Mientras el presidente del gobierno español Mariano Rajoy insiste en una ronda de consultas con dirigentes partidarios en que merece formar gobierno porque el PP es el único partido que creció en votos el domingo pasado y sumó un total de 137 diputados, el izquierdista Podemos iniciaba reuniones íntimas para encontrar una respuesta en común ante la pérdida de un millón de votos en relación con diciembre y al pase de facturas luego de conocerse el resultado de las urnas del 26J.
Para los conservadores, que de la mano de Rajoy apostaron a mantener su primer lugar en el comicio y se encontraron casi de sorpresa con casi 700 mil votos más, las negociaciones deberían ser un mero trámite. Pero sucede que con el apoyo de los legisladores de Ciudadanos –la agrupación de derecha que le quitó protagonismo en diciembre- no le alcanza, y su contrincante fundamental desde la constitución de 1978, el PSOE, ya avisó que no piensa votarlo ni abstenerse para que se quede en la Moncloa.
Más complicados están en Podemos, que a las diferencias que había entre el líder más visible, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón desde principios de año, se le añaden ahora las divergencias por el resultado, que fue grave porque la alianza con Izquierda Unida perece haber sido perjudicial en más de un sentido. Tanto los voceros partidarios como los encuestadores aseguraban que  iban a dar un sospasso hasta pisarle los talones a PP. Quedaron en tercer lugar y perdieron apoyo sobre todo en las llamadas «ciudades del cambio», donde habían logrado alcaldías hace seis meses, como Madrid, Barcelona, Valencia y Sevilla.
Horas antes del cónclave partidario, y en la presentación de su programa de tevé Fuerte Apache, Iglesias ensayó un análisis sobre lo que para sus críticos es un fracaso. «Se han querido destacar dos cuestiones –dice el politólogo, con mucho manejo de cámara– el bajo perfil de nuestra campaña y la confluencia con IU, que nos ubica en el margen izquierdo del tablero». Precisamente los llamados errejonistas plantearon una campaña menos confrontativa mientras que los «pablistas» apoyaron la coalición. «Ambas hipótesis contribuyen al enfrentamiento interno en Podemos y es de esperar que nuestros adversarios insistan en ellas», reconoce Iglesias.
¿A qué atribuye esta desazón entonces? «Sospechábamos que nuestra fuerza recibía mucha simpatía de personas que (celebraban) nuestra irrupción y que pusiéramos en apuros a los grandes partidos, pero que pensaban que no podíamos gobernar». Según esta línea de pensamiento, ese caudal electoral proclive al sacudón político tuvo miedo a la hora de elegir a una alianza que en los papeles aparecía como posible ganadora. «Si el acuerdo con IU nos hizo daño fue porque nos lanzó inmediatamente como fuerza hegemónica, no porque IU provoque mas miedo que nosotros». De tal manera que, recalca Iglesias, esos ciudadanos respondieron que los iban a votar pero finalmente, y con el Brexit a la vista, tuvieron miedo y eligieron lo ya conocido y no lo bueno por conocer.
Habrá que ver de qué modo la militancia de Podemos digiere el resultado del 26J y si habrá divisionismos, como ya ocurrió en marzo. Por lo pronto, los máximos líderes se mostraron juntos al término del encuentro. Y se ordenó cerrar los canales de la red social Telegram donde se había potenciado el debate.
Habrá que reconocer que los medios también contribuyeron al miedo del que hablaba Iglesias, en primer lugar por la estrecha relación que tradicionalmente los fundadores de Podemos tuvieron con gobiernos progresistas sudamericanos y especialmente con Venezuela. Esas críticas tuvieron no sólo un tinte político, sino que acarreó denuncias judiciales y mediáticas por corrupción.
Finalizado el comicio, la fiscalía de la Audiencia Nacional archivó una presentación de la organización UCESP (una ignota Unión Cívica Española, Partido Por la Paz, Reconciliación y Progreso de España) por presunta financiación ilegal de la agrupación de izquierda con fondos de Venezuela e Irán. Para el fiscal, la denuncia es «un conjunto desordenado de reproducciones de noticias publicadas por la prensa» y un informe policial presentado como prueba «carece de cualquier membrete oficial que acredite tal carácter oficial». «

El PSOE vuelve a estar en el centro de las especulaciones

En horas de la noche en que la elección del 26J estaba definida, el líder del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Pedro Sánchez, habló públicamente sobre los resultados, que según su visión confirmaban que el socialismo sigue detentando “la hegemonía de izquierda” en España por su segundo lugar. Sin embargo, fue esa su última declaración y hasta el cierre de esta edición, el candidato se recluyó en un silencio absoluto que sólo alimenta las especulaciones. Como ocurría antes de los comicios, la posición que asuma el PSOE vuelve a ser la clave del futuro gobierno de España. Los dirigentes socialistas ya rechazaron los coqueteos del presidente en funciones Mariano Rajoy, para sumarse a una coalición de gobierno, ya que los escaños obtenidos no le alcanzan al oficialista Partido Popular para constituir gabinete. Al PP también le serviría la abstención del PSOE en la votación parlamentaria, con lo cual pasaría a obtener una mayoría por sobre las otras fuerzas, siempre que Ciudadanos lo apoye. Sin embargo, en los últimos días, la joven fuerza derechista que conduce el catalán Albert Rivera se mostró esquiva a acompañar a quien parecería ser su aliado natural. Por otro lado, el baldón electoral coloca a Unidos Podemos en una posición debilitada frente al socialismo. Durante la campaña se prefiguraban liderando –por el supuesto segundo puesto– una eventual alianza con el PSOE. Si bien los análisis aseguraban que el PSOE nunca aceptaría esa alianza, los resultados permitieron a los socialistas presionar con la idea una eventual coalición “de izquierdas” que integrase a UP, algo que forzaría a Pablo Iglesias y Alberto Garzón a negarse y pagar ese costo político.