Por qué no arman una cooperativa?” Fue la pregunta que hizo arder tanto fuego y, luego, tanto trabajo. En un contexto donde todo era pobreza y miseria, la necesidad de organizarse, trabajar y vivir dignamente se convirtió en la respuesta de un sector hasta entonces relegado. “Y así armamos la cooperativa. Toqué puerta por puerta a los compañeros y nos empezamos a organizar”, cuenta Hugo que además se puso esta tarea al hombro porque entendía un poco más de los papeles. “Hice la secundaria y me recibí con el título de perito mercantil auxiliar contable. Eso me sirvió para hacer todas las gestiones y escribir los libros de asamblea.”

Hugo Ortiz es presidente de la Cooperativa guaraní Cherenta de Tartagal que forma parte de la Federación de Pueblos Originarios del norte argentino. Conformaron un gran equipo de trabajo que, más allá de tener diferencias étnicas, han sabido poner por sobre todas las cosas los objetivos del trabajo. Realizaron viviendas en diversas localidades de Salta como Pichanal, parajes del municipio de Santa Victoria y Tartagal como también en varias comunidades, entre ellas, Chulupíes. Además de comedores y centros integradores comunitarios (CIC) en diferentes barrios. “Dentro del sistema cooperativo veíamos como íbamos creciendo, así que de a poco fuimos invirtiendo en herramientas y maquinarias. Además, tenemos carpintería donde fabricamos todo lo necesario para las viviendas.”

Los trabajadores cooperativistas del norte argentino no estuvieron exentos de vivir y sentir los embates de 2001. “Comenzó a escasear el trabajo, se empezaron a dividir los compañeros y a hacer cosas cada uno por su cuenta. La crisis hizo que estuviéramos largo tiempo sin actividad. Nuestra cooperativa comenzó a tener un déficit legal con los papeles.”

Han pasado 15 años de aquellos tiempos, y sin embargo, pareciera que quieren repetirse. “No estamos trabajando, esa es la preocupación de ahora.” Razón por la cual, sus compañeros se están solventando por medio de changas en todos los rubros, de manera informal y, a las claras, precarizados. “Con esto retrocedemos de nuevo, la cooperativa queda sin actividad, empieza el déficit legal y ahí, termina por disolverse.”

“Hasta diciembre generábamos 600 puestos de trabajo y se movía todo un pueblo. Ahora, no son más de 60 compañeros. El cambio de gobierno, con lo que está sucediendo, los tarifazos y lo que es de público conocimiento, nos afectó bastante.” Está claro que el escenario político, económico y social de la Argentina ha dado una vuelta de 360 grados. Lo que no se logra digerir es que los primeros afectados y excluidos de este modelo, sean los trabajadores, quienes salen a yugarla todos los días para llevar un plato de comida a la casa.

Una gran experiencia

“Ya había un trabajo previo de desarrollo social, un equipo hizo territorio ahí varios años para estar con la comunidad y contarles qué significa la casa propia, por qué estábamos ahí. Nosotros, por otra parte, íbamos, cumplíamos y respetábamos porque trabajar en una comunidad es muy delicado.”

La federación realizó obras significativas en el Impenetrable salteño, un lugar con condiciones adversas para vivir y trabajar. Sólo se llega por camino de ripio que se obstruye a menudo por las frecuentes lluvias que hay, y escasea el agua potable.

“Nos presentamos como hermanos, como paisanos. No de la misma etnia, porque ellos son wichí y nosotros guaraníes, pero pertenecemos a los pueblos originarios y eso engloba a todas las etnias. Es lo que nos ha dado la confianza de los caciques para poder entrar al territorio de sus comunidades”, dice Hugo respecto de su llegada y la búsqueda de confianza con quienes habitaban allí. “Los caciques se manejan por intermedio de una asamblea, ellos son los que dirigen la comunidad, convocan al pueblo y transmiten en su idioma a la gente. Lo que dice el cacique se hace y no hay vueltas, por eso es importante con mucha paciencia decirles qué es lo que se quiere hacer, porque el transmite y ahí recién hay una aceptación.”

Durante el desarrollo y la construcción por etapas del proyecto, las cooperativas contaron con el trabajo de 35 hombres de la comunidad, lo que significó una fuente laboral para los propios habitantes del lugar. Además, eran las encargadas de garantizar las cuatro comidas diarias a los trabajadores, por ello, armaron equipos para realizar diferentes tareas en el campamento. “Ha sido un trabajo bien social el que hicimos. Por ahí, cuando llovía y había chicos que tenían que ir al hospital a Santa Victoria, a 40 km de la obra, nosotros teníamos los vehículos y los llevábamos, los esperábamos y los traíamos. Nunca hemos computado ese combustible en el presupuesto que teníamos porque no lo hacíamos por obligación si no por la necesidad de poder salvar una vida.”

Luego de tantas anécdotas que han dejado las experiencias de trabajo en el Impenetrable salteño, Ortiz cuenta que las comunidades –después de haber resistido a que entraran las cooperativas a trabajar en su territorio- ahora quieren que vuelvan allí. “Hay una que se llama El Traslado, está por el camino a Balbuena. Desde ahí nos hacen llegar notas pidiéndonos viviendas. Como federación llevamos esa preocupación a la provincia y están armando un proyecto para ver cuántas son. Va a llevar un tiempo eso… Mientras tanto, estamos sin trabajo. Esa es la realidad que tenemos hoy en día. Nosotros no queremos que nos regalen nada. Necesitamos que nos den el trabajo, nada más y con eso nosotros vivimos dignamente”. «

«La importancia de la ley de cooperativas»

Hugo es de Tartagal, provincia de Salta y cuenta que es una zona muy golpeada donde hay mucha necesidad. “Peleamos por el trabajo para poder tener el sustento para nuestra familia”. En este sentido es que se refirió a la gran importancia que tiene la ley de cooperativas para este sector. “Queremos una ley que nos ampare, que nos dé la posibilidad de trabajo. Tenemos un arma muy importante que es el derecho al trabajo para poder seguir reclamando y la seguridad de que en cada una de las responsabilidades que tomamos, hicimos bien las cosas.”