A medida que se profundiza el desconfinamiento, se acelera la relajación. Y uno de los elementos donde más se percibe el peligro de la falta de cuidado es el barbijo, tanto por su mal uso como por su ausencia en las reuniones privadas, focos de gran contagio. Para Pedro Cahn, la mascarilla es un acto de solidaridad social, y subrayó la responsabilidad comunitaria: «Somos custodios de nuestra propia libertad».

Según los infectólogos, un buen uso del barbijo (junto al lavado de manos) puede disminuir hasta un 85% el riesgo de contagio. Pero el problema es que, a la par del progresivo relajamiento social, cada vez se lo usa peor; se deja la nariz al aire, o queda espacio debajo de la boca, se comparte en la casa o no se lo lava con frecuencia.

Desde el Ministerio de Salud de Nación admitieron un afloje: «El problema –sostuvieron– es que el barbijo da una sensación de falsa seguridad, muchas personas creen que por sólo tenerlo ya están protegidas. Y si no lo usan bien es como no tenerlo. Un inconveniente es con quienes consideran que el barbijo es sólo para cuando salen, y entonces en encuentros privados no lo usan».

Ya en abril, la secretaria de Acceso a la Salud, Carla Vizzotti, apuntaba que los barbijos caseros y máscaras puedan tener un papel en la minimización de la transmisión, en el sentido de “proteger a los demás y no a nosotros con su uso”, pero advertía que el uso de barbijos o máscaras no reemplazan todas las demás medidas relevantes como el aislamiento social preventivo y obligatorio: “No quiere decir que porque se utilice un barbijo casero vayamos a poder organizar una reunión, una fiesta y cambiar las recomendaciones. Si hay alguien que lo considere, es una medida adicional para minimizar la potencial transmisión del virus”. Y recomendó que si alguien decide utilizar barbijos de fabricación casera es importante que tenga en cuenta que es de uso individual, debe tener varias capas de tela, tiene que ajustarse a la cara, poder lavarse y reutilizarse. 

De acuerdo a una investigación de la Florida Atlantic University, sin protección las microgotas que lanzamos pueden recorrer hasta dos metros en el aire. Con un barbijo casero el recorrido es menor a los 7 cm.

La contagiosidad del coronavirus (el famoso R0) es de entre 1,5 y 3,5 personas por infectado. La edad promedio de los positivos en la Argentina es de 36 años, coincidiendo con que son los jóvenes quienes menos usan el barbijo. La edad media de los fallecidos llega a los 75 años. «Es una enfermedad que contraen los jóvenes, pero de la cual se mueren los ancianos», enfatizó Cahn, miembro del comité asesor de Presidencia, en una webinar del Centro de Profesionales Farmacéuticos Argentinos, en la que expresó que «sin la participación de la comunidad es absolutamente imposible contrarrestar esta epidemia».

Explicó que la transmisión tiene tres claves: la proximidad, la intensidad y el factor del tiempo. Por eso es menos probable contagiarse en la calle que en el ámbito privado, o en un cine respecto a una fiesta electrónica. «Es muy importante el rol fundamental que juegan las mascarillas –continuó–, mal llamadas ‘tapabocas’, porque tienen que tapar nariz-boca-mentón. La mascarilla es un acto de solidaridad social, cualquiera de nosotros puede ser una persona que esté en una situación presintomática o directamente asintomática, y estar transmitiendo sin darse cuenta, por eso es importante que todos andemos con mascarilla cuando estamos en contacto con otras personas». Acto seguido exhibe una imagen de la epidemia de gripe de 1918, mal llamada «Gripe española», en la que ya se veía gente con mascarilla. Una señora porta un cartel que dice: Use mascara o vaya a la cárcel. «Ya en esa época se aplicaban medidas punitivas para quienes no cumplían con medidas de salud pública», completa Cahn.

Desde la Fundación Favaloro negaron que respiremos mal cuando utilizamos el barbijo, y enfatizaron que “si no se cubre la nariz es lo mismo que nada. La rinofaringe, la parte de atrás de la nariz, es la zona donde hay más alta concentración del virus”. 

También está el peligro de la sobre utilización en personas que no la deberían usar: desde la Sociedad de Pediatría advirtieron que comenzaron a observar su utilización «en niños pequeños pese a las recomendaciones oficiales de no usarlas en menores de 2 años. Alcanza solo una pequeña búsqueda en sitios de venta on line para encontrar numerosas ofertas. La asfixia involuntaria es la principal causa de lesiones y muerte en los bebés. La mayoría de las veces ocurre mientras los bebés duermen, pero una máscara facial de tela también podría afectar la respiración».

