El Gobierno tiene que encarar estas reformas ya mismo, porque si no el mercado se lo va a facturar a más tardar en un año”, dijo el CEO local del JP Morgan (Clarín, 15/9/17). Se refería a la reforma tributaria, la laboral y la del mercado de capitales. Una “recomendación” que viene de una entidad muy cercana a los principales funcionarios del gobierno nacional.

En su habitual columna en El Cronista (19/9/17), el catedrático del derecho del trabajo, Julián de Diego, sostiene que se requieren reformas estructurales, entre las que menciona La Ley de Asociaciones Sindicales, la Ley de Obras Sociales y la Ley de Contrato del Trabajo. Reflexiona que, si bien los acuerdos con los sindicatos son necesarios para no tener un frente de conflicto sindical, dicho esquema es insuficiente, y “seguramente habrá otro momento cuando se hayan superado las elecciones”.

Son dos ejemplos de las numerosas expresiones que acompañan la estrategia del gobierno nacional para intensificar el ajuste luego de las elecciones que, sin embargo, no se observa en su magnitud en el Presupuesto 2018.

Los ingresos fiscales crecerían al 19%, mientras que el gasto primario lo haría en el 15,1 por ciento. Sin embargo, los ingresos fiscales se reducen en un 0,2% del PIB y, de cumplirse la estimación, será la tercera baja consecutiva de los ingresos totales. Mientras tanto, el gasto se achica en un 1,0% del PIB, lo que podría considerarse un ajuste importante.

Analizando los ingresos, se observan bajas sustanciales en el impuesto a los bienes personales (-29%), así como en Ganancia Mínima Presunta (-23%), debido a las modificaciones que redujeron el alcance de estos impuestos; por su parte, los derechos de exportación crecen menos que la inflación (14,5%).

Los gastos en Prestaciones Sociales se incrementarían un 22%, una característica resaltada por el Ejecutivo para sostener que no se trata de un Presupuesto de ajuste.

En los subsidios habría una reducción importante. De los dos principales rubros, que comprenden el 86% del total de subsidios, los energéticos se achican un 18,7%, mientras que los dedicados al transporte se mantienen constantes. También se reducen los subsidios a la industria (-10,7%), al comercio y turismo (-6,0%) y a la agricultura (-5,2%).

El déficit fiscal primario se ubicaría en el 3,2% del PIB, una fuerte reducción respecto al proyectado para este año, que cerraría en el 4,0%, aunque muchos analistas consideran que será más alto. El gobierno nacional se enfoca en el déficit primario (sin considerar los pagos por intereses de deuda) dando por sentado que los intereses nunca integrarán el ajuste. Y así es, puesto que los pagos por intereses crecen un 28% en las estimaciones para 2018, el doble de los gastos primarios.

A modo de ejemplo, en 2015 los intereses de la deuda fueron similares al gasto en educación y cultura, o a la suma conjunta de los gastos en salud, promoción y asistencia social, y vivienda y urbanismo. Para 2018 se espera que el pago de intereses sea un 40% superior en ambas comparaciones. Y de seguir con la política de endeudamiento, en el futuro el peso de los intereses, ya bastante alto, continuará incrementándose.

Al incorporar el pago de intereses se llega a un déficit total del 5,5% del PIB, muy elevado, una cifra que habrá que financiar, junto con las amortizaciones de deuda que llegan a un 10,4% del PIB. Es decir, habrá que conseguir endeudamiento (interno y externo) por al menos un 15,9% del PIB, una magnitud considerable.

Si se analiza el presupuesto de divisas, para 2018 se propone un endeudamiento neto de amortizaciones por U$S 17.700 millones, otra cifra importante.

Un dato elocuente es que para estimar la inflación a fin de diciembre de 2018 se utiliza la meta del BCRA de entre el 8 al 12%, cuando el Relevamiento de Expectativas del Mercado, la encuesta del BCRA a bancos y consultores privados, la proyecta en un 15,8%. Es un mensaje directo para intentar colocar una barrera a los aumentos salariales.

Otra cuestión no menor es la estimación del crecimiento. Los funcionarios de Cambiemos siguen sosteniendo que sus presupuestos reflejan “la verdad”, cuando en realidad son estimaciones. Pero en los presupuestos presentados por el actual gobierno, las proyecciones del crecimiento han sido más optimistas que la realidad. En la presentación del Presupuesto 2017 indicaban una caída de la actividad económica del 1,5% para el 2016 y un incremento para 2017 del 3,5 por ciento. La realidad ubicó la caída de 2016 en -2,2% y para 2017 se espera, según los datos del Presupuesto 2018, un alza del 3,0%, inferior a la presupuestada. Para el 2018 se calcula un aumento del PIB del 3,5 por ciento. Dado que las previsiones del REM indican un aumento del PIB para 2017 del 2,8% y para 2018 del 3,0%, las proyecciones del gobierno nacional siguen siendo más que optimistas.

Cabe señalar que estimar un crecimiento mayor de la economía no es una cuestión menor, ya que lleva a considerar un nivel de ingresos que difícilmente se logre si el crecimiento es menor al proyectado. De esa forma, o se incrementa el déficit fiscal y el endeudamiento como consecuencia de este, o se reduce aún más los gastos. Una verdadera encrucijada.

Quieren instalar los brotes verdes

Desde el gobierno están exultantes comunicando que el crecimiento del PIB para el segundo trimestre de este año fue del 2,7% interanual. Lo que poco se discute es que en el segundo trimestre del año anterior el PIB bajó el -3,7% interanual, es decir que ni siquiera se estaría recuperando lo perdido en el mismo período del año pasado. Las cifras del PIB recientemente conocidas indican, a pesar del optimismo del gobierno, que están un 1% por debajo del nivel alcanzado en el segundo trimestre de 2015.

De hecho, según informaciones privadas, por caso las del estudio Ferreres, tanto la actividad económica global como la actividad industrial, evidenciaron en agosto variaciones desestacionalizadas negativas de cerca del -0,3% comparadas con el mes anterior. Estos datos ponen en cuestión las declaraciones de muchos funcionarios que sostienen que la economía no para de crecer.

Los números del Indec muestran un crecimiento interanual del 3,8% en el consumo privado para el segundo trimestre, una cifra llamativa comparada con los datos de supermercados relevados también por el Indec, que dan una caída en términos reales del 1,5% para el mismo período. Esta comparación parece indicar fuertes diferencias entre el consumo suntuario y el de bienes esenciales. ¿Será que estos datos evidencian que los sectores populares, que compran principalmente los bienes que se venden en los supermercados, son los que están soportando los efectos del ajuste que se ha venido aplicando? Toda una cuestión a investigar.

Podemos decir, en resumen, que estamos viviendo un crecimiento de las distintas ramas productivas vinculado a la fuerte caída de la producción del año anterior, y motorizado por dos importantes sectores como es el agrícola y la inversión pública. En mi consideración, está muy lejos de ser una recuperación, y no deja de ser un rebote.

Lo expuesto indica que tanto las cifras del proyecto de Presupuesto, como las optimistas menciones de los funcionarios sobre el crecimiento de la economía, están alineadas con la campaña electoral. Si se tiene en cuenta que el ajuste ya fue anunciado, y que el mismo se implementará con todo rigor luego de las elecciones, sólo el voto verdaderamente opositor podrá ponerle freno a esta política lesiva para la sociedad. «