La Corte Suprema rompió con una tradición histórica que se había convertido en los últimos años en una demostración interna de poder: el brindis por el día del periodista.

Por primera vez en muchos años el máximo tribunal omitió convocar a una ceremonia que se había convertido en tradicional. En torno al 7 de junio, cada año, la Dirección de Comunicaciones (la estructura formal que alberga al Centro de Información Judicial – CIJ) cursaba invitaciones por mail a periodistas, editores y dueños de medios y reconfirmaba la presencia de cada uno de ellos.

Pero en esta oportunidad, acaso agitadas las aguas por las internas (y externas) que afronta el presidente del tribunal, Ricardo Lorenzetti, y sobre todo por el fallo que consagró la aplicación del 2 x 1 para represores de la última dictadura, no hubo brindis.

Lorenzetti aprovechaba esos ágapes para mostrarse con algunos de sus colegas (Elena Highton de Nolasco no faltaba nunca, Juan Carlos Maqueda tampoco. En cambio Carlos Fayt no iba jamás) y para pronunciar un breve discurso en el que bajaba línea sobre los lineamientos de la Corte. Luego aceptaba, sándwich de miga y copa de espumante de por medio, el diálogo con los contertulios. Lo propio hacían los otros jueces.

A esos encuentros solían concurrir periodistas como Magdalena Ruiz Guiñazú, Luis Majul y Joaquín Morales Solá, pero también dueños de medios como Jorge Fontevecchia, Bartolomé Mitre, Daniel Hadad o Sergio Spolski. La Corte parecía medir su capacidad de influencia en esas convocatorias; cuando más masivas, mayores eran las sonrisas.

Esas pequeñas reuniones en el marco del brindis general prometía este año jugosos diálogos off the record. Acaso también preguntas incómodas. No ocurrieron; ni los unos, ni las otras.