Unos meses después de que Hugo Chávez saliera de la cárcel, en 1994, el ex embajador cubano en Caracas, Germán Sánchez Otero, invitó al entonces líder militar venezolano a realizar un viaje por La Habana. Fidel Castro no sólo fue a recibirlo, sino que además lo esperó en las puertas del avión. Por la medianoche, ambos salieron a buscar comida a la embajada venezolana. Estuvieron juntos durante dos días, hablando de política y economía, del mundo en el que vivían y al que querían transformar.

Ese fue el primer encuentro, aunque Castro ya sentía simpatía por Chávez desde la insurrección del 4 de febrero de 1992, el primer intento de los revolucionarios bolivarianos por tomar el poder. Forjaron una amistad que se mantuvo hasta los últimos días de vida de Chávez, quien llamaba a Fidel «padre» o «hermano».

Después del primer encuentro en 1994, volvieron a verse las caras en 1999, cuando Chávez visitó Cuba ya como presidente electo. Más tarde, el 2 de febrero, Castro viajó hasta Venezuela para presenciar la asunción del líder bolivariano.

A finales de ese año volvieron a encontrarse. En esa ocasión, organizaron un partido de béisbol en La Habana y Castro ensayó una broma: armó su equipo con figuras de la selección olímpica, que estaban disfrazadas de ancianos. Al darse cuenta, Chávez se rió de la situación y comentó: «Ya yo había notado a esos tipos chivudos como si acabaran de bajar de la Sierra (Maestra)».

En una de las visitas de Chávez, el venezolano le comentó ciertos malestares que sufría y Fidel lo conmió a que se hiciera ver en uno de los prestigiosos centros de salud de la isla. Allí le detectaron el cáncer que finalmente acabaría con su vida en marzo de 2013.

Después, en una de sus intervenciones, el entonces mandatario venezolano cuestionó que «haya personas que vienen aquí a pedirle a Cuba el camino de la democracia, falsa democracia”. Y agregó que su gobierno iría «hacia el mismo mar hacia dónde va el pueblo cubano, mar de felicidad, de verdadera justicia social, de paz». Castro, por su parte, declaró que «no es Chávez un hombre de violencia (…) como Bolívar y Washington, es un revolucionario». Las 50 mil personas presentes en el estadio los ovacionaron.

Mientras Chávez convalecía en La Habana, entre fines de 2012 y principios de 2013, aquejado por las consecuencias del cáncer que terminó con su vida poco tiempo después, Fidel Castro escribió una carta a Nicolás Maduro, designado sucesor del líder bolivariano. Allí, el legendario referente de la revolución cubana contó con detalles cómo se originó la entrañable amistad que forjó con Chávez y dio señales, también, de su profunda admiración por el venezolano. “El nombre de Hugo Chávez se admira y respeta en el mundo entero. Todos, e incluso muchos de los adversarios, le desean un pronto restablecimiento”, dijo entonces.

Poco después, cuando Fidel se enteró de la muerte de Chávez, el 5 de marzo de 2013, escribió una nueva carta en la que fue claro: “Perdimos a nuestro mejor amigo”. “Falleció el mejor amigo que tuvo el pueblo cubano a lo largo de su historia. Una llamada por vía satelital comunicó la amarga noticia”, aseguró el cubano.

En la misiva pública, Fidel recordó las veces que ambos bromearon con concluir sus respectivas tareas revolucionarias para navegar por el río Arauca, para descansar después de la incansable tarea.

“Nos cabe el honor –escribió Castro- de haber compartido con el líder bolivariano los mismos ideales de justicia social y de apoyo a los explotados. Los pobres son los pobres en cualquier parte del mundo”.