Las poetas Flor Codagnone y María Magdalena presentan  Trémulas, espectáculo performático en él plantean un diálogo poético imaginario entre Alejandra Pizarnik y Olga Orozco, estableciendo puntos de contacto que van signado un recorrido que une la historia y el presente de la poesía argentina, siempre con voz de mujer. El mismo se presenta hoy a las 16 en la sala Caras y Caretas, Sarmiento 2037.  

Se ha dicho no pocas veces (muchas en este mismo espacio) que la poesía argentina tiene voz de mujer, que no habría nada a lo que darle ese nombre si no hubiera habido mujeres que le pusieran un cuerpo y una voz. No es extraño que para quienes no se especializan en el tema, esa gran mayoría que en su vida no ha leído más poesía que aquellos textos a los que fueron obligados por la institución escolar (cosas como “Volverán las oscuras golondrinas / en tu balcón sus nidos a colgar” y no mucho más), hablar de poesía argentina sólo representa uno o como mucho dos nombres aprendidos de memoria, uno de los cuales invariablemente es el de Alfonsina Storni. A partir de ella fueron muchas las que sumaron sus voces a esa construcción de la poesía argentina como mujer. Silvina Ocampo, por ejemplo, y luego Amelia Biagioni, Olga Orozco o Alejandra Pizarnik, por nombrar las voces más relevantes, fueron incorporándose como sólidos ladrillos de esa construcción exquisita que luego continuaron otras generaciones. Juana Bignozzi, Luisa Futoransky, Irene Gruss, Diana Bellessi, María del Cármen Colombo, Mirta Rosenberg. Y el sinfín de escritoras muy jóvenes que nutren el activo panorama de la poesía contemporánea: Vanina Colagiovanni, Marina Yuszczuk, Ivana Romero, Paz Busquet, Natalia Litvinova, Patricia González López, Flor Codagnone o María Magdalena, que sólo represnetan un puñado de ellas. Nombres que no sólo sostienen a la poesía argentina sino que, sobre todo, la mantienen mujer.

Justamente Magdalena y Codagnone, han diseñado un sencillo pero poderoso ensamble escénico en el que se encargan de ligar sus propias voces de mujeres poetas, con el de dos de los nombres más importantes de la historia del género. Pero no se trata de una experiencia inédita para Magdalena y Codagnone, quienes ya interpretaron a las poetas Sylvia Plath y Anne Sexton con un concepto semejante. En este caso se trata de abordar a través de un diálogo ficticio los puntos de contacto entre dos de los más grandes nombres de la poesía nacional, entre ellos la infancia, el amor, las palabras, la muerte y otros elementos que es posible rastrear en sus respectivas obras. Por el momento la de hoy a las 16 es única función programada de Trémulas, ensamble escenico del que también participará la violonchelista Olga Marcela Farías.

“Trabajar con poesía argentina, con poetas de nuestro país, poder difundir sus obras, sus ideas, sus palabras, tanto para María como para mí es una responsabilidad y un desafío”, afirma Codagnone al ser consultada por Tiempo. “En Trémulas trabajamos sobre la feminidad, sobre las palabras que se hacen cuerpo y los cuerpos que se hacen palabra. Tanto Olga como Alejandra tienen un compromiso muy fuerte en ese sentido”, agrega para dejar claro que esta posibilidad de recrear las voces de estas dos importantes autoras representa para ambas una responsabilidad y un honor. Y no sólo por su mero rol de poetas, sino como parte de la notable estirpe femenina de la poesía argentina a la que literalmente le ponen el cuerpo. “Sin ir más lejos, eso que dice Alejandra: hacer “el cuerpo del poema con mi cuerpo”. Olga, por su parte habla de “sacralizar” la poesía, el amor y el cuerpo humano. Hay algo encarnizado en todo esto. Las hacemos carne. Somos cuatro poetas sobre el escenario”, resume Codagnone.

Lejos de tratarse de un gesto estéril, este volver a darle sonido a aquellas dos voces no sólo busca resignificar su legado poético, sino también reafirmar el lugar de la mujer. Pero ya no en el siglo XX, en una época en la que las luchas por los derechos de las mujeres estaban recién comenzado a tomar fuerza y escala global (al menos mientras ambas escritoras tuvieron oportunidad real de compartir un espacio y un tiempo común, antes de la muerte de Pizarnik, ocurrida en 1973 cuando tenía apenas 37 años), sino en pleno siglo XXI. “Creo que es interesante resignificar esos espacios y a esas autoras. Volver a leerlas y a escucharlas con ojos y oídos nuevos. Construir de la mano de ellas.”, coincide Codagnone. “Sobre todo en estos tiempos en los que la discusión acerca del género femenino está sobre la mesa. A mí con Orozco, me pasa algo en particular, creo que es una autora cuyas ideas y poética no están tan difundidas como las de Pizarnik. Y en el proceso de trabajo me encontré con pensamientos sobre la feminidad, el erotismo, el deseo femenino y el aborto que merecen ser difundidos. Cuando en un cuestionario Proust le preguntan, por ejemplo, quién hubiese querido ser, ella contesta ‘Eva capaz de matar a la serpiente’. Hay ahí un claro gesto”, agrega.

A partir de lo anterior y no sólo por el rol de Orozco y Pizarnik, sino por los perfiles poéticos de Magdalena y Codagnone –quienes no sólo parecen aspirar a una voz poética sino que de algún modo, como sus antecesoras, buscan plasmar en el tiempo una voz esencialmente femenina—, en Trémulas tal vez la poesía también pueda ser pensada como una herramienta política. “Para mí la poesía es política, no una herramienta. Es un modo de vida, de poner el cuerpo, de mirar, de escuchar, de decir”, aclara Codagnone. “Hacer poesía, entonces, es un modo de hacer política. Toda poética sienta una posición, más allá de que sea explícitamente política o no. Y dar voz a lo femenino, además de una práctica política, es una responsabilidad”.