Con el Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) se paralizó una parte importante de la industria y la actividad comercial. Las ramas que pudieron adaptarse vieron la cuarentena como oportunidad para un ensayo general de implementación del teletrabajo a escala masiva por primera vez en nuestro país. 

Las empresas de prensa no fueron la excepción: según una encuesta realizada por el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (SiPreBA), el 75% de quienes trabajan en relación de dependencia está trabajando bajo esta modalidad en las distintas ramas de la actividad en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En ese escenario se generan distintas problemáticas, vinculadas sobre todo al derecho de desconexión y al pago de servicios e insumos necesarios para realizar el teletrabajo.

Si tomamos como teletrabajo, en su definición provisoria, al trabajo remunerado que una persona empleada formalmente realiza para una empresa desde un lugar alejado de la sede de esta (habitualmente su propio domicilio), obtenemos que sólo el 10% del total de les trabajadores de prensa realizaba alguna forma de teletrabajo antes de la cuarentena, según indica la encuesta. Esto quiere decir que en las empresas de prensa, esta modalidad es una práctica relativamente nueva, sin antecedentes, salvo mínimas excepciones, antes de la pandemia. Entre los pocos casos se encuentran los de algunos portales web que no tienen redacciones, junto al de sectores no periodísticos de Clarín (AGEA S.A.), que hace años implementa el teletrabajo parcial, sólo una vez por semana.

Las tareas periodísticas son colectivas y sociales, por lo que requieren de un alto grado de interacción humana entre quienes las realizan y para esto es fundamental la presencia en el lugar de trabajo y en el lugar de los hechos que se va a cubrir. Esa característica hace que la aplicación del teletrabajo en prensa no sea uniforme, sino que cambie en cada rama de la actividad.

En las radios, por ejemplo, se hace muy difícil el trabajo a distancia. La propia sinergia de la labor radial es colectiva y de diálogo permanente entre quien opera, quien produce y quienes salen al aire. En televisión es aún más complejo, puesto que se requiere de la copresencia de trabajadores en el lugar de los hechos para la obtención de imágenes, y lo mismo en el estudio. Si bien la gráfica pareciera ser la rama mejor predispuesta al teletrabajo, sobre todo en las ediciones digitales, la realidad ha demostrado que la distancia dificulta mucho la coordinación de las tareas y ciertas instancias como las reuniones de edición.

Problemáticas específicas

“Cuando puedas mira esto, si no te jode, se que es temprano, pero…”. Frases como esas aparecen en la mencionada encuesta del SiPreBA y representan uno de los principales reclamos que surgen de los datos: el del derecho a la desconexión. Ahora se trabaja más horas; antes y después de un horario laboral que queda desdibujado haciendo que se confunda el límite con el tiempo privado de ocio. Esto tiene que ver con la hiperproductividad pero también con la salud mental de quien realiza el teletrabajo. Las empresas ponen objetivos imposibles de cumplir, hay una insistencia permanente de las jefaturas con mensajes fuera de horario.

El otro gran problema es que las empresas transfieren los gastos de los servicios de luz, gas para calefacción, internet para la conexión, teléfono para ciertas labores, a les trabajadores. Según los datos recabados, el 97% de quienes hacen teletrabajo en empresas de prensa afirman que éstas no le pagan por el uso de internet en su domicilio. Al 74,1% su empleador tampoco les provee una computadora para teletrabajar. Esto implica que ahora son les trabajadores quienes pagan los servicios y ponen sus medios de producción.

La encuesta también muestra que se tiende a gastar más en insumos propios: se usa más el gas, la luz, etc., por permanecer más tiempo en casa. Los electrodomésticos y artículos electrónicos propios también tienen un mayor desgaste por el uso, y eso no se reconoce económicamente. De hecho, el 35,3% afirma que tuvo que hacer alguna inversión extra para poder trabajar desde casa. Entre otros factores, está el de la necesidad de reacondicionar el mobiliario del hogar para teletrabajar.

Por otra parte, muchas de las respuestas de la encuesta refieren dolores y enfermedades profesionales ligadas a las malas posturas por no contar con sillas ergonómicas, ni escritorios aptos para trabajar. Es que el 82,5% manifiesta que no cuenta con el mobiliario adecuado.

La organización colectiva en prensa en el marco del teletrabajo

A estos problemas se les suma el potencial límite a la capacidad de organización colectiva de les trabajadores. El hecho de no estar en el lugar de trabajo dificulta mucho estar en contacto con los compañeros y compañeras y pone un límite a la organización colectiva. Eso se da especialmente entre quienes sólo hacen teletrabajo de forma permanente, que están a la deriva y quedan expuestos individualmente a la sobreexplotación.

Si bien el teletrabajo complica a las empresas que no tienen organización, no frena a la organización ya constituida y hay casos que permiten una luz de esperanza al respecto. Pese al ASPO, en empresas de Prensa previamente organizadas y con comisiones internas se pudieron hacer asambleas virtuales usando Zoom y otras aplicaciones de videoconferencias. Incluso se coordinaron e implementaron medidas de fuerza que surgieron de esas asambleas, como en los casos de Clarín, Página/12 y El Cronista Comercial, entre otros. Esto demuestra que, pese al teletrabajo, la vida gremial y la negociación colectiva siguieron su curso.

Perspectivas

Ante la presencia extendida del teletrabajo hay dos estrategias complementarias: la legislativa, que busca regular lo que actualmente está dejado al libre albedrío de las empresas, y la gremial, de intervención colectiva. En lo que refiere a lo legislativo, ya hay varios proyectos de ley de raigambre diversa que buscan su discusión en el Congreso.

En ese marco, como se ha dicho, serán fundamentales las discusiones en torno al derecho a la desconexión (distinto en cada rama de actividad) y también al derecho a la privacidad, como contracara del contrato de confidencialidad. Sobre esto, es necesario que no se recaben datos por fuera del ámbito productivo, algo que no está del todo garantizado en la actualidad. Por último, no hay que olvidar la cuestión de la reversibilidad de la modalidad del teletrabajo, es decir, que sea posible volver a trabajar en la empresa, y sobretodo que la decisión de implementación del teletrabajo no sea unilateral sino consentida.

Por el lado gremial, como para otras actividades, en prensa es necesario incluir el teletrabajo en la negociación colectiva. Una de las formas puede ser una veeduría sindical del proceso: que el sindicato regule las condiciones y las contrataciones. Actualmente una alternativa es negociar un marco de protección por empresa o rama, de acuerdo a las posibilidades de cada sector. Para esto es necesario tener un conocimiento profundo sobre las problemáticas, un protocolo, un convenio tipo, dar la discusión e instalar esa norma, ese protocolo, como marco estructural normativo.

Desde ya que a las empresas les saldría más caro que ahora implementar el teletrabajo con los requisitos que pueda poner una norma, como el pago de internet y otros servicios al trabajador, y esto desalentaría su mera aplicación como forma de precarizar y de trasladar costos. Pero la protección de los derechos de les trabajadores, también bajo esta modalidad, es necesaria para el ejercicio libre y digno de la profesión periodística y, por tanto, para garantizar el derecho básico a la información para toda la sociedad.