«El contacto detectado no es del submarino», aseguró el capitán de navío Enrique Balbi, vocero de la Armada, y las esperanzas de los familiares de los 44 tripulantes del ARA San Juan sufrieron el enésimo golpe desde el 15 de noviembre, el día en que se perdió comunicación con el sumergible. Más temprano, la revelación de que se investigaban cuatro «contactos», grandes objetos detectados por ecosondas en el lecho marino, y que uno de ellos, a 477 metros de profundidad, tenía medidas compatibles con las del submarino, había renovado las expectativas. En ese contexto, los familiares rechazaron de plano la intención del gobierno de declarar un duelo nacional. «Sólo Dios sabe si están vivos o muertos. No vamos a admitir ningún duelo porque tenemos fe. Por eso pedimos también que se haga presente el presidente», decía Marcela Fernández, esposa del suboficial Alfredo Sánchez, en el ingreso a la Base Naval Mar del Plata. «¿Cómo hablar de duelo si no los encontraron? La Armada nos oculta información y necesitamos que los países que participan del operativo no se vayan, que no los dejen de buscar», agregaba Margarita Vertícola, la mamá del cabo primero salteño Daniel Polo.

Al caer la tarde se supo que no se trataba del ARA San Juan sino de los restos hundidos de un pesquero no identificado. Las imágenes captadas por el vehículo sumergible remoto ruso Pantera Plus, que llegó a la zona a bordo del buque ARA Islas Malvinas y se acercó al objeto entre las 9 y las 13 de ayer, mostraron una hélice de cinco palas con protección, y no una de siete, como tiene el submarino argentino.

El comunicado leído por Balbi se animó a criticar el modo en que se manejó la información, terreno en que la Armada hace agua hace 18 días: «El Ministerio de Defensa y la Armada Argentina lamentan que la apresurada difusión e interpretación de las imágenes obtenidas, sin ser antes contrastadas con otros sensores, y sin el riguroso análisis del Centro Coordinador SAR en Puerto Belgrano, hayan despertado lógicas expectativas en los familiares y en la sociedad toda, teniendo que enfrentar ahora una nueva frustración».

En rigor, la disponibilidad de esa información arroja largas sombras sobre las últimas decisiones oficiales en el caso del ARA San Juan, sobre todo la de suspender la etapa de rescate y, particularmente, en qué momento se tomó. La cronología explica el enojo creciente de los familiares.

El jueves 30 a las 7:32 de la mañana, el buque de investigación Víctor Angelescu, perteneciente al Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) y comandado por Prefectura, reportó al centro SAR un objeto cilíndrico de 60 metros de largo y 13 metros de diámetro –medidas compatibles con las del San Juan– ubicado en el lecho marino, a 46°24.5’ de latitud Sur y 60º11.7’ de longitud Oeste, es decir, pocas millas al sudoeste de la última localización conocida.

A las 10 de la mañana, el moderno buque oceanográfico completó el 100% del barrido con ecosonda multihaz de la cuadrícula de búsqueda, confirmó que el blanco detectado en 28 pasadas era «de interés por sus características y emplazamiento», por estar ubicado «en contacto con el fondo pero sin formar parte del mismo (no se lo considera parte de una restinga)», y recomendó identificarlo con un sonar de barrido lateral.

Poco antes, ese mismo jueves a las 5:55, a la angustia de los familiares de los 44 submarinistas del San Juan se sumaba el desconcierto: el buque noruego Sophie Siem, modificado en Comodoro Rivadavia para llevar en su popa el minisubmarino de la Marina estadounidense con capacidad para transportar a 16 personas y con el que se hubiera podido concretar un eventual rescate, regresaba a puerto. Se dijo que volvía para reaprovisionarse tras una emergencia en sus sistemas de agua potable. Según cuenta La Nación, eso le explicó el almirante Marcelo Srur, jefe de la Armada, a los familiares. Tras una revisión de Prefectura, se comprobó que el Sophie Siem no tenía falla alguna. Antes del mediodía, el minisubmarino ya estaba cargado en un avión C5 Galaxy para retornar a EE UU.

A las 12 de ese jueves estaba pautada la habitual conferencia de prensa de Balbi. Se aplazó para las 16 y finalmente tuvo lugar a las 18. Por primera vez desde la desaparición, el vocero inició el contacto con la prensa leyendo un comunicado. Se daba por finalizada la misión de búsqueda y salvamento de personas. Textualmente, Defensa y la Armada informaban «que hoy jueves 30 de noviembre a las 16:20 se declaró finalizado el caso SAR (de búsqueda y rescate) del submarino ARA San Juan, cambiando a la fase de búsqueda del mismo». El comunicado expresaba que no se había encontrado «evidencia alguna del naufragio en las áreas exploradas». Casi nueve horas antes, el Angelescu había detectado un objeto «de interés», que no pareció interesarle a nadie.

Está 477 metros bajo la superficie, pero no es el San Juan. Si hubiera sido, el minisubmarino estadounidense con la cápsula de rescate, capaz de descender hasta 600 metros de profundidad, ya no estaba disponible desde el jueves.

Quedan otros tres «contactos» por analizar, a profundidades de entre 700 y 900 metros. Hoy llega otro minisubmarino de detección estadounidense, el Curv-21, y el martes, otro dispositivo ruso similar, que pueden identificar elementos sumergidos a más de 6000 metros. Pero no hay apuro y no puede decirse que el gobierno comparta las urgencias de los familiares, puesto que, según asegura su único vocero, el impertérrito capitán Balbi, hace días que «no hay un escenario compatible con la vida humana». «

Senadora de Cambiemos no descarta «un ataque»

«Todavía no está claro si lo ocurrido con el ARA San Juan fue por falta de mantenimiento o un posible ataque, como dicen algunas versiones que están dando vueltas», indicó ayer Laura Rodríguez Machado, presidenta del Bloque PRO en el Senado. De ese modo, la legisladora fue la primera voz del oficialismo que dijo en voz alta lo que hasta ahora circulaba como teoría entre expertos, militares y familiares de la tripulación.

«Las autoridades están haciendo lo posible y lo imposible para saber qué ocurrió con los 44 tripulantes», expresó la legisladora, en declaraciones a Radio 10. 

Es la segunda vez que un funcionario público menciona la posbilidad de que el buque haya sido víctima de «un ataque». La primera en formular esa sospecha fue Marta Yáñez, la jueza federal de Caleta Olivia que lleva el caso. «No se descarta que haya sido un ataque extranjero», reconoció hace una semana la magistrada, y aclaró: «Al tratarse de la Armada Nacional, que tiene el deber de resguardar la seguridad del mar territorial, puede haber alguna misión de carácter confidencial», concluyó Yáñez.