La crisis de la economía china impactará en la Argentina con seguridad. La pregunta es la magnitud de ese impacto. China acumula una masiva fuga de capitales, una fuerte devaluación de su moneda, un estallido por etapas de sus burbujas financieras y una ralentización de su crecimiento. A todo ello se le agrega la promesa de Donald Trump de imponer barreras al ingreso de productos chinos a Estados Unidos y constreñir las inversiones chinas en todo el mundo, lo que desequilibrará aún más la ya desequilibrada economía mundial.

Al mismo tiempo, la Argentina ha adoptado una actitud de reserva hacia China. De hecho, la relación entre los dos países no pasa por su mejor momento. A pesar de las constantes visitas de primer nivel de funcionarios argentinos a la gran potencia asiática -el último, el realizado por el ministro de Interior, Rogelio Frigerio- los cortocircuitos están a la orden del día. Desde la negativa argentina a votar que China es una «economía de mercado» hasta la caída de la principal inversión de firmas chinas en el Hemisferio Occidental (las represas de Santa Cruz), los últimos hechos marcan cada vez más distancia entre ambos gobiernos.

Fuga

En el último año, las reservas chinas perdieron un billón de dólares, según los cálculos de Goldman Sachs (otros dicen que es menor, de sólo 500 mil millones de dólares). Esta fuga se aceleró en los últimos meses. La semana pasada, el Banco Central chino debió inyectar 83 mil millones de dólares en dos días para satisfacer la demanda para la fuga. En este escenario, la pregunta de los analistas es cuándo perforarán las reservas el nivel de 3 billones de dólares, dado que la demanda de divisas se mantiene muy fuerte. La demanda de dólares y la oferta de yuanes ha llevado a la moneda china a su menor valor de los últimos ocho años, a las puertas de siete yuanes por dólar. El temor es que se acelere la venta de bonos nominados en yuanes, que suman un valor de 9 billones de dólares y están íntimamente vinculados a las burbujas y la especulación financiera.

La fuga de capitales y la devaluación del yuan son la respuesta de los inversores a dos acciones simultáneas: la desaceleración de la economía china y las amenazas de Trump de aplicar duros límites al comercio bilateral de bienes con China y a la aplicación de capitales chinos en los mercados en los que aún no participan. Para Alejandro Fiorito, investigador y docente de la Universidad de Luján, «existe una crisis de hegemonía internacional que se ha potenciado con la llegada de Trump a la presidencia de Estados Unidos».

La política agresiva de Trump contra China se inscribe en un proceso global. Un informe del Comité Latino Americano de Asuntos Financieros (CLAAF) indicó que «la falta de dinamismo de las economías avanzadas, la desaceleración de la economía de China, la fuerte caída en el precio de los commodities, la apreciación del dólar y la caída en los flujos de capitales son cambios en el panorama económico global que afectarán a la región a través de un probable aumento en las tasas de interés internacionales».

La región y la Argentina ya están afectadas. La desaceleración china implicará una caída en la compra de insumos para su producción entre los cuales se cuentan los agrícolas y, dentro de este rubro, la soja. El precio de la oleagionosa para abril de 2017 se encuentra en baja porque los comercializadores preven una caída de la demanda asiática.

Por otro lado, la combinación de una desaceleración de la economía china junto con las barreras de EE UU provocará otro peligro: que los bienes chinos inunden las economías periféricas, como las de Argentina y Brasil. En ese sentido, Paolo Rocca, titular de Techint ya planteó su objetivo: que el Gobierno lo acompañe en una cruzada contra China. «