«Estábamos todos reunidos alrededor de unos objetos tapados con una frazada. Y antes de mostrar lo que había debajo, los más grandes empezamos a hablar. Hasta ese momento habíamos reivindicado un montón de conceptos de la lucha histórica del Che y de Rodolfo Walsh desde un lugar más pasivo; pero habíamos llegado al consenso de que había que tomar las armas», recuerda Ignacio Levy, referente nacional de La Poderosa, una organización surgida en 2004 en torno de un equipo de fútbol de chicas y chicos de la villa Zavaleta. «Corrimos la frazada y había una Olivetti y una cámara de fotos vieja. Así lo entendimos y hoy estamos más convencidos de que así era. Hay que poder dar esa batalla para dar las otras». La Poderosa fue creciendo de la mano de La Garganta, su revista mensual creada en 2011, y hoy está presente en 79 asambleas en todo el país. Hace algunos años también desbordó las fronteras geográficas para unir en un mismo grito a toda la Patria Grande o, como prefieren decir, la Patria Baja.

«En nuestro barrio, la concepción de la Patria Grande no es universitaria, filosófica o abstracta. Es el desayuno. Si venís un día a la mañana a la Plaza Kevin, en la Zavaleta, te vas a encontrar con una casa boliviana que desayuna empanadas con papa y carne; y al lado una familia peruana que desayuna sopa con arroz; y al lado una paraguaya comiendo chipá; y al lado una que no tiene nada y manguea una medialuna o una tostada; y así», sigue Nacho, apodo por el que todos conocen al muchacho de boina cosida a la cabeza que dispara cuestionamientos con la artillería que su organización supo construir.

Lo que siguió, explica, fue una expansión que no requiere de eufemismos políticos o terminología académica. «Lo que ellos llaman migraciones es un reacomodamiento dentro de un mismo territorio donde la población se va poniendo a salvo. Lo que se fue emparentando de barrio en barrio, de provincia en provincia y de país en país, son los lazos de sangre que existen. No fue una propuesta de La Poderosa o la idea de un militante social. Es nuestra idiosincrasia que, yendo más profundo, está en la resistencia mapuche, qom o aymara. Por ese camino de gestión comunitaria, lo que pasaba en Zavaleta naturalmente se empezó a replicar en la 31, en la 21, en la Rodrigo Bueno, Fátima, Soldati, después en Yerba Buena en Tucumán, en Yapeyú en Córdoba, y así. Y después, dando puntadas de un hilo muy fuerte, por debajo de la piel, entre los órganos y los huesos que dejan los golpes de muerte que da ese sistema en nuestros barrios. Porque de ese equipo de fútbol de chicas y chicos que parió La Poderosa en Zavaleta hace 14 años, nos mataron a cinco. Todos casos que implican a las fuerzas de seguridad. Y así como la cultura villera nos fue enseñando que ninguno se salvaba solo, fuimos aprendiendo que ningún barrio se salvaba solo». 

La Garganta es sólo un medio, asegura Nacho, «para un fin que a veces sintetizamos en la palabra urbanización y que, adaptado a las distintas geografías que tienen nuestras 79 asambleas, podría traducirse en una mejor calidad de vida». Para eso se organizaron, insiste, «no para ser un éxito editorial». Y sin embargo, destaca, el brazo comunicacional de La Poderosa generó muchas transformaciones. Permitió producir algo con el esfuerzo del barrio cuyos ingresos se reinvirtieron no sólo en la cooperativa de comunicación sino también en las de distribución, en las gastronómicas, las textiles o en los espacios de educación popular que dinamizaron la organización. Y la revista tuvo además un rol central en la reivindicación de la identidad villera.

«En la televisión, ‘todas las voces’ no incluyen a la del pobre salvo cuando es víctima o victimario. Y ahí no sólo hay una violación de un derecho humano de un sector enorme de la población; también hay quien cree que esa lógica lo beneficia y no se reconoce víctima de esa trampa. Cuando compraste el discurso de la mano dura, la baja en la edad de imputabilidad o que los males de la sociedad están representadas por un nene de 14 años que tiene visera, equipo de gimnasia y zapatillas de lona, en realidad caíste en la trampa del que puso en peligro la vida de ese pibe y te tiene pensando que la solución es seguir empoderando a quien está sometiendo. Ese recorte sesgado construyó un imaginario que te tiene militando tu propia cerca», resume Levy.

