La relación comercial con Brasil se convirtió en los últimos tiempos en un problema para la Argentina. Si bien la teoría económica pregona que los bloques regionales, al franquear barreras aduaneras y otros obstáculos, ayudan al crecimiento de las naciones que lo componen (ese fue el espíritu con que se creó el Mercosur hace casi tres décadas), las diferencias en la estructura productiva y económica dispararon el desequilibrio entre las partes.

El informe del Ministerio de Industria, Comercio Exterior y Servicios brasileño difundido esta semana confirma ese panorama. Según esa cartera, la balanza entre ambos países arrojó una diferencia de U$S 606 millones en septiembre. Así, el rojo comercial argentino acumulado en lo que va del año es de U$S 5886 millones, un 75% más que en el mismo período del año pasado. Con alguna leve diferencia por cuestiones metodológicas, las cifras coinciden en líneas generales con los cálculos del Indec, aunque estos sólo llegan hasta agosto.

La grieta se ensancha a pasos agigantados por la diferente dinámica del flujo de bienes y servicios. Entre enero y septiembre, las exportaciones argentinas hacia Brasil crecieron un 6,4% con relación a 2016 y alcanzaron los U$S 6985 millones. En cambio, las importaciones desde aquel país se aceleraron mucho más, con una suba de 29,6% y un total de U$S 12.871 millones. La principal razón es el saldo negativo del sector automotriz: el patentamiento local de vehículos de origen brasileño creció el 56% y apunta a romper todos los registros históricos.

Los números dejan un buen margen para la interpretación. Según la consultora Abeceb, la situación se explica por «los diferentes estadios en los que las economías están situadas en el sendero de recuperación. Los indicadores de actividad en Argentina muestran una mejora más consolidada, con significativo impulso por el lado de la inversión (que se refleja en la importación de bienes de capital). En Brasil, en cambio, el alza en la actividad no encuentra correlato en el espacio del gasto de los hogares y las empresas, lo que genera que la recuperación se traduzca principalmente en crecimiento de las exportaciones netas».

En ese sentido, aunque se esperaba que la recuperación de la economía brasileña (su PBI crecería 0,7% este año y cerca de 2% en 2018) arrastrara a la Argentina, queda claro que habrá que pelear esos beneficios: según las estadísticas del gobierno brasileño, las compras externas de ese país al resto del mundo crecieron el 12,5%, mucho más que las dirigidas a la Argentina, que subieron sólo un 4,6%.

El problema es que al ser el socio principal socio comercial de Argentina, el déficit con Brasil impregna la totalidad de la balanza comercial, que según el Indec apunta a niveles récord (U$S 4498 millones en los primeros ocho meses de 2017). Para la consultora Ecolatina, ese desequilibrio altera toda la economía, que terminaría el año con un rojo comercial del orden del 1% del PBI y un déficit de cuenta corriente de 4% del producto. «Para financiar el bache hay que reducir activos externos (reservas internacionales) o aumentar el pasivo (endeudamiento externo)», asegura.

Y agrega: «Hoy el acceso al financiamiento externo es fluido y abundante, pero estamos expuestos ante cualquier deterioro o incertidumbre que afecte al mercado financiero global».