Por lo general, no es fácil saber quién gana las elecciones legislativas en Argentina. Con las presidenciales no hay dudas, ya que en este caso el país se convierte en un distrito único nacional, los ciudadanos de las 24 provincias eligen entre las mismas fórmulas y con las mismas boletas, todo se suma, y se gana por un voto. En cambio, en una elección legislativa nacional hay 24 competencias para diputados y 8 para senadores, y los ganadores se miden a nivel provincial. La elección “nacional” es una especie de ilusión.

El problema aparece por el carácter plebiscitario que la cultura política argentina le da a estas elecciones intermedias. Necesitamos el resultado ilusorio. Esto siempre fue así, pero las cosas “empeoraron” a partir de 1997. Ya que antes de esa fecha no había, propiamente hablando, elecciones de medio mandato -recordemos que hasta la reforma de 1994 los mandatos presidenciales eran de 6 años, y en el medio había dos elecciones, una cada dos años. Desde hace veintidós años tenemos mandatos presidenciales de cuatro años y una sola elección en el medio. Y esta elección se usa para dos cosas: para medir la popularidad del Ejecutivo, y para sacar a la cancha a los presidenciables de la próxima elección. Por eso, pocos miran cómo queda el Congreso después de las elecciones de medio mandato, aún cuando ese sería el significado real de las mismas, y muchos miran la cantidad de votos que saca cada uno. En una democracia el poder lo dan los votos, y en ese sentido pocos países son tan democráticos como el nuestro.

Por todo esto, a pesar de que en 2017 no hay una elección nacional sino 32, todos vamos a querer saber quién gana y quién pierde en una ilusoria competencia nacional. Hay que hacer las cuentas. Y esta vez va a ser más complicado que otros años. En otras elecciones, los partidos y alianzas electorales compartían el mismo nombre en la mayoría de las provincias. Pero en esta oportunidad, el peronismo se llama en forma diferente en la mayoría de ellas. Y carece de un liderazgo nacional indiscutido. ¿Cómo hacemos, entonces, para sumar los votos de la oposición a Cambiemos?

Hay, al menos, cuatro formas de establecer quién gana esta elección: por la cantidad de votos nacionales, por la cantidad de bancas obtenidas (respecto a las que ya se tenían), por la cantidad de provincias ganadas, o por el ganador de la provincia de Buenos Aires. Hasta hace unos pocos meses, el resultado bonaerense iba a ser el criterio dominante. Pero desde que se conoce el lanzamiento de la candidatura de Cristina Kirchner, quien está fuerte en las encuestas, Cambiemos está impulsando un cambio conceptual. En una entrevista publicada días atrás por un diario, Marcos Peña admitió el giro: dijo que la Provincia (de Buenos Aires) es “clave”, pero que también lo es el país. Claro: hoy la ventaja competitiva de Cambiemos es que se constituyó con la misma denominación en casi todas las provincias, y ello permitirá con facilidad sumar sus votos en una sola columna. Con una salvedad dolorosa para Macri: en la Ciudad, allí donde logrará su mejor resultado, el oficialismo se llama “Vamos Juntos”, con lo que no correspondería sumar esos votos al porcentaje total de la coalición oficialista. Porque, de hacerlo, se habilitaría también el criterio de sumar los votos peronistas de las diversas denominaciones.

Y ese tema es más que difícil. Sumar los votos de Unidad Ciudadana y del Frente Justicialista Cumplir (Randazzo) no sería válido, porque compiten abiertamente en la misma jurisdicción. Tal vez sí correspondería sumar los de Unidad Ciudadana y los de Unidad Porteña, aunque no se llamen exactamente igual. ¿Pero qué hacemos con los salteños, los chaqueños, los sanjuaninos y el resto de los peronismos provinciales, cuyas coaliciones de distrito están basadas en el Partido Justicialista, y que tienen diferentes gradaciones de cercanía con Cristina Kirchner?

Lo más probable es que la Dirección Nacional Electoral publique una tabla con todas las denominaciones formales, en la que los diferentes peronismos de distrito figurarán en forma individual y separada. Y lo mismo ocurrirá, por supuesto, con todos los frentes de la “tercera vía”: 1País (Frente Renovador y GEN), Evolución, Unión por Córdoba, el Frente Progresista Santafesino y podrán obtener bastantes votos en sus respectivas provincias, pero ello significará porcentajes de un dígito al ser proyectados a nivel nacional. Por lo tanto, aún perdiendo en la provincia de Buenos Aires y la mayoría de los distritos, un Cambiemos unificado podría encabezar la tabla de posiciones. No sería de extrañar una lectura que diga “todos ganaron”, y que ninguno de los partidos aparezca como claro vencedor del comicio.

Esa lectura podría ser engañosa, ya que lo correcto sería estudiar los diferentes alineamientos políticos de los frentes provinciales, y agregar los votos de cada distrito con criterios de análisis político. Y por esa razón, el análisis será la estrella de la elección. El triunfo no se dará solo en las últimas: habrá ganado, también, quien tenga la mayor -o mejor- capacidad de imponer su lectura sobre el resultado. «