La apertura en el año 2009 del Espacio INCAA Arte Cinema Constitución resultó en su momento una decisión extraña. No porque la voluntad de generar ámbitos en los cuales la gente pudiera tomar contacto con la cultura popular –porque no caben dudas de que el cine es el arte popular por antonomasia— fuera inapropiada, absurda o merecedora de una crítica. Pero llamaba la atención el lugar elegido. Es que era, y sigue siendo, muy difícil imaginar que un lugar de tránsito tumultuoso como la estación de trenes de Constitución, cabecera de todas las líneas ferroviarias que hunden sus raíces en el sur profundo de Buenos Aires, fuera el lugar indicado para instalar un pequeño complejo de salas dedicadas a promover y difundir el cine alternativo. Difícil imaginar que entre los millones de personas que pasan por ahí todos los días, cargando con el apuro de ir y venir de casa al trabajo y viceversa, hubiera muchos interesados en ver cine francés, polaco, tailandés o lo más independiente y marginal de la producción local. La vida previa del pequeño complejo ubicado en la esquina de las calles Salta y Garay dedicada a la proyección de películas pornográficas, resultaba un indicador a tener en cuenta para conocer las necesidades de consumo de los transeúntes habituales del hiperactivo barrio.

Sin embargo dentro de la labor difusora del Instituto del Cine, en tiempos de plena expansión de su red de espacios Incaa, la idea era buena por su carácter imprevisible, por enclavar un centro cultural ahí donde más inesperado resulta. A expensas de cinco inversores iniciales –los españoles José María y Miguel Morales y los argentinos Daniel Burman, Diego Dubcovsky, Fernando Sokolowicz y Pablo Rovito—, se decidió a alquilar el viejo edificio y remodelar sus tres salas para reconvertirlo en lo es hoy desde hace ocho años. Esto es, una puerta abierta para que cualquiera pueda acceder a un cine distinto de aquel que se repite en cada uno de los grandes complejos multisalas de todos los shoppings del país. Películas que se apartan del patrón omnipresente que dictan las grandes casas de Hollywood, que en consecuencia suelen quedarse sin un lugar que las albergue y, por carácter transitivo, también sin público.

El proyecto sin dudas era atrevido y es justamente ese atrevimiento el que permite vislumbrar detrás la voluntad de un proyecto para el cual acercar la cultura a la gente era una prioridad. No importa cuántos son los espectadores que pasaron por ahí para ver las películas programadas, porque su existencia no surge de un objetivo comercial, sino que se trata de una inversión en la cual la prioridad es generar canales para que la cultura fluya. Incluso con los años el complejo comenzó a programar películas infantiles que permitieron que la propia gente del barrio pudiera organizar sus salida en familia sin necesidad de tener que moverse hasta los acaparadores shopping y pagar las entradas a valores astronómicos, si se los compara con lo que cuestan en los espacios Incaa ($30 pesos en la actualidad contra los más de $150 que valen en los complejos multisalas). Sin dudas hay muchos puntos que se le pueden criticar a la gestión de polos culturales como el Arte Cinema, pero su existencia no es uno de esos puntos.

Un año y medio después del cambio de gobierno y sobre todo de proyecto que implicó la asunción de Mauricio Macri como presidente, dicha existencia parece peligrar. Curiosamente, la noticia llega poco después de que Alejandro Cacetta, primer presidente del Incaa nombrado por Cambiemos, fuera vergonzosamente desplazado de su cargo, aún en contra del apoyo que recibió desde todos los ámbitos que involucra la industria audiovisual argentina, una de las más prolíficas y prestigiosas de América. La noticia circulaba sotto voce desde hace unas semanas, pero nadie terminaba de confirmarla en voz alta. Pero no es difícil imaginar que un complejo dedicado a programar cine alternativo en un barrio como Constitución no está entre las prioridades políticas de la actual gestión.

Durante el fin de semana la Agencia Paco Urondo publicó una entrevista en la que uno de los empleados del Arte Cinema Constitución confirma extraoficialmente que las nuevas autoridades del Instituto del Cine no están interesados en seguir apostando por este modelo de difusión cultural. “Los dueños hablaron con las nuevas autoridades y les dijeron que no quieren seguir con el convenio para seguir con el cine, no les interesa”, expresó el entrevistado, quien prefirió reservar su identidad para evitar comprometer aún más su fuente de trabajo. “Las nuevas autoridades deciden no seguir con el cine y esto lo sabemos de palabras de los dueños que lo han dicho y por la programadora del INCAA que también ha dicho que es real. Al no recibir respuesta de las autoridades del INCAA los dueños decidieron poner en venta el predio y la semana que viene mandarnos carta documento de despido, pagarnos y cerrar”, concluyó.

La fuente insistió en que se trata de una decisión que corre por exclusiva cuenta del Incaa, ya que “los dueños del lugar querían seguir con el espacio” y que incluso le han propuesto al Instituto “que no se pague más el alquiler, sino que se encarguen de los sueldos, las expensas y los servicios, para que el cine siga”. Consultado acerca de las razones expresadas por los dueños para intentar que el Arte Cinema Constitución no cierre sus puertas, el entrevistado explicó que “ha costado muchísimo que la gente del barrio empiece a conocer este cine. Se han conseguido películas para chicos para que puedan empezar a venir”. Y agregó a título personal que a los empleados les “parece un despropósito que en la zona sur de la capital no haya un cine. Constitución es una zona difícil. Tenemos cerca el Borda, el Moyano, hay gente que vive en la calle. Y para muchos es un refugio. Tenemos mucha gente habitué, jubilados, gente que ve tres películas por día, es un escape, un entretenimiento. Creo que culturalmente al barrio le sirve también”.

El entrevistado es uno de los cuatro (sí: 4) empleados del complejo, quienes se han tomado su trabajo muy en serio. “El esfuerzo fue nuestro, de los cuatro empleados, porque los dueños mucha importancia nunca le dieron. El INCAA nunca estuvo tampoco, siempre fuimos nosotros poniéndole pila y garra”, expresó para luego contar que son ellos mismos quienes se encargan de poner publicidad en el diario zonal, de conseguir algunas de las películas que se proyectan o de salir a volantear para que los vecinos conozcan la programación. Cuenta que en las vacaciones de invierno de 2015 consiguieron películas para chicos: “tuvimos 11.000 espectadores ese mes de julio y fue toda gente de acá”. “Pero en 2016 ya no pudimos sostenerlo porque el tema es que ni siquiera nos dieron el formato DCP” y al no contar con dicha tecnología “las distribuidoras grandes ya no nos quieren dar películas. Esto nos impide tener películas para chicos y que el cine se haga familiar, que es siempre lo que buscamos”.