Un reproche clásico es que «el barbijo me molesta» o «me da mucho calor». La sensación corporal no es tanto un problema ahora, en pleno invierno, pero lo será en un par de meses, cuando haya que seguir usándolo en días con temperaturas superiores a los 20 grados. Eso se vio en Israel: en mayo tuvieron un pico de calor. Miles de personas dijeron que les era incómodo la máscara en esa situación. Y recrudecieron los casos. El 47% fueron en escuelas, donde más cuesta el uso correcto de las mascarillas. Será otro dato que deberá tener en cuenta la Argentina cuando reabran las escuelas. 

En Oriente es donde más naturalizado tienen la práctica de ponerse mascarilla, también por ser una de las zonas más afectadas por coronavirus anteriores. En Corea del Sur se los determinó como esenciales en la contención primaria de los primeros brotes. En Suecia, en cambio, no se centran en ellos, y lo declararon optativo para menores de 16 años. En Bélgica lo dispusieron como obligatorio, ante nuevos brotes. E Inglaterra, el país con más muertes de Europa por covid–19, recién lo dispuso como obligatorio en tiendas esta semana. Apenas el 38% de sus habitantes los usa, según la última encuesta de YouGov, que lo atribuye a recomendaciones oficiales contradictorias y a la falta de ejemplo de los líderes. También mencionaron la incomodidad de muchas de las máscaras, y que no hay multas, algo que recién se vio en la Argentina en pocas provincias como Santiago del Estero, Jujuy, La Rioja, y recientemente Santa Fe, a pesar de ser obligatorio.

Una dificultad para la eficacia del barbijo fue el de los vaivenes de las comunicaciones oficiales: al principio se remarcó que las personas sanas no lo debían portar; cuando tiempo después crecieron los casos se instó a su uso masivo. En el mundo el paradigma de la bipolaridad fue Donald Trump, que negó las mascarillas durante meses, y en plena campaña pasó a considerarlas algo patriótico. A nivel local el emblema es Mauricio Macri, criticado por no cumplir los protocolos en sus viajes a Paraguay y Francia.

En Estados Unidos, Facebook debió remover un grupo antibarbijo con más de 9600 miembros, y las universidades de Middlesex (Londres) y de Berkeley descubrieron una diferencia de género: los hombres lo usan menos que las mujeres. Lo consideran vergonzoso, estigmatizante y un signo de debilidad. Situación que llevó a volver tendencia en redes la campaña #RealMenWearMasks. En ese país, dos peluqueros trabajaron una semana infectados. Ninguno de sus 139 clientes dio positivo. En cambio, sí se contagiaron familiares de ambos estilistas. ¿La diferencia? Con los clientes siempre usaron el barbijo.  «

En CABA, el gobierno porteño los compra a precios

Otra polémica alrededor de los barbijos fueron sus costos oficiales, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires, donde el gobierno porteño llegó a pagar en estos cuatro meses casi 350% más por una misma mascarilla, desde $ 30,24  la unidad, hasta 108. En total, destinaron más de once millones de dólares, pero incluso debieron rescindir contratos porque hubo entregas que no llegaron. Personal de la salud pública sigue denunciando la escasez de insumos y equipos de protección personal, en un distrito en el que ellos representan casi el 8% de los infectados.

En las provincias avanzan las multas

Si bien hay una exigencia nacional de usar barbijos, cada distrito maneja el control y sanción de acuerdo a sus criterios. El viernes 24 de julio, el gobierno de Santa Fe decretó la obligatoriedad de “elementos de protección de nariz, boca y mentón, a todos los desplazamientos de las personas por la vía pública», con excepción de niños y niñas menores de 5 años. En Ceres, «ante el aumento de casos» decidieron esta semana cobrar multas a todas aquellas personas que no lo estén utilizando. «El uso de barbijo es obligatorio. Hay gente que no lo entendió, y con poca responsabilidad social están queriendo ingresar a locales comerciales y otros lugares sin los barbijos. Las multas van hasta los 12 mil pesos”, advirtió la jueza de Faltas del gobierno local, Jesica Beder. En Rosario, que sufre una crecida del brote, agentes de la Guardia Urbana Municipal se apostaron en sitios como la esquina de Paraguay y Córdoba, para acentuar los controles sanitarios, y se encargaron de corregir el mal uso del barbijo. Los que no lo tenían encima sufrieron multas. «El objetivo no es focalizar en la multa sino que se use el tapabocas», señaló la secretaria de Control, Carolina Labayru.

En Curuzú Cuatiá autorizaron bares, restaurantes y locales gastronómicos, pero el jefe de epidemiología del Hospital Zonal, Marcelo Grela, alertó: «Hemos visto el mal uso del barbijo, que debe tapar boca y nariz; debemos seguir con el lavado frecuente de manos, la desinfección y ventilación de los ambientes, entre otras medidas. Nuestro país está atravesando el pico de la pandemia y estamos en la peor situación desde que comenzó, por lo tanto las recomendaciones siguen vigentes en cuanto a las medidas preventivas”.