema de seguridad pública», destaca Elías. 

Pena ejemplar

El martes pasado, Cesar Sivo, uno de los abogados querellantes en el juicio, pidió ampliar la calificación de «lesiones graves» a «homicidio culposo en grado de tentativa» para siete de los ocho imputados (Pozas no aparece en las imágenes de cámaras de seguridad que registraron las agresiones). «Entendemos que los ataques estaban orientados a matar», justificó el letrado.

«Nosotros acompañamos el pedido de ampliación porque buscamos una pena ejemplar para que las próximas personas que quieran imponer sus ideas a la fuerza y generar terror en la comunidad lo piensen dos veces», dice Joel Broitman, abogado de la Delegación de Asociaciones Israelitas Argentinas (DAIA) que representa a otra de las querellas.

Las partes acusatorias coinciden en la importancia de llegar a una condena por asociación ilícita, y para ello deben demostrar que existió una organización criminal dedicada a imponer, de manera violenta, sus ideas de supremacía. «Esto no fue sólo una pelea de jóvenes en la calle –continua Broitman–, sino que se trató de hechos coordinados con una clara ideología nazi, en contra de los colectivos más débiles. Si no se pone un freno a tanta violencia, no sabemos cómo puede terminar esto».

En 1977, el cineasta sueco Ingmar Bergman entregó el único argumento posible para la sinrazón en El huevo de la serpiente: nada funciona bien excepto el miedo. Aquel film relata el nacimiento del nazismo y anticipa los sufrimientos del Holocausto pero, sobre todo, enseña que el futuro y sus riesgos están a la vista. La Justicia tiene la oportunidad de intervenir para que el terror y la intolerancia no se impongan nunca más.

Carlos Pampillón, el guía de los imputados

La ausencia más notoria en la sala del Tribunal Federal de Mar del Plata es la de Carlos Gustavo Pampillón. «Todos saben que él formó ideológicamente a los imputados, pero se separó del grupo porque su hija empezó a salir con Olea y él no aprobó la relación», confía una integrante de H.I.J.O.S. una vez fuera de la sala de audiencias.

La primera aparición pública de Pampillón fue en junio de 2011, cuando irrumpió en el Concejo Deliberante de Mar del Plata para evitar el retiro del cuadro del capitán Pedro Giachino, el primer caído tras el desembarco en Malvinas y considerado un héroe en la ciudad hasta que se descubrió que formaba parte de un grupo de tareas durante la última dictadura. Pampillón aprovechó el escándalo para instalar al FONAPA (Foro Nacional Patriótico), que fundó para participar de las legislativas de 2013. Ese mismo año, luego de que los estudiantes del Nacional Buenos Aires levantaran la toma durante la cual algunos de ellos causaron destrozos en la contigua iglesia de San Ignacio, Pampillón y otras personas, con insignias nazis, amedrentaron a los estudiantes.

En octubre de 2015, diferentes organismos de Derechos Humanos y organizaciones sociales repudiaron la «represión bestial» que tuvo lugar en la Catedral marplatense tras la marcha del 30° Encuentro Nacional de Mujeres. «Pampillón es la fuerza de choque de Arroyo y Arroyo es dictadura», acusaron. En ese sentido, el dirigente de ultraderecha estuvo en los alrededores del búnker de Cambiemos celebrando el triunfo del entonces intendente electo. 

La última noticia que se tuvo de Pampillón fue la visita al ex represor Miguel Etchecolatz, durante la prisión domiciliaria que cumplió en el bosque Peralta Ramos. Lamentablemente para él, no fue recibido. «