Las medidas iniciales de Macri en Argentina y Temer en Brasil configuran el inicio de un nuevo momento regional, donde al calor del recrudecimiento de los conflictos geopolíticos producto de la crisis internacional, la derecha latinoamericana, de la mano de EE UU, intenta retomar el control político, tanto a nivel local como regional, tras una década y media de auge de gobiernos nacional-populares. El actual deterioro -inducido por estos nuevos actores- de instancias como Unasur y Mercosur, y la parálisis de la CELAC, son parte de esa estrategia que busca reorientar la integración latinoamericana a instancias conducidas por gobiernos conservadores, tal como sucede con la Alianza del Pacífico.

América Latina está en disputa, de una forma más nítida que años atrás: de un lado, aquellos que implementan -o buscan hacerlo, en el caso de quienes aún no son gobierno- políticas sociales de cara a las grandes mayorías, afincados en la recuperación de los recursos naturales, y el desarrollo de un mercado interno inclusivo; y por otro lado, aquellos que intentan desarmar al bloque progresista con una nueva articulación, supuestamente «post-ideológica» y de carácter estrictamente comercial -bajo aquel discurso se esconde una ideología clara y un contenido político fuerte, de carácter conservador.

No es casual que la Alianza del Pacífico, a la cual el gobierno de Macri anunció el ingreso de nuestro país como miembro observador, tenga como miembros plenos a cuatro países que han firmado Tratados de Libre Comercio con EE UU en los últimos años. Hay allí una ideología evidente: el libre mercado como «solución» y una creencia en la teoría del derrame que, tal como dice el Papa Francisco, jamás se ha verificado en los hechos. Por ello estos países tienen mayores índices de desigualdad que sus pares latinoamericanos, si uno se acerca a ver el coeficiente Gini en estas sociedades.

El viraje de la Argentina hacia el bloque conservador conlleva un peligro adicional: la Alianza del Pacífico viene asociada al Acuerdo Transpacífico, TLC impulsado por EE UU y Japón en detrimento de China. Si para Washington la intención de este acuerdo es evitar que Pekín dicte las reglas del comercio internacional, Argentina termina tributando a esta estrategia ajena a sus intereses apenas dos años después de haber participado del lanzamiento del Banco de Desarrollo de los BRICS en Brasilia, donde Cristina Fernández de Kirchner comenzó a pedir el ingreso de nuestro país al bloque emergente.

Si con Néstor Kirchner, en el año 2005, Argentina tomó la delantera en decirle «No al Alca», en lo que fuera la derrota en política exterior más categórica de la administración de George W. Bush respecto a América Latina, con Mauricio Macri hay un brusco giro de 180 grados, que se verifica en la sumisión de la nueva administración a los pedidos de Washington. Por ello Obama, en su reciente visita al país, hizo hincapié en la necesidad de avanzar, a mediano plazo, en un TLC entre nuestro país y EE UU, lo que configuraría un «ALCA light» de acuerdo a diversos analistas.

Para concluir hay que remarcar que la puja de modelos en América Latina y el Caribe no está finalizada. El desenlace en Brasil del «golpe parlamentario» que intenta desterrar la experiencia del PT será significativo sea cual sea el resultado. Una posible vuelta de Dilma Rousseff, o incluso una elección anticipada con Lula Da Silva compitiendo de igual a igual, sería una derrota para el bloque conservador regional, que intenta que la experiencia de Temer continúe al menos hasta 2018. También habrá que prestar especial atención a Venezuela, donde la derecha intentará correr a la Revolución Bolivariana a como de lugar, visto y considerando su peso relativo en la configuración posneoliberal, y Ecuador, donde las elecciones de febrero de 2017 marcarán el estado actual de la correlación de fuerzas de aquel país, gobernado por Alianza País hace ya una década.

América Latina vive momentos de convulsiones económicas -provocadas por el enfriamiento del comercio internacional, las guerras comerciales y la caída de los precios internacionales de los commodities -y políticas- en el marco del intento de restauración conservadora en curso. El desenlace dependerá fundamentalmente de los pueblos y sus genuinos liderazgos, que intentarán frenar la recomposición conservadora en curso.