«Estoy radicado en Viena desde hace muchos años y esa ciudad se transformó en el centro de operaciones de todo el trabajo que realizo», dice Pablo Boggiano, el joven director de orquesta que acaba de realizar una exitosa serie de conciertos en nuestro país que culminará este viernes a las 20 en la Sala Sinfónica del Centro Cultural Kirchner.  Dirigirá allí la Orquesta de Música Argentina Juan de Dios Filiberto. Actuará como solista la chelista serbia Ana Topalovic. Se interpretarán obras de José Bragato, Astor Piazzolla, Esteban Benzecry, Alberto Williams y Luis Milici.

Boggiano nació en Buenos Aires y comenzó sus estudios de dirección orquestal junto a Mario Benzecry en el Conservatorio Nacional “López Buchardo” y en la Universidad Católica Argentina. Continuó su desarrollo en Europa, en donde reside desde hace 17 años.

Trabaja habitualmente con Benzecry y ha dirigido muchos de los estrenos de sus obras. En 2017 participó de la apertura de temporada de la Orquesta Sinfónica Nacional con el “Ciclo de canciones para soprano y orquesta” de Benzecry, obra premiada por la Asociación de Críticos Musicales como el “mejor estreno argentino de la temporada 2017”.

En 2015 y 2017 produjo y dirigió el espectáculo “Una noche en Buenos Aires”, una ópera tango que reúne las obras “María de Buenos Aires” de Astor Piazzolla, y “Mateo” de Martín Palmeri, cuyo estreno en Viena fue todo un éxito. Actualmente está en gestiones para llevar este espectáculo a otras salas de Europa. también dirigió la London Royal Philharmonic Orchestra, la Orquesta Filarmónica de la Ópera de Budapest y la Orquesta Filarmónica de Sofía, entre otras, y desarrolló una actividad muy prolífica en países tales como Bosnia, Ucrania y Rumania. Fue invitado por Gustavo Dudamel para trabajar en Venezuela.

Además de su labor como director, realiza un minucioso trabajo de arqueología musical y reconstrucción de partituras de compositores olvidados yendo al rescate de obras perdidas o ignoradas en archivos o bibliotecas de todo el mundo.

– ¿Cómo comenzó tu labor como director de orquesta en Austria?

– Viena es un ámbito muy cerrado, pero como todo en la vida, uno necesita tener salud y buena fortuna. Al año y medio de llegar a esa ciudad, un director colombiano, Andrés Orozco, quien en este momento está dirigiendo las orquestas más importantes del mundo, como la Filarmónica de Berlín, la de Viena, la de Frankfurt y la de Houston, por ejemplo, me ofreció hacerme cargo de la orquesta Muskiverein Pressbaum de Viena, en la que trabajé diez años desde 2003. Esto me posibilitó asentarme en la ciudad, ya que me encargaba del armado de la programación, los conciertos o la convocatoria de artistas solistas. Esta labor me llevó a mi debut en el Musicverein de esa ciudad, que es el equivalente a nuestro Teatro Colón.

– Una de tus características es la de encarar obras de compositores clásicos pero, también, creadores contemporáneos. ¿Cómo se desarrolla el trabajo con estos últimos?

– Me apasiona trabajar con compositores actuales porque me involucro mucho en lo que es el desarrollo de una obra desde su génesis. Ese es un momento de gran aprendizaje, que luego puedo aplicarlo a otros aspectos de mi labor como director. El proceso que va desde la primera lectura de una obra hasta su puesta en el escenario es una labor compleja en la que cada uno debe aportar todo su conocimiento. Y si además, está la posibilidad de trabajar mano a mano con el compositor, lo que se aprende es de una riqueza incalculable. Este tipo de proceso me permite además entrar en un diálogo con los compositores clásicos, lo que me da la posibilidad de ponerme en sus lugares e indagar qué motivó a tomar determinadas resoluciones en cada compás de sus obras.

– ¿La disciplina que refleja una partitura te permite tomar libertades a la hora de su interpretación?

– Brahms decía que la repetición del primer movimiento de una sinfonía era bueno hacerlo cuando la obra no se conocía. Después ya no era necesario. El lo deja escrito, lo cual plantea qué es lo uno puede hacer: serle fiel al compositor e interpretar la partitura tal cual la editó o referirse a sus palabras y permitirse la licencia de no repetirlo. Ravel, por el contario, decía que había que limitarse a interpretar estrictamente lo que está escrito. Con los compositores actuales con los que trabajo ya sé qué tipo de flexibilidad puedo tener, lo que conlleva a que se produzca un trabajo de edición conjunto.

– Entre tus múltiples actividades también estás involucrado en el trabajo referido a las orquestas sinfónicas juveniles. ¿Cómo es el trabajo con ellas?

– Es fundamental el trabajo del Maestro José Antonio Abreu, quien fundó la Orquesta Nacional Juvenil de Venezuela y el Sistema Nacional de Orquestas Sinfónicas Juveniles, Infantiles y Pre-Infantiles. Gustavo Dudamel, quien fue el que me invitó a trabajar en el programa, sin dudas es el máximo exponente de este sistema que se está adoptando en todo el mundo. Ya son 91 países los que adoptaron esta plataforma de trabajo. En las principales cárceles de Venezuela, por ejemplo, se trabaja con el sistema, lo que proporciona a las personas que están en ellas una posibilidad de reinserción, al menos, en el aspecto cultural. Lo que ocurrió con el trabajo de Abreu en Europa nos benefició mucho a los latinoamericanos, porque los europeos desean el tipo de organización que tenemos nosotros.

– ¿Cómo percibís el panorama de la música académica argentina?

– Tenemos que tomar conciencia de lo que poseemos en nuestro país. Chile recibió este año a la Filarmónica de Viena por primera vez. En Buenos Aires esta orquesta actuó por primera vez hace exactamente 100 años. Esto significa que hace un siglo la ciudad ya contaba con un teatro, un público y una estructura cultural que era única en América Latina. Argentina tiene un gran capital en materia de compositores. Falta el desarrollo de la industria de la música a nivel de apoyos y desarrollo de programas que faciliten las posibilidades de editar, grabar y hacer llegar al público esas composiciones. En las bibliotecas de todo el país hay un enorme legado de obras que hay que rescatar y darles la puesta en valor que merecen. Esto lo digo en función tanto de compositores ya desaparecidos como respecto de nuevos creadores. Es necesario organizar el patrimonio artístico que tenemos ya que está esperando ser descubierto.

– Solés dirigir obras de compositores argentinos y además trabajás de manera  habitual con Esteban Benzecry, de quien dirigiste muchos de los estrenos de sus obras.

– Destaco especialmente a Benzecry porque es un compositor que escribe con una filigrana tan detallista que está al nivel del mejor Debussy o Ravel. Pero él es consciente de que su obra sólo se puede interpretar en un marco idílico, que es en el que está viviendo hoy en Europa, ya que la Filarmónica y la Sinfónica de París le pueden estrenar dos obras suyas en una misma semana.

– ¿En Europa existe en la actualidad una mayor valoración del arte que se produce en América Latina?

– Se siguen encontrando partituras antiguas de un nivel superlativo en toda América Latina. Nuestra región tiene una riqueza cultural incalculable y se está empezando a dar a conocer. No es casual que tengamos un Papa franciscano y que sea de aquí. Y cuando en las orquestas que surgieron a partir del trabajo de Abreu vemos a esos hijos de americanos, con sus rasgos propios de nuestro suelo, debemos pensar que nada es casual, y que todo nuestro patrimonio y nuestra riqueza cultural están empezando a salir a la luz.