La irrupción del coronavirus en su modalidad pandémica y los confinamientos para hacerle frente nos obligaron a correr el foco, en el plano personal y como sociedad, y a cuestionar distintos aspectos de lo que solíamos llamar normalidad.

Nos encontramos frente a una situación mundial inesperada y voraz que requiere mesura y, fundamentalmente, responsabilidad por parte de quienes tienen a su cargo la gestión de una crisis cuyos efectos aún desconocemos.

En los sistemas republicanos, son los Poderes Ejecutivos de cada jurisdicción los que deben administrar los recursos públicos y llevar a cabo las políticas públicas, máxime en contextos de excepción como el que estamos viviendo. De un signo político o de otro, en cada caso han sido elegidos democráticamente, lo que les confiere la legitimidad y el deber de velar por el bienestar general.

Cabe preguntarse en este contexto de crisis qué rol jugamos las y los dirigentes, especialmente quienes ocupamos cargos representativos.

A primera vista, debiera ser evidente que el hilo conductor sea la ética de la responsabilidad, aquella que ordena tener en cuenta las consecuencias de las propias acciones, independientemente de si formamos parte del oficialismo o de la oposición, como efectivamente sucedió en un primer momento en nuestro país con una aceptación mayoritaria de la opinión pública.

Podría también ser evidente la necesidad de que todo el arco político, aún con sus diferencias, trabaje mancomunadamente, en el marco de los canales institucionales y democráticos para hallar salidas a esta crisis sin precedentes y llevar calma a la sociedad.

Sin embargo, lo que debiera ser evidente no lo es. Desafortunadamente, vemos que, a nivel nacional, en la provincia y en el Congreso Nacional, la oposición no aporta constructivamente, sino que obstruye, busca impedir que legislemos y adopta actitudes que lejos de generar tranquilidad, incitan a la desobediencia en un ambiente de por sí sensible.

Las manifestaciones en las calles promovidas por dirigentes opositores solo sirven para confirmar que quienes quieren expresarse de esta manera pueden hacerlo, aún a riesgo de y de seguir expandiendo un virus que hasta el momento no tiene cura y se sigue cobrando vidas; y que no hay libertades cercenadas, sino que, por el contrario, las medidas de aislamiento dictadas en cada jurisdicción tienen como único objetivo cuidar la salud y la vida de las y los argentinos.

En este sentido, el oportunismo político que hoy ostenta la fuerza de la oposición con mayor representatividad a nivel país es irresponsable y atenta contra el bienestar de sus propios votantes. Una manera de hacer política que está en las antípodas de la Política con mayúscula, la que permite arbitrar los conflictos y construir desde la diferencia, respetando las convicciones y generando horizontes de sentido que incluyan a todos y a todas. Esta es nuestra convicción y nuestro compromiso. Esta es nuestra ética y nuestra responsabilidad.