Una frase del presidente ruso, Vladimir Putin, en su idioma, que al oído puede resultar de otro planeta, desató la operación. Mirando con sus pequeños ojos celestes a una periodista de la televisión rusa dijo: “Soy muy respetuoso de los protocolos. La vacuna que estamos aplicando está autorizada para menores de 60 años. Ni bien pueda dármela, lo haré”.

La declaración fue sacada de contexto. Se volvió parte de la nueva batalla de la derecha mediática, torpedear la vacuna rusa diciendo que no sirve para mayores de 60 años. Tuvieron que pasar varias horas para que se aclarara que solo falta que la autoridad sanitaria apruebe la última fase del estudio clínico y entonces se podrá vacunar a los mayores de 60. Y será con la misma que ya se está aplicando en el personal de salud ruso.   

Lo que ataca la derecha es el único plan de vacunación masiva posible que hoy tiene la Argentina. Porque no es un tema de elección. No hay otras opciones. La famosa vacuna de Pfizer va a producir 100 millones de dosis hasta fin de año. Tiene compras anticipadas en Estados Unidos (328 millones de habitantes), la Unión Europea (514 millones de habitantes), Canadá (37 millones de habitantes), Japón (126 millones de habitantes).

Esos bloques y países tienen también preacuerdos con Oxford, vacuna que se va a producir en Argentina. Es la que lideraba el proceso contra el Covid y a la que apostaron la mayoría de los países. También en la que invirtió el magnate mexicano Carlos Slim, con su fortuna superior a los 50 mil millones de dólares, que en un acto de filantropía quiso garantizar un precio económico para los latinoamericanos, que por supuesto son los clientes de su imperio de telecomunicaciones.

Oxford presentó problemas de eficacia. Eso ha retrasado su finalización. En principio, iba a estar disponible en marzo. Puede llegar más tarde.

¿Y mientras tanto? Los mismos que cuestionaban las medidas de aislamiento social y organizaban marchas en defensa de la «libertad» torpedean la vacuna rusa. No querían aislamiento. Ahora que aparece la única solución real también la atacan. Quizás sea porque su lema es el que Mauricio Macri le dijo a Alberto Fernández: “Que mueran los que tengan que morir”.

¿Qué quieren? Quieren el fracaso del gobierno del Frente de Todos y meter en la cárcel a Cristina Fernández. Y si para lograrlo tienen que morir miles de personas, no importa. Es el sacrificio necesario para salvar a la patria.

En 1996, durante el gobierno de Bill Clinton en Estados Unidos, le preguntaron a su secretaria de Estado, Madeleine Albright, si se justificaba la muerte de medio millón de niños en Irak por el desastre económico y social que generaba el bloqueo estadounidense contra Saddam Hussein. Albright, mujer checoslovaca cuya familia huyó de su país por los nazis cuando ella tenía dos años, dijo que valía la pena.

Los ejemplos en la Historia son infinitos. Hay que decirlo: a la derecha le parece que la muerte de miles de argentinos se justifica para desgastar al gobierno y que pierda las elecciones. Luego, volver a poner un presidente propio y encarcelar a la yegua.

Por eso resultan tan falsos los análisis que suponen que CFK quiere debilitar a Alberto. Las críticas que viene desplegando hacia el gobierno que integra son justamente por lo contrario. Son para evitar el fracaso que ella cree que se puede producir si algunas cosas no se corrigen. Si tiene razón en todo o en parte es harina de otro costal.

Volviendo a la vacuna. Si la de Oxford va a estar con suerte en marzo y Pfizer no tiene forma de proveer a la Argentina la cantidad necesaria para arrancar ahora con la vacunación masiva, ¿qué propone la derecha?

Chile cerró acuerdo con Pfizer. Le van a mandar 25 mil vacunas en diciembre. Chile tiene casi 20 millones de habitantes. Supongamos que a la Argentina enviaran la misma cantidad en proporción a los habitantes. Serían algo más de 50 mil. Rusia ofreció seis veces más en este mes. Y cien veces más en enero. ¿Prefieren inmunizar a menos argentinos con tal de defender el negocio del laboratorio de Estados Unidos y demonizar a Rusia? Sí. ¿Prefieren una segunda ola, con miles de muertos, con tal de desgastar al gobierno en el año electoral? Sí.

El ataque es sin piedad, no con el gobierno sino con los argentinos que se deben sacrificar para “salvar a la patria” del demonio tan temido: el peronismo. «