Con la conformación de la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner, la dirigencia nos muestra, una vez más, qué significa hacer Política. Con mayúsculas.

Desde la presentación de su libro “Sinceramente”, la ex presidenta ocupó claramente el centro de la escena. Evitó hablar de lo que querían que hable, habló de lo que quiso, y evitó confrontar con los que querían que confronte. Dejó muy claro que parte de nuestra dirigencia ha entendido que nuestra sociedad no puede tolerar otra revancha social como la que puso en marcha el gobierno de Cambiemos en 2015. Y que es hora de incluir, de tolerar, de convencer, de abrir, de ampliar, de hablar de futuro. De construir alternativas diferentes a las del pasado. Para ganar las elecciones en 2019, pero también para gobernar después. Y eso se llama Política.

Se decidió este sábado una alternativa electoral para competir en las próximas PASO, donde se suman la importante base electoral con la que ya cuenta la expresidenta, con todos los nuevos apoyos que quieran y puedan sumarse a través de la figura de Alberto Fernández. Una alternativa electoral con potencia no sólo para derrotar al macrismo, sino también, atención, para gobernar después. Política con mayúsculas.

Con la aceptación de la precandidatura a vicepresidenta, CFK opta por la forma más clara y concreta que un dirigente político puede tener para cederle a un compañero sus votos: acompañarlo en la fórmula. Y ¿qué otra forma mejor de mostrar que efectivamente ha hecho esa autocrítica tan reclamada, cediéndole la candidatura presidencial a un exopositor? Además, su “renunciamiento ejemplar” es la antítesis de la negativa del presidente Macri a bajarse de la reelección, o a correr los riesgos de medirse en un interna de Cambiemos, a pesar del aquelarre en que se ha convertido la coalición de gobierno durante las últimas semanas.

Cambiemos ya sabe que con la conformación de la fórmula Fernández-Fernández de Kirchner corre peligro su estrategia electoral, que tenía como pieza única, por el momento, el ejemplar “castigo a la corrupción kirchnerista”, y ese monótono antagonismo “Macri-CFK” que tanto conocemos.

Porque al confirmarse la precandidatura presidencial de Alberto Fernández, político profesional de trayectoria, con experiencia en gestión y nada menos que exopositor a su ahora compañera de fórmula, la estrategia del “castigo a la corrupción” centrada en la figura de CFK pierde sentido, o al menos potencia. Y porque ahora, la expresión “ir por todo” no necesariamente referirá a la reafirmación de la propia identidad, sino al acto concreto de ir por todos los votos que sea posible conquistar, propios o ajenos. Para ganar en 2019, y para gobernar después.

A Cambiemos le corrieron sorpresivamente el arco. Con ocho derrotas en las elecciones provinciales, ningún logro significativo de gestión, un descalabro económico que está siempre a punto de estallar, y la relativa pérdida de centralidad de la expresidenta, la coalición de gobierno sabe que la están obligando a cambiar de estrategia. Y obligar al adversario a cambiar de estrategia, en pleno juego, por sorpresa, y en un momento de extrema debilidad, se llama Política con mayúsculas. 

Estos días los argentinos escucharemos muchas veces que “Fernández-Fernández” es una reedición de “Perón-Perón”, de aquello de “Cámpora al gobierno, Perón al poder”, que llevó a “Isabel y a la dictadura”, y que eso es volver al pasado, a tiempos de tragedia, de violencia.

¿No será demasiado afirmar que la mera conformación de una fórmula electoral, todavía con la obligación de competir en las PASO, es la “antesala de la dictadura”? ¿No será que eso es lo que quieren hacernos creer quienes, hace ya demasiado tiempo, nos están robando el futuro?

Los argentinos necesitamos que nos devuelvan el futuro. Queremos escuchar hoy y muchas veces más, de boca de la dirigencia política, que es hora de construir “coaliciones más amplias que las que gobiernen”, que “no tenemos que ser más lo que fuimos en el pasado, sino algo nuevo”, que la Argentina “es con todos”, que “hay otro camino”.

Promesas de futuro, de esas que no escuchábamos hacía tanto tiempo. Un futuro que no debe costarnos décadas de sacrificios y sufrimientos, como nos quisieron hacer creer estos últimos años. Un futuro posible y cercano. Construir eso se llama Política, con mayúsculas.