Esta semana, una docena de ciudadanos argentinos decidió que un auto vale más que una vida y absolvió al matador de un ladrón. El gobierno agasajó al exculpado y celebró el fallo. «Se hizo justicia. Esto empieza a ordenar la Argentina», dijo la ministra Patricia Bullrich, en otro expreso aval a la aplicación de castigo por mano propia.

La apelación al «orden» que usó la ministra no es casual. La campaña preelectoral que viene estará cruzada por una dicotomía clásica del discurso político: orden o caos.

La expresidenta Cristina Fernández, de hecho, usó uno de esos términos para referirse al gobierno de Cambiemos. «Macri es el caos» escribió en su bestseller.

Los políticos argentinos saben que el orden es un objetivo preciado por la sociedad. ¿Pero de qué está compuesto ese deseo? ¿Del vía libre pistolero y represivo que alientan Bullrich y los medios tradicionales? ¿O se asocia a un modelo de desarrollo e inclusión social?

Una encuesta realizada por el Centro de Estudios Metropolitanos (CEM) ofrece algunas pistas. El sondeo abarcó al Área Metropolitana (CABA y los 24 distritos del gran Buenos Aires, la zona más densamente poblada del país) y entre otros puntos indagó sobre aspectos que la ciudadanía considera importantes para el desarrollo y el bienestar de la sociedad. El aspecto más mencionado fue «la justicia» (37,1%), seguido por «la igualdad», con el 29,1%. Recién en el tercer lugar aparece «el orden», con el 21,2%. Bastante más por debajo (8,1%), se ubicó «la libertad».

La disección del resultado ofrece datos reveladores. La apelación al «orden» como ambición principal se reduce a medida que aumenta el nivel educativo formal: 25,2% en el nivel primario, 20,4% en el nivel secundario y 16,6% en el nivel terciario. Es decir: el «orden» es más preciado en sectores de mayor vulnerabilidad social.

Quizá eso explique por qué, cuando se consulta sobre el significado de una sociedad más ordenada, la mayor cantidad de menciones (28,3%) se refiere a una sociedad «con mayor bienestar social». Le sigue, con el 25,9%, la idea de que se trata de una sociedad «donde se puede circular libremente» y recién después aparece la noción de «una sociedad más segura» (13,2 por ciento).

O sea: para la mayoría de los consultados la falta de «orden» proviene de la injusta distribución de los ingresos, y no tanto de los «piquetes» o el delito común, que son expresiones del conflicto social.

A diferencia de lo que se expresa en los medios tradicionales, poner orden, entonces, implicaría terminar con la inequidad.

Varios resultados de la encuesta contradicen el «sentido común» arraigado en el discurso político y mediático dominante. A contramano del consenso neoliberal, por caso, la mayoría de los habitantes del AMBA consideró que el Estado es el actor más relevante para procurar el desarrollo económico del país (62%) y lograr la disminución de la pobreza (63,9 por ciento).

En una primera mirada, los resultados de la encuesta parecen ir a contrapelo de la tendencia electoral. Buenos Aires es la cuna del macrismo, y en los últimos comicios, uno de cada dos porteños votó por Elisa Carrió, patético estandarte de la restauración conservadora en curso. Sin embargo, sería un error confundir fondo con circunstancia: lo que expresa la encuesta es que, vote a quien vote, la capital del país aún es reactiva al consenso político-mediático que busca imponer la cultura meritocrática y demonizar al Estado.

Que en 12 años la oposición aún no haya sido capaz de sintetizar ese sentimiento y traducirlo en votos, es otro cantar. «