El gobierno sigue con atención lo que sucede en el mercado cambiario, convencido de que buena parte de su suerte electoral depende de que el dólar no vuelva a dispararse. En ese sentido, se ilusiona con la pax cambiaria que reinó en mayo (la cotización mayorista subió sólo un 2% en el mes). Sin embargo, otro rubro puede ser tan o más importante a la hora de dar buenas noticias: el nivel de la actividad económica, que se viene achicando desde hace cuatro trimestres. Las consultoras y centros de estudio se reparten entre los que creen ver alguna chance de recuperación antes de fin de año y los que la descartan de plano.

El oficialismo se esperanzó durante el verano con los datos del Indec, cuyo estimador de actividad, aun con fuertes caídas en comparación con el año anterior, había arrojado leves mejoras mensuales del 0,7% en diciembre, 0,6% en enero y 0,2% en febrero. Sin embargo, en marzo los números volvieron a reflejar una fuerte caída: un 6,8% interanual y un 1,3% con relación al mes anterior.

La mayoría de los informes conocidos en los últimos días vinculó esa baja a la depresión del consumo, originada en el menor poder adquisitivo de los asalariados. El Instituto de Trabajo y Economía (ITE) lo respalda con números alarmantes: estima que en abril el gasto de los hogares descendió 12,2% interanual, debido a la demora en cerrar las paritarias y a que las pocas ya pactadas lo hacen por debajo de la inflación prevista. También afirma que en marzo la inversión se derrumbó un 24,1%. A ello se suma un frente externo débil, con el precio de la soja en baja y una demanda brasileña que no repunta. «La actividad económica está lejos de haber tocado el suelo, y aún le resta perforar algún escalón adicional», es el sombrío pronóstico.

Para OJF, la consultora de Orlando Ferreres, hay motivos para el optimismo, ya que su índice de actividad de abril mostró una caída de sólo 1,5% anual y una expansión mensual desestacionalizada del 1,2 por ciento. El campo sería la clave de la recuperación, arrastrando al transporte, la industria alimenticia y el comercio. «Para los próximos meses, esperamos que se repita esta dinámica, aunque ya con números interanuales positivos, gracias al motor del agro, a la desaceleración de la caída que muestran varios sectores y a la (menor) base de comparación que empieza a jugar a favor de las cifras de 2019», afirmaron.

Que llueva, que llueva

Economía y Regiones rechaza esa visión y cree que «un número de PBI positivo está totalmente descartado en 2019». En particular, ataca el argumento de que el agro sea la locomotora del crecimiento. «Si lo único que amortigua (muy insuficientemente) la caída del PBI es el campo, no nos equivocamos si sostenemos que la economía argentina no cae más de lo que está cayendo sólo por obra y gracia de un factor climático. Además, el salto interanual del campo se basa principalmente en que la base de comparación es muy baja dado que la cosecha 2018 fue muy mala; no hay un real aumento de la producción agrícola exportadora».

Otro dato desfavorable corre por cuenta de la Universidad Torcuato Di Tella. Su índice líder, que incluye elementos variables como la evolución del Merval, la base monetaria, la recaudación del IVA, la molienda de soja, los despachos de cemento y otros datos de producción industrial, se redujo un 19,3% en relación a un año atrás. Además, en base a estudios econométricos, el estudio de la UTDT predijo que «se mantendrá la recesión de la actividad económica durante los próximos seis meses».

Con matices, en Ecolatina también son optimistas y consideran que ya hay una cierta mejora gracias a la cosecha gruesa y a la tranquilidad cambiaria producida desde que el Banco Central se mostró dispuesto a vender reservas para reducir la volatilidad. Pero advierte que la recuperación puede tener patas cortas: «Considerando que el consumo representa más de tres cuartos del PBI y que la ambiciosa meta de equilibrio fiscal primario limita las compras públicas, es fundamental que el poder adquisitivo mejore. De lo contrario, la mejora de la economía será sólo una cuestión estadística que se diluirá rápidamente». Y agrega que «en un escenario optimista, el salario real no se recuperará este año. Por lo tanto, la mejora del consumo, y en consecuencia del PBI, deberá esperar por lo menos hasta 2020». «