La unión de la Patria Baja

«Las Asambleas Poderosas en todo el continente llevan el apellido de lo que nos encuentra. La moto del Che, lo que representan sus ideales y los de Alberto Granados recorriendo las barriadas de América Latina, de la Patria Grande y la Patria Baja, como les decimos a los compatriotas de la línea de pobreza para abajo. Eso que hace que sea más parecido Zavaleta a Isla de Gaspar, en Uruguay; a Colonia Guadalupe, en Guadalajara; o a San Miguel del Padrón, en Cuba; que a Almagro o Barrio Norte», explica Nacho, sentado en la oficina que La Poderosa tiene en el Hotel Bauen, bajo una tapa enmarcada de La Garganta en la que Evo Morales reclama una salida al mar para Bolivia. 

«Luego, aunque la diversidad cultural es muy amplia y la agenda varía, hay trazos gruesos que nos unifican, como la reivindicación de la organización cooperativa del trabajo, de la educación popular como eje organizador y de la asamblea como espacio de encuentro de la vida real». Entonces, resume, «La Poderosa fue una moto que se volvió colectivo y después caravana». Y para eso, de nuevo, fue importante la herramienta comunicacional. La Garganta comenzó a ser invitada a participar en charlas y paneles en universidades, y allí La Poderosa llevó su interpelación. Como condición, debía viajar más de una persona: una iba a disertar y la otra, «al territorio, a conectar los cables que necesitamos conectar».

«Cuando nos querían caracterizar como una organización subsidiada por el gobierno porque bancábamos a las Madres, no se podían explicar por qué en Formosa puteábamos a Insfrán en cinco idiomas o marchábamos con los docentes en Santa Cruz. Ahí fuimos encontrando una línea propia que no hubiera sido posible desde un anclaje partidario. Ahora, en Bolivia, La Poderosa está dentro de la estructura que se siente representada por Evo, y fue una decisión de ellos. Y en Brasil, se va fundiendo con un espectro amplio del campo popular a través de dos experiencias hermanas como Mídia Ninja y Fora do Eixo, que empiezan a saldar una diferencia histórica entre el Movimiento Sin Tierra y el Movimiento de los Trabajadores sin Techo: uno más cercano a los sectores rurales y el otro a los urbanos; uno más cercano a Lula y la estructura del PT, y el otro como espacio de una izquierda crítica que no perdió su capacidad de dialogar».

La Garganta también permitió que La Poderosa desembarcara en Cuba cuando los invitaron a proyectar la película Ni un pibe menos, que cuenta el asesinato de Kevin Molina, de 9 años, durante un enfrentamiento entre bandas en una zona liberada por la policía en Zavaleta. Lo que más impactó a los cubanos, recuerda Levy, fueron las condiciones de vida en la villa, que con diferencias se emparentaba en la isla con «aquellos barrios donde la doble moneda generó asimetrías importantes en lo material». 

En ese faro latinoamericano del socialismo nació la idea de armar un Foro Regional, que se concretará en Brasil. «Vamos a confluir en una gran caravana latinoamericana que va a llegar a Porto Alegre desde todos los países el 27 de julio, para una cumbre de base, cuyo cierre sea con todos ellos gritando que necesitamos el restablecimiento del orden democrático en Brasil. Queremos a todos confluyendo en ese momento y reconociendo que hay que dejar de lado las mezquindades, porque necesitamos la unidad de la Patria Grande desde la Patria Baja». 

La Garganta como estrategia

«Mientras nuestra problemática no sea visible, es imposible una solución», explica Levy en alusión a la estrategia comunicacional de La Poderosa. «Aún estamos atravesando esa etapa de meternos en las fisuras que tiene la agenda de ellos. Aunque sea dentro de la camiseta de Messi, en la cajita del disco del Indio Solari, abajo del poncho de Evo». Editar La Garganta implicó tomar decisiones difíciles. «En el número 1, la tapa fue Riquelme porque venía del mismo lugar que nosotros; en el segundo, Francella, cuando lo censuraron en Miami por negarse a rectificar un abrazo con Fidel; y en marzo venía la tapa con René, de Calle 13, que era una locura por lo que representaba su música en nuestros barrios. Y ahí nos matan a Pascual, con una bala perdida de las que siempre se pierden en los barrios pobres. La revista no era tan conocida pero ya había asomado la nariz, y ahí hubo que elegir si a la tapa iba René o Pascual. Fuimos a consenso, como se definen las cosas en nuestras asambleas, y ese consenso incluyó a la familia de Pascual. Y la decisión fue que la tapa fuera René. Gracias a eso hoy yo estoy acá hablando de Pascual». «