El año pasado, en la comisaria primera de Pergamino, la misma que el jueves trepó en el ranking de tragedias dentro del sistema penitenciario argentino, hubo tres avisos: entre febrero y abril los presos alojados en los calabozos incendiaron colchones pero la intervención a tiempo de los bomberos evitó –retrasó– el drama.

Los familiares de las víctimas –un total de siete– insisten en que antes de las llamas y el humo mortal recibieron pedidos desesperados de ayuda en forma de mensajes de texto. En todos se leía lo mismo: el terror frente a una muerte inminente y la responsabilidad de la policía.

«Ana, venite ya a la comisaría que me van a matar». Lo escribió John Mario Chillito Claros, de nacionalidad colombiana y detenido por una causa por drogas desde diciembre de 2016. Ana, su mujer, lo leyó a las 18:30.

«Me mandó mensajes pidiéndome que lo vaya a ayudar por favor, todos los chicos que tenían celular adentro mandaron mensajes a sus familiares diciendo que se estaban por morir», recordó la mujer frente a los periodista. Después repitió lo mismo frente al fiscal de la causa, Nelson Mastorchio, quien de inmediato apartó a la Bonaerense de la investigación.

Ana contó que su pareja estaba próxima a quedar libre y que aún no sabe si murió por el incendio o si además sufrió alguna otra herida producto de la pelea que, según la versión oficial de la Policía, fue la que originó la masacre.

«Todos los policías estaban parados en la puerta, no entraron a ayudar ni nada, los bomberos llegaron tarde, no ayudaron en nada y ahora van a decir un millón de cosas para lavarse las manos», se quejó la mujer.

Por su parte, Ariel, tío de Franco Pizzarro, otra de las víctimas, dijo que cerca de las 18:20 del jueves recibió un mensaje de texto de su sobrino. «Me decía ‘venite a la comisaría por favor’, me pedía que lo saque, que lo iban a matar, que le estaban tirando tiros. Todo por mensaje, nada de audio», recordó Ariel.

El hombre agregó que al llegar a la comisaría, unos 15 minutos después, vio humo pero la Policía le dijo que se quedara tranquilo porque «ya estaba todo bien».

También la esposa del detenido Fernando Manuel Latorre llegó a la seccional luego de recibir un mensaje de su pareja en el que le pedía que fuera porque lo iban a asesinar.

«Nadie hizo nada, era abrir una reja nada más, son seres humanos y nadie los ayudó», dijo la mujer llorando.

«Mamá bení (sic) rápido que nos matan la policía», le escribió Alan Córdoba a su madre antes de morir calcinado.

Poco antes, el mismo joven le había escrito que otro de los detenidos, identificado como Juan José «Noni» Cabrera, estaba «todo roto», en alusión a que había sido golpeado.

«Para mí se estaba refiriendo al policía que los estaba cuidando, porque no abrió (en referencia a la puerta del calabozo)», arriesgó la mujer.
En tanto, la hermana de Federico Perrota, otro de los muertos, manifestó entre lágrimas su indignación por lo sucedido, contó que eran 19 personas alojadas en cuatro celdas «amontonadas como vacas en un corral» y desacreditó la versión que indica que la Policía no ingresó a los calabozos porque los detenidos ataron colchones con alambre a las rejas.

«No podemos adelantarnos porque aún están trabajando los peritos pero ya empezamos a manejar algunas hipótesis. De todas formas estamos logrando un convencimiento de cómo se podría haber originado el incendio, lo cual va a ser corroborado luego con los análisis que faltan», explicó Mastorchio.

Además de las pericias serán determinantes los testimonios de los 12 reclusos que lograron sobrevivir. En ese sentido, las declaraciones coincidieron en que todo comenzó por una pelea entre Juan José Cabrera, alias «Noni» y Alan Córdoba, compañeros circunstanciales de celda.

El fiscal no tiene dudas que esa pelea motivó algún tipo de intervención de la policía que terminó con el conflicto dando paso al incendio. «Los agentes volvieron a encerrarlos en la celda» y en señal de protesta porque querían salir y deambular nuevamente por los pasillos, empezaron a incendiar los colchones pero todavía faltan pruebas para saber que pasó en ese lapso, lo cual va a ser importante para determinar responsabilidades, ya sea entre los fallecidos o el personal policial», confió.

Sobre la denuncia pública de los familiares, Mastorchio respondió que «aún resta determinar si existió la posibilidad de que alguien pudiera haber abierto los candados», y aclaró que la quema de colchones provocó que dentro del calabozo se llegara a los 500 grados «lo que generó el hundimiento de los barrotes para que tengan una idea de la temperatura del lugar».

En las próximas horas se conocerán los resultados de las autopsias a los siete cuerpos, las cuales se realizarán en el Instituto de Ciencias Forenses de Junín, y también se les tomará declaración a los bomberos que fueron a combatir el fuego.

Por su parte, Asuntos Internos del Ministerio de Seguridad bonaerense desafectó de sus funciones al oficial de servicio, subayudante Alexis Miguel Eva, y al imaginaria de calabozos, sargento César Brian Carrizo, quienes estaban de guardia en el momento del incendio. «