No debe haber en Estados Unidos personaje más adecuado que Oliver North para presidir la Asociación Nacional del Rifle (NRA por sus siglas en inglés), la mítica ONG que se ocupa de que los estadounidenses conserven el derecho a portar armas contemplado en la Segunda Enmienda de la Constitución. Finalmente, a los 74 años, le llegó el nombramiento, según anunció el director ejecutivo de la institución, Wayne LaPierre, en reconocimiento a que «es un guerrero legendario de la libertad en Estados Unidos, un comunicador talentoso y un líder habilidoso».

Fanática organización armamentista, la NRA apoyó con fervor la candidatura de Donald Turmp a la presidencia de Estados Unidos y el empresario se los agradeció especialmente hace unas semanas, en pleno debate tras una masiva marcha estudiantil luego de la masacre de 15 alumnos en una escuela de Parkland, Florida. «Como presidente, nunca interferiré con el derecho del pueblo de tener y portar armas. La libertad no es un regalo del Gobierno, es un regalo de Dios», dijo Trump.

North alcanzó notoria fama en los años 80 cuando fue asesor en Seguridad Nacional del entonces presidente Ronald Reagan, llegado a la Casa Blanca en 1981. Desde su acceso al poder, el ex actor de Hollywood se propuso combatir a la Revolución Sandinista -que había tomado el poder en Nicaragua en julio de 1979 tras la huida del dictador Anastasio Somoza- y a la Revolución Iraní, que se había producido unos meses antes, cuando fue derrocado el sha, Reza Pahlevi.

En 1980 la CIA logró, si no detener el proceso revolucionario en Irán, al menos ponerlo en aprietos cuando el 22 de setiembre estalló un guerra entre el Irak de Saddam Hussein y la República Islámica. Un conflicto muy beneficioso para los países occidentales, que como siempre aprovechaban para debilitar a las dos naciones, proveedoras de petróleo y ávidas compradoras en esa ocasión de armamento extra.

Con la llegada de Reagan, se apuraron políticas más intervencionistas en ambas regiones. Es así que ni bien asumió firmó un documento súper secreto para que la CIA organizara unidades encubiertas contra el gobierno Sandinista. En ese contexto aparecen los Contras, grupos irregulares que se armaron como guerrilla para combatir a las autoridades revolucionarias nicaragüenses.

El caso saltó a la prensa en 1982 y el Congreso terminó por bloquear todo tipo de operaciones secretas en Centroamérica hasta aprobar en 1984 la Enmienda Boland. Fue la época en que el gobierno de Raúl Alfonsín fomentaba negociaciones junto con sus pares regionales en el llamado Grupo Contadora para evitar una intervención armada de EEUU en Nicaragua.

Nada de eso iba a impedir que la CIA exprimiera al máximo la coyuntura internacional para obtener dinero y apoyar a los Contras. Así, cuando desde Israel indicaron la conveniencia de satisfacer la necesidad iraní de armas para sostener la guerra contra Irak, -y de ser posible mandarles también a opositores al ayatolah Ruholah Jomeini- no dudaron en ponerse en contacto con un intermediario para que armara el negocio.

North estuvo desde el primer momento en esta delicada operación y se lo considera el principal ideólogo, aunque al inicio detrás de escena, ya que los que daban la cara eran otros integrantes del Consejo de Seguridad Nacional con más visibilidad ante la prensa.

Perfil de héroe americano

El teniente coronel de Marines Oliver Laurence North tenía a la sazón 40 años, porte adecuado para el bronce y una mente brillante en lo suyo. Utilizar la ganancia por la venta de armas para financiar a los Contras sin intervención del Congreso ya era una buena operación de alto nivel. Pero el efectivo, se sabe, siempre es escaso cuando se trata de pagar a mercenarios.

De modo que en Centroamérica tuvieron que recurrir a otra forma de ingresos. Y qué mejor que aprovechar la estructura armada por los narcotraficantes que enviaban cocaína de Colombia a Estados Unidos. En este negocio estaban, entre otros, Pablo Escobar Gaviria, Gonzalo Rodríguez Gacha y Rafael Caro Quintero, quienes montaron un emprendimiento en Yucatán, México, para concretar los traslados.

En esta operación también participaba Manuel Noriega, el general panameño que tomó el poder en 1983 y que luego, cuando ya no servía a sus fines, fue derrocado por tropas estadounidenses que invadieron el país en 1989.

El escándalo Irán-Contras había estallado antes, en 1986, a través de un periódico libanés. Pero luego otros investigadores periodísticos recogieron el guante en Estados Unidos. En 1987 Bob Woodward, uno de los que mostró los detalles del Watergarte en 1972, publicó un libro donde habló hasta con el entonces director de la CIA, William Casey, quien no negó las evidencias y agregó más datos a la intriga.

Cuando el caso se hizo políticamente insostenible, el presidente Reagan pidió la renuncia de todos los involucrados, alegó desconocimiento y ordenó la creación de una comisión investigadora. La Comisión Tower, por el ex senador que la presidió, John Tower, en febrero de 1987 dictaminó que los consejeros John Poindexter, Caspar Weinberger y Oliver North habían actuado al margen de la ley y el sistema democrático estadounidense y sin comunicarselo al presidente.

El informe hacía hincapié especialmente en el rol que jugó North en la venta de armas a Irán.

Otra comisión, presidida por el último canciller de Barack Obama, John Kerry, por entonces senador, entendió en 1989 que también los Contras tuvieron financiación ilegal del tráfico de drogas. «El Departamento de Estado de Estados Unidos pagó más de US$ 806.000 a traficantes de droga conocida para llevar ayuda humanitaria a los Contras», concluye.

North declaró ante el Congreso y en una de esas comparencias que ponen el rating televisivo al rojo, confirmó el plan y reconoció que había destruido documentos oficiales que podrían haber arrasado con varias carreras políticas, incluso con la de Reagan. Destituido y juzgado en tribunales ordinarios, el ex consejero fue condenado en 1989 por obstrucción de la justicia y por haber aceptado prebendas. Pero nunca pisó una prisión, porque había negociado inmunidad a cambio de información. A esta altura era tan famoso como para que en algún capítulo de Los Simsponn apareciera de refilón un libro con su biografía. En American dad, la serie de dibujos que desde 2005 intenta competir con la creación de Matt Groening, el personaje sobre el que gira la histortia, Staniel Smith, agente de inteligencia y padre de familia conservador, le canta un irónico himno a su patriotismo (Aca hay una traduccion aceptable).


Aca su versión en original en inglés

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También el inspector Slegde Hammer, de la serie de culto conocida en Argentina como Martillo Hammer, se ocupó de nuestro hombre y en un capítulo, al referirse a la declaración del acusado de un delito, le dijo a su jefe «mintió más que Oliver North en el Congreso».

La historia Irán Contras también da para una miniserie que comenzó a rodarse para Amazon con Colin Farrell haciendo de Oliver North (en aquellas imágenes de los 80 se parecen por cierto). North, por otro lado, es asesor también para una saga de videojuegos, Call of Duty.

Pero ahora Oliver North tendrá otro papel, el de lobista de los amantes de las armas en un momento en que las sucesivas matanzas crearon conciencia social de que se necesario establecer algún tipo de control. Y con un presidente totalmente contrario a la regulación y que, además, pone en la mira de sus enemigos a Iran.