Leonardo Ponzio es uno de los jugadores más aplaudidos en la previa de cada partido en el Monumental. Su camiseta, la 23, es de las más vendidas entre los hinchas. Sus compañeros lo eligieron su capitán y líder, los rivales reconocen su lugar, y el entrenador, Marcelo Gallardo, hasta dice que le hubiera gustado jugar como él. Es uno de los símbolos del equipo de los últimos años, pero, ¿qué sería de la vida de Ponzio en River sin los Superclásicos?

La historia de este enfrentamiento está plagada de estrellas fugaces que, en un instante, pasan a grabar sus nombres en la historia sólo por lo hecho en un partido. Ricardo Rojas, de un lado, y Hugo Romeo Guerra, del otro, tal vez sean los casos más llamativos de las últimas décadas. Sus vidas en River y Boca, respectivamente, sin un determinado Superclásico no serían nada. En cambio, Ponzio sí tiene vida antes y después de los partidos con Boca, pero todo lo bueno que hizo y que podrá hacer en Núñez tienen la marca de algunos clásicos imborrables.

Después de una primera etapa discreta, Ponzio volvió a River para la recta final del año en el ascenso y fue fundamental para evitar que el ataque de nervios generalizado se llevara puesto por completo al equipo y al anhelo de regresar a Primera. También fue el sostén de un mal equipo inmediatamente después, cuando hasta le metió un gol de tiro libre a Boca. Pero eso duró poco y vivió el campeonato de 2014 desde afuera.
«Cuando llegamos, Ponzio estaba en la tribuna. Yo le dije que tenía mucha barba, los pelos parados y una cara demacrada. Le dije que con esa cara no se podía presentar. Venía de un mal momento y de un semestre sin jugar», recuerda Gallardo, quien recién le dio ruedo con la lesión de Matías Kranevitter. Y el Ponzio de ese momento no era mucho mejor que el barbudo de la tribuna. Hasta que llegaron los Superclásicos por la Sudamericana. Hasta que el River de Gallardo dejó de buscar ser el mejor de la historia para luchar por ser lo suficientemente superior al rival para ganar. Cuando empezó a importar no dejar jugar al contrario. Y cuando Ponzio fue el abanderado de la nueva búsqueda. Marcelo Barovero y Leonardo Pisculichi se quedaron con los flashes, pero el mejor de la cancha, en la ida y en la vuelta, fue Ponzio. Seis meses después, la historia se repitió: el volante central que no era tenido en cuenta (ni jugó el Superclásico del torneo local) aparece contra Boca, esta vez por la Libertadores, y se erige como el mejor.

Esta tarde, Ponzio jugará de nuevo contra Boca y desde lo futbolístico las necesidades del equipo son similares a las de Superclásicos anteriores. Imposibilitado de ser el mejor por falencias propias en esa aspiración de máxima, y ante un rival que llega en ascenso con la reaparición de Gago como eje, River buscará anular al equipo de Guillermo Barros Schelotto en el círculo central y volverá a apostar a Ponzio para hacerlo. Con la barba más prolija y el pelo más arreglado, River se encomienda a sus pies embarrados para imponerse.