La paulatina normalización del Indec, una novedad saludable en términos institucionales, terminó generando una sucesión de noticias negativas para el gobierno. Las estadísticas oficiales, con cierta demora, fueron poniendo en claro el actual estado de la economía.

Los índices de empleo, indicadores socialmente muy sensibles, revelan un fuerte incremento de la desocupación. La Encuesta Permanente de Hogares la ubicó en 9,3% en todo el país, aunque en algunos enclaves urbanos llegó a los dos dígitos, como en el Gran Buenos Aires, donde marcó 11,2 por ciento.

En realidad, no se podía esperar una noticia mejor en ese rubro teniendo en cuenta que la mayoría de los indicadores sobre producción y ventas son negativos. El Estimador Mensual de la Actividad Económica del Indec (una versión simplificada del PBI) arrojó en junio una caída del 4,3% con respecto al mismo mes del año anterior. El desagregado da números todavía peores en el sector industrial, donde la caída interanual en julio llegó al 7,9% y el uso de la capacidad instalada bajó al 62% (estaba en el 75% el año pasado). Lo peor llegó en la construcción: de la mano del parate de la obra pública, la actividad bajó 23,1%, retracción similar a la que experimentó el sector en la crisis de 2002, lo que redundó en 72 mil despidos. En el comercio exterior, la buena noticia llega por el lado de las exportaciones de cobre, consecuencia de la quita de las retenciones a la minería.

La facturación en los shoppings y supermercados subió 27% en términos nominales, cifra bastante menor a los cálculos inflacionarios anuales que llevan las consultoras privadas, tomadas como referencia ante el apagón estadístico que sufrió el Indec, y que en líneas generales superan el 40% (el índice del Ministerio de Hacienda porteño la estimó en 47%). Pasado en limpio, tras descontar la inflación los consumidores están gastando entre 10 y 15% menos en sus compras, lo que acentúa el ciclo recesivo.

Aunque el gobierno se esperanza con mostrar números más potables en materia de aumentos de precios (agosto habría cerrado poco más arriba del 1%), la desaceleración se explicaría por la marcha atrás en la suba de las tarifas públicas y no por los alimentos, que según el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz siguen su ritmo ascendente. Con todas las luces del tablero en rojo, la discusión de los economistas en estos días es si ya se llegó al fondo del pozo o si la crisis se agudizará aún más. Lo que está claro es que aunque el almanaque ya llegó a septiembre, el segundo semestre de reactivación que prometía el gobierno aún no empezó. «