Entre Mundial y Mundial, en la Asociación del Fútbol Argentino, pasó todo esto (y más): un entrenador no pudo comunicar su renuncia, murió Julio Grondona, asumieron tres técnicos, renunció Lionel Messi, se perdieron dos finales de Copa América, hubo una Comisión Normalizadora, una amenaza de desafiliación de FIFA, unas elecciones que terminaron en un empate imposible, la asunción de Claudio “Chiqui” Tapia, y la clasificación al Mundial de Rusia después de bordear el precipicio. La vida pública de Alejandro Sabella, el entrenador que cruzó el Rubicón y llevó a la Argentina a una final del mundo después de 24 años en Brasil 2014, fue lo contrario a ese movimiento.

Sabella dio un puñado de entrevistas y tuvo contadas apariciones en público en estos cuatro años. Con el recuerdo de la medalla de subcampeón todavía cercano, su nombre apareció en el radar de Estudiantes de La Plata, Manchester City, San Pablo, Milan y las selecciones de Arabia Saudita, Perú y México. Pero su delicado estado de salud -que la familia decidió mantener en estricto estado de reserva- no le permitió volver a sentarse en un banco de suplentes. El último partido que dirigió Sabella fue aquel 13 de julio de 2014 en el Maracaná, la derrota por 1 a 0 ante Alemania. A excepción del preparador físico Pablo Blanco, que trabaja con Ariel Holan en Independiente, su cuerpo técnico tampoco volvió a trabajar en un club.

“Alejandro está bien. Hace unos meses que está bárbaro; por eso se lo volvió a ver en las canchas. Al igual que yo, tiene la suerte de tener una familia hermosa y a eso nos hemos dedicado en estos años”, cuenta Claudio Gugnali, uno de sus lugartenientes junto a Julián Camino. En la era en la que la noticia corre más rápido que la realidad, de las fake news y las redes sociales, a Sabella lo mataron de manera virtual más de una vez. El entrenador de 63 años fue hospitalizado en diciembre de 2015 por una afección cardíaca en el Hospital Español. Y en abril de 2016 también fue internado en el Italiano. Pero de a poco recupera su rutina.

En su casa de siempre, en el barrio de Tolosa, lleva las costumbres del sexagenario promedio: sale hacer las compras, pasa tardes y noches frente a la televisión mirando fútbol y tiene un contacto permanente con los vecinos. El 27 de abril, por caso, sorprendió a un hincha de Estudiantes que padece una enfermedad: le tocó el timbre y le regaló una camiseta del Pincha. El video, en el que se lo ve con una gorra roja, viralizó enseguida. Pero la familia pidió que lo den de baja. Un par de semanas atrás había dado otra prueba de su salud mejorada: en el country de City Bell, donde se entrena Estudiantes, un grupo de hinchas pintó un mural en homenaje al entrenador que salió campeón de la Copa Libertadores 2009 y estuvo en la inauguración. Otra vez pidió que no haya videos. Desde aquella derrota ante Alemania, Sabella se movió casi en la clandestinidad, como si la exposición le molestara.

El 14 de febrero, día de los enamorados, Sabella estuvo en uno de los palcos del Estadio Ciudad de La Plata vestido con un pantalón blanco y la misma gorra roja con la que alegró a los hinchas cuando apareció de visita. Esa vez, la sorpresa fue para todos. La voz del estadio anunció la presencia del ex entrenador y los pinchas lo ovacionaron. Esa tarde Estudiantes le ganó 4 a 2 a Newell’s. “A Sabella lo vimos bien y de nuevo en el estadio, así que quedamos en tener una charla pronto. Si él se va sintiendo mejor y puede, nos gustaría que se vaya acercando al club”, aseguró Juan Sebastián Verón, presidente del club. En La Plata, sigue latente la idea de que pueda volver a trabajar si continúa la mejoría. Cinco días después de esa aparición, Sabella volvió a la escena pública: se casó con Silvina Rossi, la madre de sus dos hijos. La boda tuvo cotillón pincharrata y a Daniel Passarella como invitado ilustre.

En estos cuatro años que pasaron entre el Mundial de Brasil y el de Rusia, Sabella dio muy pocas entrevistas. Todas fueron antes de 2015. Habló en Radio City, en 221 Radio, en Vorterix y también en radio COPE de España. Y en muy pocos medios más. En octubre de 2014, en el Congreso de la Nación, recibió el premio Democracia. Dio un discurso conmovedor y entre lágrimas, con el micrófono temblándole en la mano, confesó: “Me duele en el alma no haber podido traer la Copa”. Fue una de las contadas apariciones públicas que tuvo en este período entre Mundiales. Además del casamiento y esa visita al Ciudad de La Plata, Sabella pasó por el entrenamiento de Banfield cuando lo dirigía Matías Almeyda y por el de Independiente cuando el entrenador era Jorge Almirón. También apareció en la concentración de Los Pumas, en la previa de un partido ante los All Blacks y en el clásico platense de septiembre de 2014.

Como si fuera un camino circular, la cercanía al Mundial de Rusia arrima las emociones que se vivieron en Brasil. Y en el recuerdo emerge la figura de Sabella y ese mes de 2014 en el que la Selección despertó sonrisas como nunca en el último cuarto de siglo.